Kepa Arbizu
Elkarrizketa
Los Chikos del Maíz

«No queremos ofrecer siempre lo mismo por mucho que la fórmula funcione»

Fotografía: J. Danae I FOKU
Fotografía: J. Danae I FOKU

Si mantener una carrera musical durante más de quince años ya supone un reto, jalonar esa trayectoria de un espíritu contestatario se convierte en toda una heroicidad. Una valentía, expuesta desde el inicio por Los Chikos del Maíz, que sin embargo conlleva inevitablemente acumular cicatrices. A pesar de eso, la formación valenciana se mantiene inquebrantable al desaliento y su ambicioso nuevo trabajo, “Yes Future” (Altafonte, 2022), subvierte el nihilista lema punk (“No Future”) a base de beligerante optimismo.

Instalados desde sus comienzos en pleno epicentro del hip hop combativo, alargando la estela de nombres como SFDK, Nas, Wu-Tang Clan o Public Enemy, su propuesta escala con su actual trabajo hasta un nuevo contexto. Si bien nunca han sido ajenos a la herencia del rock en su manifestación más subversiva, valga como ejemplo su fusión con Habeas Corpus bajo el nombre de Riot Propaganda, sus más recientes composiciones no solo se nutren de guitarras eléctricas, sino de todo un abanico de influencias que van desde el funk a la electrónica, pasando por el pop más melódico.

Un desembarco en inexplorados horizontes sonoros a través de un formato híbrido entre el disco y el libro, cosa que ya hicieron en “La estanquera de Saigón”, en el que los microensayos de autores y autoras como César Rendueles, Layla Martínez, Nacho Pato o Nuria Alabao, entre otros, hacen de soporte literario a las proclamas de Toni Mejías y Nega, con el que hablamos a continuación del pasado, del presente y sobre todo de un prometedor futuro.

¿Cuál fue el embrión de “Yes Future”? ¿Nació como disco, como libro o desde el primer momento como una unión de ambos?

Lo que desde el principio tuvimos claro es que nos apetecía lanzar un libro-disco. Vivimos un momento políticamente muy importante y no estaba de más contar con una serie de textos que respondieran a la necesidad de respuestas que demanda esta época de incertidumbres. Esta es nuestra manera de aportar un granito de arena para intentar aclarar algo de lo que está sucediendo.

Una irreversible crisis climática, una vida cotidiana cada vez más encarecida, los continuos tambores de guerra… ¿Es precisamente más necesario que nunca alentar la esperanza ahora?

Yo creo que ahora es más necesario que nunca. El concepto del disco se refiere al lema punk del 77 de “No Future”, y queríamos demostrar que se equivocaban. Fíjate si desde entonces no han pasado cosas: los diferentes procesos de Latinoamérica, la llegada de Chávez al poder, Bolivia, los movimientos antiglobalización, el zapatismo… Hechos que desde una mirada progresista desmienten aquel nihilismo. Porque claro que la situación está jodida, pero si desde la izquierda transformadora no se emite una esperanza, ¿cómo vas a convencer al vecino de que pueden cambiar las cosas?...

Musicalmente, aunque es evidente que en cada paso que han dado se han acompañado de un perfeccionamiento de su sonido, este disco refleja una realmente significativa apertura estilística. ¿Se trata del resultado de una evolución natural o representa un nuevo inicio?

Son ambas cosas. Sí que nos apetecía transitar por caminos desconocidos; aquí hay ritmos acelerados, electrónica, rock, country, jazz, funk... Llevamos ya muchos trabajos donde hemos hecho diferentes cosas, pero el cuerpo nos pedía experimentar y sumergirnos en otro tipo de estilos y formatos. En ese aspecto se nota mucho la presencia de músicos de estudio, con teclistas, Monty al bajo y guitarra, el trabajo increíble de Enrique Mompó, lo que nos ha situado más allá de samplers o cajas de ritmo. No queremos ofrecer siempre lo mismo por mucho que la fórmula funcione; a nosotros nos cansa, y con los años y la edad te puedes permitir este lujo.

Ese recurso de optar por músicos de estudio, ¿era una idea que ya tenían en mente previamente o es algo que les han demandado las canciones?

