Llega el verano y con él las altas temperaturas que no sientan bien ni a nuestros cuerpos ni a los alimentos, así que toca extremar las precauciones a la hora de exponernos al sol y a lo que comemos. Si bien en esto último hay ocasiones que se “escapan” de nuestro control al tratarse de alimentos procesados y ultraprocesados, en los que el error ya viene de fábrica, manifestándose a través de una reacción alérgica, una intoxicación o, lo que es peor, con la aparición de una enfermedad “silenciosa” ocasionada por la ingesta continuada de los compuestos químicos que llevan muchos alimentos.

Si partimos de que en la alimentación el riesgo cero no existe, en la escala que va desde lo “natural a lo ultraprocesado” ese riesgo va en aumento y, si bien podemos controlar y minimizar el riesgo en el caso de alimentos naturales, por ejemplo, a través de una correcta manipulación y conservación del alimento en épocas de calores, con los alimentos que ya vienen procesados y/o ultraprocesados la atención se deberá extremar sobre manera en la última categoría.

Y es que la etiqueta ya nos cuenta casi todo. Si el producto es procesado ha variado su naturaleza principal mediante técnicas de congelación, pasteurización o calentamiento, pero conservando casi al 100% la materia prima, pudiendo llevar ingredientes agregados como edulcorantes, conservantes y colorantes. En los ultraprocesados, de la materia prima principal se extrae una mínima parte y se completa con derivados (o sucedáneos) y una larga lista de componentes nombrados con siglas que nadie entiende.

Un caso reciente ha sido el del óxido de etileno encontrado en alimentos como panes, helados, chocolates, humus... obligando a retirar del mercado del Estado español cerca de 7.000 productos. Así que, en lo posible, tratemos de comer casero y natural que estamos en la estación más facilona para cocinar, ya que el cuerpo nos pide menos salsas y más verduras y frutas frescas, legumbres y arroces hervidos... Todo rico, nutritivo y sano.