Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«The Godfather. 50 Years»

El último viernes de este mes de febrero llega a las pantallas la edición restaurada de “The Godfather” (1972), bajo el título especial de “El Padrino. 50 Aniversario”. Todo un acontecimiento con honores de auténtico estreno, por lo que significa de oportunidad única para las nuevas generaciones de descubrir una de las obras fundamentales en la historia del cine. El American Film Institut la declaró Segunda Mejor Película estadounidense de todos los tiempos después de “Ciudadano Kane” (1941), pero teniendo en cuenta que en esa consideración entra su concepción de trilogía, porque buena parte de la crítica se inclina por “El Padrino II” (1974) como la mejor de las tres, quedando “El Padrino III” (1990) como tardío cierre a modo de digno colofón. En cualquier caso la primera entrega sigue siendo una de las películas más estudiadas por todo lo que supuso en su momento de profundo cambio de tendencia dentro de la industria de Hollywood.

Coppola se convirtió en el estandarte del llamado Nuevo Cine Americano, y el primero de aquella oleada de jóvenes talentos en trabajar para los grandes estudios. Suponía una operación de riesgo, pero Robert Evans, jefe de Paramount entonces, sabía que había llegado un momento de inflexión en el que había que renovarse o morir en el intento. Adquirió los derechos de la novela de Mario Puzo por 80.000 dólares, y se la jugó contratando a un director novel, cuyo mayor y único reconocimiento en sus inicios había sido ganar la Concha de Oro en Donostia con la película independiente “The Rain People” (1969). Por su parte, Francis Ford Coppola aceptaba ponerse al frente de un proyecto muy complicado que otros, como Peter Bogdanovich, habían rechazado. Era demasiada responsabilidad, y del éxito de una producción tan ambiciosa y gigantesca dependía el futuro profesional de la mayoría del personal implicado.

Todas y cada una de las decisiones tomadas por Coppola fueron discutidas, pero el paso del tiempo ha demostrado que estaba cargado de razón. La más polémica, y posteriormente elevada a la categoría de mito cinéfilo, fue la elección de Marlon Brando para el papel de Don Vito Corleone. Se le consideraba una estrella en declive, motivo por el cual el actor tuvo que tragarse su orgullo y pasar por un casting, que superó gracias a una caracterización destinada a ser memorable, y para la que en primera instancia se embadurnó el pelo de betún y se puso algodones en la boca, alterando su fisonomía y manera de hablar. En la parte económica, tanto el director como Brando se implicaron y renunciaron a su sueldo, a cambio de ir a porcentaje de la taquilla, con lo que todo iba a depender de la recaudación mundial, que fue espectacular.

Desde el punto de vista artístico es más difícil hacer una valoración de cómo fue recibida la película, debido a que del montón de nominaciones que acumuló en los Óscar solamente se quedó con tres estatuillas a la Mejor Película, al Mejor Actor y al Mejor Guion Adaptado. A eso hay que sumarle cinco Globos de Oro, dos David Di Donatello y un Bafta.

Eran reconocimientos que no reflejaban el verdadero impacto que tuvo entre crítica y público, empezando por el uso de la violencia, impensable antes en una gran producción de Hollywood. Coppola recogía de alguna manera el trabajo previo hecho por Sam Peckinpah o Arthur Penn para la normalización del realismo de las escenas de acción en la pantalla. Escenas como la de la cabeza de caballo, el tiroteo en el peaje de la autopista, el doble asesinato del restaurante, o el ahorcamiento en el interior del coche, causaron una gran conmoción.

En sus tres horas de duración hay una cantidad de detalles que ya forman parte de la leyenda del séptimo arte, cosas como el gatito que acariciaba Don Vito o los spaghettis con albóndigas preparados por Clemenza.

“El Padrino” (1972) revolucionó el cine y el género de gangsters de la mafia italiana sin dejar de ser una obra neoclásica y cinéfila, musicada por un Nino Rota viscontiano.