En realidad ha sido todo sobre la marcha, no teníamos planteado realizar una ruptura estilística, ha surgido así. La música, en la mayoría de los temas, la produzco yo, y en esta ocasión veía que lo que antes era un sampler ahora lo podía ejecutar un músico, y de esta forma te vas metiendo poco a poco hasta que el resultado es este. Pero nunca ha habido una intención premeditada de hacer de este disco uno especialmente diferente, no había una estrategia previa.

Las guitarras en “Llamaradas”, los ritmos funk de “La Vida Sense Tú” e incluso el poder melódico de “Pan y rosas”. ¿Ha existido una retroalimentación entre el tipo de textos y la adopción de esa novedosa diversidad estilística?

Igual sí, porque hacemos antes la música que la letra, y este tipo de texturas instrumentales han provocado que los textos sean menos agresivos, de hecho creo que este es el disco menos político de todos, o por lo menos seguro que el menos explícito, y el tipo de sonidos ha condicionado ese aspecto. Si cuentas con una base melódica, más tratada, tampoco el cuerpo te pide soltar berridos ni proclamas especialmente extremas.

La grabación del disco se ha extendido durante seis meses, ¿es el resultado de un trabajo especialmente minucioso o han intervenido otros factores extramusicales?

Cambiamos de estudio y de técnico, y aunque esté en Castellón, que no es lejos, tienes que trasladarte, coger el coche durante una hora… Y eso principalmente ha hecho que se prolongue demasiado en el tiempo. Pero no creo que seamos especialmente meticulosos ni perfeccionistas, además al final la grabación de los instrumentos la hacía yo en mi casa, por lo que esa demora es cuestión de distancia y no de un aspecto musical.

Y en lo que se refiere al concepto del libro, entiendo que la elección de los autores y autoras responde a que son seguidores y admiradores de su obra...

Se trata de gente a la que seguimos, conocemos y admiramos; Nuria Alabao, Yago Álvarez, Layla Martínez... son personas de nuestro rollo, pertenecientes a cierto espectro de la izquierda, y especializada en muy diversos campos pero que, al fin y al cabo, les gusta también el grupo. No nos habríamos sentido cómodos contando con gente que no tuviéramos trato.

Abren el disco con “Ecos de un futuro pasado”, una canción que parece toda una declaración de intenciones, primero como aviso a que se dirigen hacia otro territorio sonoro, pero también desde un punto de vista más intimista...

Es cierto que este tema queríamos que fuese el primero porque cierra una etapa, iniciada en 2005 y terminada en enero de este año con el concierto del Wizink Center. De alguna forma hace de bisagra entre lo viejo y lo actual, entre lo que han supuesto estos 17 años y lo que está por venir. Es una declaración de intenciones, desde luego, ya no tenemos veinte años y esto es lo que hay. No solo se trata de una retrospectiva, sino también de lo que llegará.

En dicho tema plantean también una clara declaración de autocrítica respecto a ciertas actitudes pasadas. Supongo que no es fácil hacer ese acto de sinceridad delante de tanta gente...

No creo que sea algo tan difícil, todos en ciertos momentos hemos cometido errores, se trata de entonar el “mea culpa”, tampoco de lanzarse a un ejercicio de autoflagelación y pedir constantemente perdón. Nos apetecía destacar que hay que tener cuidado con ciertas cosas, y no creo que eso implique un gran proceso de autocrítica ni por supuesto de ningún tipo de vergüenza, nos equivocamos y está bien reconocerlo.

Uno de esos cuestionamientos que plantean hace referencia al tema de la mujer y el feminismo. ¿Cómo ha cambiado su forma de ver esa realidad en estos años?

