Mariona Borrull

«Anora», una película para todo el mundo

Anora es una joven stripper de Brooklyn que se enamora del hijo de un oligarca ruso y ambos orquestan una boda a espaldas de los padres de él.
Anora es una joven stripper de Brooklyn que se enamora del hijo de un oligarca ruso y ambos orquestan una boda a espaldas de los padres de él.

Tres años después de forzar la empatía con(tra) el avispado chulo de “Red Rocket”, la “Anora” de Sean Baker llega dispuesta a gustar a todo el mundo. Palma de Oro en Cannes, populérrima desdel primer minuto, esta dramedia indie resucita los engranajes aspiracionales de “Pretty Woman”, solo que barriendo para el universo callejero e irreverente que el de Nueva Jersey ha ido perfeccionando desde “Tangerine”.

A-NO-RA. «Un título que nadie será capaz de recordar hasta que vea la película. Después de verla, no podréis olvidarlo», prometía Baker antes del estreno mundial. Anora es una joven stripper de Brooklyn que se enamora del hijo de un oligarca ruso, hasta que los padres de él se enteran del matrimonio que la joven pareja ha orquestado a sus espaldas y las verdaderas caras de todo el mundo quedan sobre la mesa.

Desde Cannes, enumerábamos los ingredientes del éxito. De entrada, «una troupe de personajes antipáticos, endurecidos como un callo, aunque no menos carismáticos, a ratos incluso buenos como el pan». Luego la ascendencia, «a medio camino entre una relectura deslenguada de la Cenicienta y los enredos intergeneracionales del ‘Uno, dos, tres’ de Billy Wilder».

El porte dicharachero pero con calado de la actriz Mikey Madison, una cara hasta ahora en papeles secundarios o muy-secundarios (“Better Things”, “Scream”), remata la apuesta y se encara hacia la nominación al Óscar. Menos claro lo tenemos sobre Mark Eydelshteyn, el aniñado hijo del oligarca, una suerte de Timothée Chalamet ruso al que vimos en “Compartimento nº 6” y “La fiebre de Petrov”... Como sea, buenísimos resultados para el primer casting de toda la filmografía de Sean Baker.

«Musical y visualmente pop, sincopada a través de unos diálogos que son puro rap y con un trenzado magnífico del humor físico y verbal», “Anora” pule todo lo que el cineasta venía proponiendo hasta el momento. Recuperad aquella primera “Tangerine” (2015), una sinfonía urbana rodada con un iPhone y protagonizada por un reparto de brillantes trabajadoras sexuales vengativas en Hollywood.

O la siguiente, “The Florida Project”, donde retrataba la vida en un motel en los márgenes de Disney World, de la mano precarizada de Moonee y su joven madre (Bria Vinaite y Brooklyn Prince, otros grandes descubrimientos). Del anaranjado, al rosa, al rojo teja de “Red Rocket”. Hasta “Anora”: azul o dorada, porque en la película todo lo caro es cutre y viceversa.

Asimismo, todo lo oscuro amaga un reverso luminoso, lo simpático un regustillo agridulce. El film triunfa como cochecito de feria, frenético, divertido y algo apegado a su naturaleza intrascendente. Pero su victoria real pasa por mantenerse fiel a la ambivalencia que ha hecho grande el cine de Baker, donde nadie es nunca de una sola forma y todo tiene un reverso a desvelar.