Iñaki Zaratiegi
LA MEXICANA JULIETA VENEGAS REGRESA DE GIRA

Embajadora mayor del pop latino

Crecida en la muga tex-mex de Tijuana con California, la cantautora Julieta Venegas es una de las voces más universales de la música popular latina. La maternidad, su asentamiento en Argentina, reflexiones profesionales o el parón covid la han mantenido alejada de las grandes giras. Pero vuelve a la carretera y desembarca mañana en Donostia.

Pasada la cincuentena de edad y madre de una niña de 11 años, la mexicana Julieta Venegas Percevault (Long Beach, California, 1970) –cantante, compositora, multinstrumentista, productora, actriz y activista– ha pasado en los últimos años por cambios personales y creativos.

Se mudó de México DF a Buenos Aires en plena reflexión crítica sobre su brillante trayectoria como estrella pop y acentuó su compromiso sobre el mundo que le rodea. Y el voluntario parón de macro giras y exposición mediática se convirtió en obligatorio cuando la pandemia sacudió el orbe.

Tras más de cinco años ausente de los grandes escenarios, regresa con la propuesta “Vernos de nuevo” y estará mañana en el Victoria Eugenia donostiarra. En formato de trío con su piano, acordeón y guitarras, más un batería (y sintetizadores) y una contrabajista.

Promete «una gran mezcolanza de canciones, algunas viejitas y conocidas, también versiones de otras que me gustan, y algunas nuevas que todavía no he grabado, o que ya grabé, pero no se han publicado. Una súper mezcla». Pero antes ha compartido con 7K un Zoom transatlántico desde Argentina.

Algo sucedió. De familia le viene su amor por la creatividad porque sus progenitores son fotógrafos de Tijuana. Se mudaron temporalmente al otro lado de la raya, a Los Ángeles y Long Beach, donde nació Julieta, para regresar de nuevo a la urbe fronteriza mexicana. La futura cantante estudió piano clásico durante años y confiesa que su intención era cursar Musicología en la universidad. Pero la mezcla de influencias populares mexicanas y del pop anglosajón la empujó a componer músicas para teatro y enredarse en la escena rockera local.

Se aventuró primero en Monterrey y con 22 años se asentó en la gran México DF sobreviviendo económicamente enseñando inglés mientras se introducía en los ambientes musicales. Tuvo el apoyo de los influyentes Soda Stereo y, siendo teclista de Chantaje (embrión de los luego populares Tijuana No!), le tocó hacer de vocalista y debutó con la versión de “Boys Don’t Cry” de The Cure. Luego “armó” la banda Lula e intercambió colaboraciones con La Milagrosa o Ziggy Fratta y el Señor González.

Su valía y persistencia como compositora-intérprete (las canciones que siempre tenía guardadas en un cajón) le abrió un amplio camino cuando fichó por la multinacional BMG y debutó en 1997 con el disco “Aquí”. Lo produjo el midas del pop latino Gustavo Santaolalla y las alegres canciones de la inquieta chica norteña de cristalina voz enamoraron a las gentes.

Luego vendrían “Bueninvento”, “Sí”, “Limón y sal”, “MTV Unplugged”, “Otra cosa”, “Los momentos”, “Algo sucede” o “La enamorada”. Giró por medio mundo, vendió millones de discos, ganó un centenar de galardones (con un Premio Grammy y seis Grammy latinos), se compró una casa con piano Steinway de cola y brilló en el firmamento pop. Es madrina de proyectos humanistas internacionales, ha protagonizado como actriz el monólogo “La Enamorada”, compuesto la música de la serie de drama y comedia “Cecilia” y colaborado con docenas de colegas.

Artesana. Explica Julieta que su padre «no se ha percibido nunca como artista sino como artesano con el oficio de fotógrafo y, extrañamente, yo también siento algo así con la música. Por suerte, me puedo dedicar a hacer canciones y es algo que me ha mantenido con los pies pegados a la tierra». Tuvo buena base de arranque con su sólida formación clásica y la mezcla de influencias, de las rancheras de Jorge Negrete al rock siniestro británico.