Muchísimo, pero no solo en nosotros, todo el Estado entero lo ha hecho, y lo podemos ver ahora mismo con la manifestación de mucha gente que no acepta que ese proceso de cambio ha llegado para quedarse. Solo hace falta asistir al linchamiento, la cacería con artillería pesada, a la que se le somete a la ministra de Igualdad, Irene Montero. Es una prueba significativa de que queda mucho por hacer y sobre todo de que existen un montón de hombres, y los más terribles jóvenes, que no están dispuestos a aceptar esa transformación. Hay todo un ejército de “incels” llamando a las armas, el ejemplo lo tenemos en Estados Unidos, donde lo que comenzó como una broma acabó en asalto del Capitolio. Ahora mismo la mayor amenaza de terrorismo en Occidente lo suponen esos grupos de extrema derecha blanca, que al principio pueden sonar hasta graciosos, pero que acaban entrando en un bar LGBTI o en una sinagoga o en un supermercado matando negros. Es gente peligrosa y están ahí.

Entre las muchas colaboraciones presentes en el disco destacan las voces femeninas, primero por su número, pero sobre todo por su aportación, en la que parece recaer la interpretación de aquellos momentos donde se llama de forma más explicita a la esperanza. ¿Ha sido premeditado ese papel adjudicado?

Lo que sucede es que nosotros cantamos muy mal (risas) y entonces en esos momentos en los que llega el subidón del tema imagínate si Toni y yo lo tenemos que interpretar, sería demencial. Se trata de estribillos muy melódicos, y necesitamos a gente con capacidad para hacerlo; nosotros rapear bien, pero lo demás, no. En esta ocasión se ha tratado de un recurso puramente técnico y estético.

En el disco sobrevuela un tono melancólico consecuencia de la reflexión sobre el paso del tiempo que se tiñe incluso por momentos de nostalgia, un término que Layla Martínez en su texto critica y define como involucionista. ¿Bajo qué premisa han integrado dicho sentimiento en un disco que incita a la lucha por el futuro?

La nostalgia a priori es un concepto reaccionario, pero puede ser ambivalente, hay una parte buena que se refleja en la capacidad para reivindicar las luchas del pasado que funcionaron. Analizar los momentos históricos significa mirar al futuro, pero teniendo un ojo puesto en el pasado, aprendiendo de aquello que salió bien. Está claro que no estamos de acuerdo con ese aspecto desmovilizador que se empeña en recordarnos que cualquier tiempo pasado fue mejor. Toda esa industria alrededor de “Yo fui a EGB” y rollos de que jugábamos en columpios oxidados e hice la mili... ¿Acaso esas cosas te parecen bien? Al final no deja de ser una pataleta que refleja que me he hecho mayor y no acepto el presente.

Un pensamiento atribuible en muchos instantes a su propia evolución artística….

Absolutamente, pero en todos los sentidos. Me hace gracia quienes esperan que saquemos de nuevo algo como “Pasión de Talibanes”. No podemos, ni aunque lo intentásemos, porque cuando lo hicimos yo tenía 25 años y ahora casi 44. No soy la misma persona, y no significa que haya cambiado de ideas, pero tengo otras vivencias, preocupaciones... Ahora vas al fisio porque tienes la espalda hecha polvo (risas). Querer mantenerse en ese momento mágico de cuando escuchabas un disco con 17 o 18 años y todo te parecía increíble no es posible, ya que tú tampoco eres el mismo, no te engañes.

De hecho, supongo que nunca imaginaron al principio que algún día serían capaces de hacer un disco así...

Ni de coña. Tú me dices que voy a hacer un disco con músicos, con coros femeninos cantando estribillos melódicos y te diría que estás loco. Cuando tienes 25 años eres un descerebrado y un intolerante en muchos aspectos, sobre todo en el ámbito musical. Yo por aquella época solo escuchaba rap, de ahí no me podías sacar, pero el tiempo te va dando perspectiva y vas descubriendo nuevos caminos. Y eso no significa ser ningún vendido, claro que he cambiado, pero creo que en el buen sentido, por lo menos no me he convertido en Pérez Reverte ni Niño de Elche.

Otra reivindicación, o por lo menos se menciona activamente a lo largo de varias canciones, es la del concepto del hedonismo. ¿Cómo se articula ese comportamiento en un contexto capitalista e individualista?

