Santos, pero no inocentes

Los cardenales se acumulan alrededor del cadáver del Papa recién fallecido; ninguno de estos hombres santos, venidos de los rincones más lejanos del mundo, se libra de maquinar cual moscas alrededor de un puesto vacante. Por mucho que el cura vista de seda, traidor queda. El liberal Bellini (Stanley Tucci) dice no querer el puesto, aunque su ego le pueda, mientras Tremblay (John Lithgow), representante de la Iglesia como Dios manda, se ensancha en una campaña sin escrúpulos. Tedesco (Sergio Castellitto), fascista, domina la grandilocuencia que la ocasión pide, mientras que Adeyemi (Lucian Msamati) esconde los pequeños desajustes en su historial para dejar limpia como una patena su candidatura como posible primer Papa negro. ¿Y qué querrá el mexicano Benítez (Carlos Diehz), llegado de Kabul y favorito del Papa, aunque nadie supiera de su existencia? Lo que empeora las cosas: las circunstancias de la muerte del antiguo líder están menos que claras.
Bendecido por la condensación de Agatha Christie, el cónclave deberá encerrarse en el Vaticano para votar, a diario y hasta conseguir una mayoría absoluta, por un nuevo líder. La Capilla Sixtina, donde se coloca la urna, se convierte en un patíbulo fascinante y los aposentos cercanos, custodiados sin descanso por el cuerpo de monjas que sirve (y vigila) a los Señores Padres, en escenario de intrigas crecientes. Ellas son clave, especialmente la superiora Isabella Rossellini. Habrá escándalos, revelaciones impúdicas, mucha agua del carmen y un toque de violencia. Entre medio de tanta pasión se lleva las manos a la cabeza el protagonista a desgracia de la película, el cardenal Lawrence (Ralph Fiennes, con todas las papeletas a Mejor Actor en los Óscar de este año). Él ha sido encargado de supervisar que el cónclave sea hecho con honradez, aunque la buena fe brille por su ausencia. El retrato de un detective atormentado que aún puede romperse ante el cinismo acaba de dar sabor a un complot que, ritualística aparte, todo el mundo lee como tal.
Naturalmente esto es material de novela de bolsillo, tan adictiva y desvergonzada como el libro que adapta, de Robert Harris. Ello no ha repelido al público, que lleva aupándola desde que se estrenara en Telluride y Toronto, a pesar de algunos reparos a un final que se ha leído como insultantemente gratuito, cuando el volantazo narrativo de bombo y platillo es exactamente lo que vinimos buscando. Quizás, como los religiosos, nos descubramos menos adeptos al cambio de lo que nos gusta admitir. En cualquier caso, “Cónclave” acumula papeletas de cara al Óscar, y no solo por Fiennes: Edward Berger ya se hizo con la Mejor Película Internacional por la bélica “Sin novedad en el frente” y solo “Anora” la adelanta en la mayoría de porras. Gracias a Dios que son ambas buenas opciones.

Por una actitud más saludable en Navidad
Navidades invertidas

«Ser los más salvajes tiene su belleza, y yo ahí me siento muy cómodo, porque es coherente con lo que pienso, digo y hago»

Mantala jantzi, ondarea gal ez dadin