«Por parte de mis papás escuchaba música popular mexicana: Juan Gabriel, José Alfredo Jiménez, Los Tigres del Norte... Y por mi parte crecí con la música anglosajona. Cuando empecé a componer no tenía referentes latinos sino mujeres tipo Suzanne Vega, Björk con Sugarcubes, Sinèad O’Connor… Me gustaban compositores masculinos, como Silvio Rodríguez o, más adelante, Lou Reed, Café Tacuba... Con el tiempo he ido juntando los dos campos, soy las dos cosas y me ha gustado mezclarlas para poder contar mi propia historia musical».

¿Y por detrás de esa maraña de influencias y ruidos estaba la genuina Julieta, compositora romántica de cadencia vocal como frágil, naif, eternamente adolescente? ¿O es una pose artística? «Desde luego, no me describiría como frágil, aunque quizás mi voz expresa eso para mucha gente. Pero en mis primeros discos cantaba más fuerte, distinto, y me ha costado mucho tiempo desarrollar mi voz hacia un sitio donde me sienta cómoda. Mi cadencia vocal evolucionó hacia un tono quizás más dulce. Pero no es por mi carácter: soy muy norteña, no me siento como que no me sé defender. A lo mejor soy tímida a veces, pero no significa que no sepa defenderme cuando lo necesito».

Cuidado con el éxito. Y desde 1997 llegó el boom: discográfica internacional, productor de moda, canciones con gran gancho popular o millones de álbumes vendidos (su compañía Sony dice que 12 y en Wikipedia dan hasta 30). «Se me hace muy gracioso que sigan pensando en eso. No sé cuántos discos he vendido y me da igual, es un simple número. ¿Cómo los cuentan, de dónde lo sacan? Es imposible saberlo».

¿Que pasó para que medio mundo la amara? ¿Fue por su sabiduría musical como compositora, instrumentista y productora? ¿Por el tipo de canciones? ¿Por la particularidad de la cadencia vocal? ¿A causa de su personalidad como comunicadora?

«No tengo ni idea. El otro día hablaba en una plática con varias mujeres y les comentaba que últimamente estaba leyendo muchos diarios escritos por hombres muy artísticos y gente así y me preguntaba: “¿de dónde sacan esa seguridad, cómo lo hacen para creérselo tanto?”. Porque yo nunca me lo he creído, no sé por qué le gusta a la gente lo que hago. Me complace que les guste, claro, pero si me preguntas por qué pasa eso no te puedo contestar».

Hacia 2015 el globo público seguía hinchado, pero el personal, el privado, comenzó a perder aire. «Fue más como una crisis profesional. Había hecho una gira que se alargó demasiado, pasaron muchas cosas en medio y me desgastó mucho. Tuve que reflexionar y pensar qué quería hacer realmente. Me tenía que volver a encantar llegar a casa, sentarme al piano y tocar canciones. No apurarme para escribir, entrar al estudio a grabar, sacar un disco, salir otra vez de gira y vuelta a lo mismo... Precisaba hacer otras cosas. Me mudé de país, tenía una hija… necesitaba parar un poco todo esto, necesitaba ese tiempo. Me detuve y después llegó la pandemia que detuvo a todo el mundo».

Aquella crisis vivencial influyó en lo creativo porque Julieta declaró en su día que llegó a pensar «que no iba a hacer más música, que su mundo se derrumbaba, que el edificio que había construido sentía que no me representaba y tuve que reconstruirlo». Hasta pensó: «En este momento no me dan ganas de escribir del amor, sino de lo que está pasando. Es menos popular, pero más representativo de lo que soy». Y profundizaba: «Necesitaba volver a escribir para mí, que la poesía sea directa, que tenga sencillez, sin muchas vueltas ni pretensiones. Y lograr eso es lo más difícil, porque a veces te pasas, a veces te falta y llegar a ese punto justo es mi búsqueda».

Emociones y conciencia. Había ya dado muestras de compromiso público, participando, por ejemplo, en 2004, en el concierto “El sueño existe”, homenaje colectivo a Salvador Allende en el Estadio Nacional de Chile. Pero sus canciones no eran sociales, remitían una y otra vez a los sentimientos íntimos. En 2015 publicó “Explosión” o “Una respuesta” que parecían más comprometidas que románticas. ¿Hubo un cambio? ¿Sintió quizás la necesidad de que su mensaje estuviera más ligado con la realidad que le rodeaba?