Desde que surge la revolución industrial, y con ella el capitalismo y la clase obrera, siempre ha existido esa necesidad por evadirte del trabajo, que en realidad es un hecho totalmente ajeno al ser humano. Estar metido ocho horas en una fábrica no es nada natural, por lo que buscas invertir tu tiempo de ocio en divertirte. Lo complicado de ese aspecto es que tiene dos caras: todos necesitamos esparcimiento y desconectar, pero eso puede llevar a estar todo el mundo bailando y mientras, el sistema manteniéndose. Está bien abstraerse, pero siendo consciente de la situación en la que nos encontramos, de ahí que uno de nuestros estribillos diga “seguiremos bailando en el circo del capitalismo”. Pero es una situación que ha sucedido siempre, desde la “ruta del bakalao” al northern soul o las “raves”. Mientras exista el trabajo, la gente va a buscar, aunque sea por unas horas, poder mandarlo todo a la mierda.

Los Chikos del Maíz, posan para la sesión fotográfica de esta entrevista en la que Nega responde a las preguntas.

Encontramos a lo largo del disco una continua mención al desprecio por la fama, a ese reconocimiento público como fin único, sobre todo en temas como “Llamaradas". En su caso, ¿esa exposición en la que han estado inmersos en muchas ocasiones les ha generado más problemas que beneficios?

Para mí es uno de los factores de la música que más me ha incomodado, esos niveles de sobreexposición a los que estás sometido cada vez que sacas un disco, donde todos pueden opinar y decirte cualquier cosa sin conocerte de nada. Y las redes sociales han amplificado todo eso, alcanzando unos niveles a la hora de poner el foco sobre ti terribles. Personalmente me ha costado bastante aprender a convivir con ello y a no entrar al trapo. Además, esas mismas herramientas han potenciado el hecho de que todos quieran ser “streamers”, “influencers” o “youtubers”, cuando igual hay otras cosas, y ese éxito no es para nada tan bonito como parece.

Cierran el disco con “El país del miedo”, en la que cantan «no hay futuro posible en la dictadura del trankimazin», donde se señala, como también lo hace el texto del propio Toni, a la psiquiatría convertida demasiadas veces en un negocio de expendedor de pastillas como alternativa a lo que en realidad demanda un enfrentamiento con nuestros problemas sociales...

Al final si la gente está machacada con horarios, sueldos, trabajos y vidas de mierda pues es normal que se resienta. Y la Seguridad Social solo le da pastillas y le manda a casa. A pesar de estar últimamente en boga el tema de la salud mental, si no se invierte en ella no vale para nada, y únicamente consigues un ejército de zombies que no tiene tiempo de pensar, plantearse las cosas o militar, solo trabaja, duerme y toma sus medicinas. Al final se plantea un escenario donde la salud mental es un privilegio al alcance de aquellas personas que puedan pagar 50 o 60 euros al mes. Los antidepresivos funcionan como un soma colectivo que favorece a los intereses del sistema. Ir a terapia puede conllevar tomar conciencia de que quizás no tengas depresión, sino unas condiciones laborales de mierda, y eso interesa menos.

Viendo el trabajado y cuidado formato por el que han optado en “Yes Future”, entiendo que comparten lo escrito por Marta Moreira, que señala al disco clásico, el físico, frente a los actuales modos de escucha en streaming como un elemento de disidencia y de respeto artístico.

Ese texto es muy interesante, porque el hecho de sacar un disco como tal ha desaparecido prácticamente. Ahora estamos inmersos en la dictadura del single, de hecho hay artistas actualmente que no saben lo que es un concierto, se hacen estrellas con canciones sueltas, sin haber editado un solo álbum. El mundo de la música está en continuo cambio, y en la actualidad es capaz de convivir el auge del vinilo con esa tiranía del single, es una auténtica vorágine, una mezcla de la que no sabría decirte cuál es su futuro...

Respecto a la presentación en directo del disco, supongo que lo tendrán todo listo, pero si se puede decir, ¿cuál será la manera de plasmar en los escenarios unas canciones como las actuales que cuentan con esa complejidad instrumental?

Pues en realidad no lo sabemos todavía. Lo primero que tenemos que decidir es la selección de los temas, llevamos editados cuatro discos y debemos escoger entre todos ellos: cuáles dejar y quitar, añadir los nuevos y mantener algunos viejos... Eso ya va a ser dramático, y de la puesta en escena todavía no tenemos ni idea, la verdad.