Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Buscar la poesía

Nos pasamos la vida buscando el sentido de las cosas. Nuestra manera de pensar nos obliga a vivir en base a las certezas y todo aquello que no podemos resolver de manera inmediata se nos convierte en preocupación o debilidad. Vivimos en la era de la velocidad. Todo debe ser identificado y resuelto en el menor plazo posible y da igual si nos referimos al trabajo o al ocio. La productividad y el consumo se han mezclado hasta formar un mismo deseo con todos sus límites difuminados. A golpe de click accedemos a una cantidad de información imposible de manejar y nos creamos nuevas necesidades que nos harán felices tan solo durante un breve periodo. Después volveremos a repetir el proceso y seguiremos engrasando una cadena infinita. Todo parece indicar que hace mucho que nos desconectamos del tiempo que marca nuestro entorno.

El ser humano es el único habitante del planeta que destruye el lugar al que pertenece y que no asume la responsabilidad con su futuro. Nos separamos de nuestro origen y olvidamos aquello que nos trajo hasta este mundo. Ante toda esta confusión buscamos salidas que nos permitan ver de otra manera. Una de las fortalezas de la cultura, y por tanto del arte, es la capacidad de ensalzar lo pequeño. Aquellas cosas que pasan a priori inadvertidas y que son puestas en relación para asumir un protagonismo que no habíamos tenido en cuenta. La poesía conecta con quien lo necesita porque nace de los lugares comunes, de inquietudes y vértigos que todas compartimos. El arte no es un lugar para encontrar respuestas pero nos ayuda a enfocar nuestra mirada y a entender que nuestras preguntas no están solas.

El pasado noviembre se inauguró en el Museo San Telmo de Donostia la tercera edición del programa “Artea abian”. Una colaboración entre la institución donostiarra junto con Kutxa Fundazioa, que tiene como objetivo apoyar a artistas en los inicios de su trayectoria profesional pero con el suficiente recorrido como para presentar y defender una muestra individual. Este es el caso de Kimia Kamvari (Colonia, 1989), de quien ya pudimos ver en 2018 una interesantísima propuesta en la sala de exposiciones de la Fundación Cristina Enea titulada “Nature Change”. En este caso, nos presenta hasta el 5 de febrero su proyecto titulado “Alef”. Un concepto plagado de significados, pues es la primera letra del alfabeto persa, árabe y hebreo y el título de un cuento de Borges. En todos ellos tiene que ver con el inicio de algo y las posibilidades que brinda. La exposición la podemos leer como si estuviera dividida en dos capítulos que en el fondo dialogan entre sí.

Por un lado, una serie de fotografías realizadas con cámara estenopeica con la que nos ofrece una colección de más de 70 instantáneas que retratan un fenómeno geológico conocido como dolina de hundimiento, que Kamvari comenzó a fotografiar desde el año 2019 a lo largo de la meseta iraní. La composición del suelo, el clima y las filtraciones de agua pueden provocar el hundimiento repentino y la formación de un agujero de gran profundidad creando estos accidentes geográficos. La cámara estenopeica o cámara oscura es el antepasado de la fotografía moderna y realiza una captura de la imagen exponiendo un papel sensible a la luz durante un tiempo. La captación del momento requiere un momento de contemplación en el que la propia acción de la artista frente a cada uno de los agujeros evoca quietud y espera.

Por otro lado, el sauce es el elemento protagonista de la otra parte. Ochenta kilos de carbón extraídos de su madera ocupan un espacio de la sala como un cuerpo negro intenso que enmarca una serie de dibujos de este árbol dispuestos sobre un panel blanco. La artista nos lleva a una reflexión sobre la naturaleza y nuestra relación con ella. Aparecen aspectos complejos como lo cíclico, la representación o la captación del instante mientras entendemos su grandeza y lo cambiante de su carácter.