«No, no. Ahora mismo el disco nuevo vuelve a ser de amor. El amor y sus historias me siguen siendo irresistibles, son imprescindibles para mí. Sí que puedo enfocarme en otras cosas según el momento en el que estoy. Pero tiene que surgir de una necesidad de expresar algo. No es como que puedo ser racional cuando escribo canciones. Necesito dejar que se mueva lo que siento y, si estoy enojada o triste, estoy pasmada o me siento impotente porque no puedo cambiar lo que me rodea, a veces sí me han salido canciones que tienen que ver con eso. Pero no es una regla. Escribo lo que me nace y me nacen una cosa u otra. Pude decir en su día que no quería escribir canciones de amor, pero dos años después me sale otra cosa».

Sí parece haber una clara toma de conciencia respecto a asuntos como la lucha de las mujeres. Por ejemplo, contra los feminicidios en su país. ¿Le sigue saliendo desde lo emocional, o en este caso en clave más social, más de protesta? «Hice la canción ‘Caminar sola’, que tiene que ver con el miedo a andar por la noche. Ocurre en cualquier lugar y entre hombres y mujeres. Pero en México es aún más particular y sobre todo para las mujeres. Cuando fui al DF y tras reunirme con algunas mujeres volví a casa de noche y sentí ‘esta sensación ya la conocía…’. Me fui desconectando de DF por lo peligroso, pero me cansé sobre todo por lo grandota que es».

Compromisos. Vivió el movimiento verde que consiguió en Argentina la despenalización del aborto en enero de 2021. Recién pasado un 8M, nuevamente masivo tras el parón del covid, es buen momento para hablar sobre feminismos latinos. «No logro entender qué pasa con López Obrador y el feminismo. Siento que está creando una lucha innecesaria que está perjudicando mucho la percepción que pueda haber sobre la lucha de las mujeres y las marchas. Me parece muy emocionante que hayan vuelto esas marchas porque es algo nuevo en México, esta ha sido la tercera, quitando los dos años de la pandemia».

Respecto al derecho al aborto apunta que «en México ha ido poco a poco según en qué estados. Siento que Argentina ha sido punta de lanza y ha contagiado mucho al feminismo latinoamericano porque tienen mucha calle y son muy organizadas. En México nos va a tomar más tiempo, pero las mujeres están teniendo conciencia de la fuerza política que el feminismo puede lograr».

Ha tenido nombramientos socioculturales de altura: en 2009 como Embajadora de la Buena Voluntad por la UNICEF en México o en 2011 como Embajadora Cultural de Buena Voluntad por el Consejo de Ministras de las Mujeres de Centroamérica (COMMCA). Pero durante la pandemia su compromiso fue mucho más de base defendiendo los derechos laborales de las mujeres empleadas en los comedores comunitarios, de las que dijo que son «las que generan los verdaderos cambios en el mundo».

«Es que creo que las cosas hay que hacerlas de una manera más inmediata. El trabajo que se hace de una forma más chica siempre va a ser más efectivo porque afecta directamente a las vidas de las personas. Cada vez me identifico más con quienes hacen cosas así, de forma más directa. Me ha tocado conocer a gente muy solidaria y trabajadora y, si puedo estar ahí, compartir y darle a alguien una comida, ¿hay algo mejor que eso que pueda hacer?».

Madurez. Esas reflexiones a ras de suelo parecen llegar en un momento en el que la maternidad, el cambio a otro país y ambiente social, sobrepasar la emblemática cifra de los 50 años o sobrevivir a la pandemia parecen pasos vitales importantes. ¿Sigue inmersa en el “peterpanismo” profesional que exige una vida pop y pasa por una época de madurez?

«Quiero pensar que sí. Es muy chistoso porque me siento muy contenta viendo que estoy en un momento donde se alinean muchas cosas en lo que busco en la música y en el equipo que armamos para hacerlo posible, que estamos en la misma idea y todo está alineado. Me da mucha seguridad para esta nueva etapa».

