Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«Tromperie»

No tardarán en llegar los ensayos sobre el comportamiento del cine de autor durante la crisis pandémica, un periodo de confinamiento en el que gran cantidad de cineastas han aprovechado para hacer películas interioristas y reflexivas en escenarios reducidos y con pocos personajes. Arnaud Desplechin no ha sido una excepción, a pesar de que ama tanto la dirección actoral que suele tender a manejar repartos amplios con una rica y variada profusión tipológica, por lo general reunida en torno a una intrincada trama familiar. “Tromperie” (2021) es su doceavo largometraje y, debido a la coyuntura del covid, supone un aparte en su filmografía, que tiene que ver más con su actividad teatral. De hecho, ya había llevado al teatro con anterioridad la novela de Philip Roth “Deception”, publicada en el año 1990, por lo que el trabajo previo le venía muy bien para la definitiva versión cinematográfica, protagonizada por Denis Podalydès, cuando es sabido que de siempre su actor fetiche es Mathieu Amalric. Se ve que, puesto a hacer algo distinto, lo ha llevado a cabo con todas las consecuencias.

No obstante, Desplechin es incapaz de traicionar su estilo, motivo por el que se recrea en los diálogos de principio a fin, sin importarle que respondan a una traducción muy francófona del texto original en inglés. Claro que todo tiene un límite, porque el protagonista, en su condición de alter ego de Roth, se sigue llamando Philip, y no Philippe. No quiere robarle al novelista su identidad, pero no cabe duda de que termina siendo el espejo literario en el que sentirse reflejado porque, si hay un cineasta actual de trascendencia e influencia literarias, ese es Desplechin.

Resulta incluso cómodo refugiarse detrás de las palabras, y más aún si las ha escrito otro, ya que así será en última instancia Roth el que tenga que responder de las consecuencias polemicistas de su obra. Desplechin disfruta con el anacronismo romántico y la masculinidad intelectualizada de antaño, y en “Deception” encuentra todo un repertorio de actitudes trasnochadas que en su momento gozaron de mucho predicamento entre los hombres de letras.

A fin de cuentas, Desplechin también creó su propio alter ego en el personaje de Paul Dédalus, encarnado por su fiel Mathieu Amalric, hasta el punto de que lo retrató en un intervalo de dos décadas, las transcurridas entre “Comment je me suis disputé... ma vie sexuelle” (1996) y “Tres recuerdos de mi juventud” (2015), una precuela que le valió el César a la Mejor Dirección y el premio de la Quincena de Realizadores en Cannes.

Al igual que su admirado Truffaut se sirvió del actor Jean-Pierre Léaud para encontrar en el ficcional Antoine Doinel su vehículo de expresión autobiográfica, Desplechin necesitaba a Paul Dédalus, y ahora también a Philip, para hablar de su sexualidad y de su relación con las mujeres desde la seguridad que dan la escritura y la realización cinematográficas detrás del ordenador y de la cámara. Porque, por lo que se puede comprobar en las entrevistas que concede, presentaciones y demás apariciones en público, el de Roubaix sigue siendo un hombre tímido e introvertido, aun habiendo superado la barrera de los 60 años.

El título de la versión doblada, pues la película se estrena a primeros de junio como “Fantasías de un escritor”, se descubre el nucleo central de la novela, que fue traducida al castellano como “El engaño”. Sí, porque se trata de un hombre que engaña a las mujeres de su vida, y que se engaña a sí mismo, debido a esa tendencia literaria a ver la experiencia amatoria como una fuente de inspiración.

Las fantasías sexuales se confunden en el universo de Roth con el puro delirio misógino, hasta el punto de que imagina un juicio en el que el feminismo cuestiona sus supuestas dotes de seducción, en cuanto tipo atractivo y culto. El despacho o estudio es una prolongación de su vivienda para los encuentros con su amante inglesa, a la que da vida Léa Seydoux, mientras hablan de las otras.