Para antes de fin de año habrá nuevo disco, que tiene ya título, pero no lo quiere adelantar. «Será de pop y de muchas otras cosas porque me gustan también el reguetón, el hip hop… aunque no hay todos esos estilos en la grabación. Una combinación de esos diferentes lados que tengo y que tanto me gusta, desde lo más mexicano a lo más pop. Composiciones planteadas desde poesía que me gusta, vivencias, miedos, amistades… Es mi vida, vuelco en esas canciones lo que soy y reflejo lo que me pasa. Estoy disfrutando en lo personal y quiero pensar que esta madurez me hace mejor artísticamente y como persona. Y todo es mucho más chico y aterrizado, no “oh, la estrella del pop”. No tengo ganas de poner mi vida en la parrilla, irme de gira y olvidarme de mi hija, sino poder estar en mi casa y equilibrarlo con salir de tour y disfrutarlo».

Hablando de parrilla, ¿el churrasco pampero ha tenido la culpa de que abandonara el vegetarianismo que practicaba desde los 17 años? Ahora dice que le encanta la carne y que ¿ama la comida rápida? «No, no, no; no me gusta para nada la mala comida. Creo en comer bien, en la comida sostenible, en la comida consciente, me gusta mucho la comida vegetariana, he sido vegetariana durante mucho tiempo y ahora como de todo, pero ni me gusta ni apoyo la comida rápida».

Todo está en TikTok. Tras casi cinco años sin pisar un escenario arranca la vuelta internacional “Vernos de nuevo”. ¿La gira del reencuentro? «Nos ha faltado mucho el encuentro, que es tan necesario. Se sentía no poder vernos, juntarse con más gente, y es lindo que ahora lo vamos a celebrar, a vivir conciertos y festivales».

Dicen que ha influido a muchas voces actuales del pop femenino latino como Natalia Lafourcade, Francisca Valenzuela, Carla Morrison, Nelly Furtado, Paulina Rubio, Juliana Gattas (de Miranda!), Ximena Sariñana… ¿Cómo ve ese mundo artístico en un panorama aparentemente copado por el trap masculino?

«Siento que me influencian más ellas a mí. Quiero pensar que cuando saqué mi primer disco la Industria vio a una mujer compositora en acción y eso ayudó a que las mujeres fueran entrando. Pero cada vez hay más y es un proceso natural. Descubro todo el tiempo voces súper bonitas y atractivas como las que mencionaste y creo especialmente que es muy importante la composición femenina, no solamente las voces, la mirada en la escritura de lo que sienten».

Acumula un récord de actuaciones en Euskal Herria desde 2010: sala Rock Star Live de Barakaldo; BilboRock-La Merced, sala BBK o en el ciclo de conciertos “Women’s Nights” del Guggenheim; en la Aste Nagusia donostiarra, el Baluarte de Iruñea o el Museo Balenciaga de Getaria.

Y a sus muchas colaboraciones se unió el encuentro con el grupo euskaldun Huntza en la canción “17:21”. ¿Cómo surgió? «Sí, ¡canté en euskara! En realidad, no conozco al grupo y quiero pensar que los voy a conocer ahora que voy para allá. Fue todo por medio de Pablo Novoa, un amigo guitarrista gallego que vive en Madrid, que les producía y que hizo la comunicación. Porque ellos nunca se dirigieron a mí, le pregunté a Pablo ‘¿les gustó?’. No me dijeron nada y pensé que estos vascos son demasiado tímidos, tengo que ir directamente allá a ver si les saludo y platicamos y quizás toquemos la canción».

Dedicó en su día “Se explicará” a su única hija Simona, que tiene 11 años. ¿Cómo le ha explicado que va a viajar hacia un lejano continente que sufre una nueva guerra? «Está en TikTok y habla todos los días de esa guerra. Alucino de lo informados que están siendo tan niños. Tienen tanta información en red que ya no es contarles lo que pasa, porque lo ven, sino explicarles que hay muchas dimensiones, poner en contexto algo que se puede comprender según tu madurez. Antes aprendíamos en edad de aprender, pero ahora está ahí todo el tiempo y tiene que haber alguien que les explique algo que casi ni deberían saber aún. ¿Qué hacemos? Lo charlamos, ¿no? Pero vaya impotencia explicarles que vemos las cosas de forma tan inmediata y cercana, pero como espectadores, sin poder intervenir para solucionarlas».