La culpa de todo no la tuvo Yoko Ono
A sus 92 años de edad, la creadora japonesa ha sido detalladamente biografiada por el periodista estadounidense David Sheff, especialista en su figura. El estudio defiende la trayectoria de la polifacética artista denunciando la misoginia y el racismo con la que ha sido juzgada como supuesta causante de la separación de los Beatles. Se estrena también el documental «One to One: John & Yoko».

Corría el año 1995 cuando los rockeros Def Con Dos lanzaron la canción “La culpa de todo la tiene Yoko Ono”, sobre la acusación a la pareja de John Lennon de haber separado a los Beatles. El cuarteto de Liverpool fue un gran fenómeno sociocultural y su frustrante disolución recayó sobre aquella extraña artista vanguardista que había compartido los últimos tiempos del grupo. El sambenito se cocinó con un alto grado de odio, insultos y desprecios, por mujer y oriental.
Medio siglo después, el veterano periodista estadounidense David Sheff denuncia la misoginia y racismo contra la “bruja fea” y reivindica su trayectoria creativa en la biografía “Yoko”, editada en castellano por Cúpula. En septiembre de 1980, y con 24 años, Sheff pasó tres semanas con el matrimonio Ono-Lennon, preparando un reportaje para la revista “Playboy”, antes que al exbeatle le mataran en diciembre. Después publicó el libro “All We Are Saying: The Last Major Interview with John Lennon and Yoko Ono”.
El cronista continuó una relación de amistad y colaboración profesional con Yoko. Su biografía ha contado con todas las facilidades por parte de Sean Lennon Ono, encargado del legado de sus progenitores. Este marchamo de “oficialidad” de la obra ha dado lugar a que muchas críticas consideren que se ha edulcorado la biografía a favor de su protagonista.
Esta primavera se estrena también aquí el documental “One to One: John & Yoko”, del escocés Kevin Mcdonald, que recoge el concierto protagonizado por la pareja en 1972, en el neoyorquino Madison Square Garden. La filmación se enriquece con entrevistas antiguas, reportajes de prensa, fotos o anuncios televisivos de entonces. Sean ha encabezado la labor de reactualizar el sonido de las canciones de sus procreadores.


ESPURIA FELINA
Su biógrafo asegura que la artista nipona «siempre ha quedado oculta en la alargada sombra» de los Beatles y «sumida en la oscuridad» por la campaña de difamación contra su persona. Opina que «aparece como una caricatura, una curiosidad, o incluso una villana; como una seductora inescrutable, una estafadora, una manipuladora, una espuria felina que hipnotizó a Lennon y provocó la ruptura del mejor grupo de música de la historia». Y subraya que «los comentarios racistas y sexistas provenían de la prensa, los fans, el círculo próximo a los Beatles, incluso del resto de los Beatles».
Sheff, prolífico periodista y escritor, explica que su propósito ha sido «no maquillar la verdad con el fin de dibujar a Yoko, ni como santa ni como pecadora. He hecho lo posible para reconstruir fielmente los hechos y conversaciones, para reflejar las cosas tal y como pasaron. Incluyo los errores y fracasos de Yoko. Expongo la profundidad y la semilla de su dolor, de su miedo. También su enorme sabiduría, astucia, humor, inspiración, talento y alegría; su resistencia, su compasión, sus éxitos y su genialidad».
La detallada biografía sobre Ono relata su niñez y juventud en Japón, su posterior trayectoria artística en EEUU y su relación con Lennon. Desliza interioridades como los duros momentos de los varios abortos naturales que sufrió y de los intentos de suicidio. Narra el secuestro de su primera hija por su padre, que contó con otro secuestro temporal a cargo de Ono-Lennon en Mallorca, sobre el que los realizadores Marcos Cabotá y Joan Bover presentaron en 2018 el cortometraje “Kyoko”. Y descubre la pasión de la creadora oriental por las cartas astrales, el tarot o la numerología.


NIÑA DEL OCÉANO
El libro arranca relatando iniciativas originales de la artista japonesa como cuando en 1965 presentó “Pieza corte”, en la que invitaba a los espectadores a que le cortaran trozos de tela con unas tijeras y que hubo de suspenderse ante algunas actitudes agresivas. Esa performance fue nombrada en 2020 por “The New York Times” como «una de las veinticinco obras de arte-protesta estadounidense más influyentes desde la Segunda Guerra Mundial». Muchos análisis la entendieron como un alegato feminista sobre la violencia contra las mujeres.
Había nacido en 1933 y vivió una infancia de cambio de casas y escuelas y mucha soledad. En 1936 nació su hermano Keisuke y en 1941, su hermana Setsuko. Provenían de la rica dinastía Yasuda, su padre era un alto empleado bancario y vivieron una infancia de élite hasta que estalló la guerra.
Yoko tenía doce años cuando en marzo de 1945 Estados Unidos lanzó 1.665 toneladas de bombas incendiarias sobre Tokio y más de 100.000 personas perdieron la vida. En agosto, el horror nuclear destruiría Hiroshima y Nagasaki con alrededor de 200.000 personas muertas. La familia huyó a un pequeño pueblo para vivir en una casa casi sin techo y subsistir del trueque y la mendicidad. Según su biógrafo, Yoko, que significa “niña del océano”, se estrenó como performer proponiendo disfrutar de comidas imaginarias.
Tras la guerra, regresaron a Tokio y la biografía aclara que «fue una niña que vivió entre el privilegio material y la pobreza emocional. Sus padres eran distantes, desdeñosos. No era solo que nunca estuvieran para ella, sino que la aislaron del resto de los niños. Gran parte de la vida personal y creativa de Yoko ha sido una respuesta directa a esa desatención y a la serie de traumas que sufrió». Ya adolescente, arrastró problemas psicológicos y físicos y, en medio de depresiones, intentó suicidarse varias veces.


ARTE PARTICIPATIVO
Trasladada con sus padres a Nueva York, se integró en el entonces boyante mundo bohemio de Greenwich Village, desplegando una multiplicidad creativa como pintora, escritora y poeta, escultora, cineasta, arquitecta, música y “cantante”.
Porque más que entonar, como escribe su biógrafo, «su voz era como un instrumento de quejidos: disonante, llena de gemidos, gritos, capaz de la más profunda de las agonías y el más alto de los éxtasis, lo que le hizo ganarse algunos adeptos y muchos detractores».
Ono fue pionera del arte participativo e intervino en el mundo de los sonidos experimentales, colaborando con los pioneros La Monte Young, John Cage o el colectivo Fluxus. Realizó su primera exposición y su primer concierto en 1961. Algunas de sus tempranas creaciones como “Lighting Piece” o “Painting to Be Stepped On” se publicaron en el influyente libro “Grapefruit” (1964).
Se estrenó en Japón en 1962 con “Instructions for Paintings”, que tuvo críticas ferozmente machistas. Entró en depresión, casi suicida, e ingresó en un hospital psiquiátrico. Estaba casada desde 1956 con el músico vanguardista Toshi Ichiyanagi, pero se separó y se casó con el norteamericano Anthony Cox, también músico alternativo, con quien vivió en Japón y tuvo su primera hija. Se alejó de las tendencias suicidas y se fue asentando como artista alternativa.


HIRIENTE AUTENTICIDAD
En 1964 la pareja regresó a Nueva York con su hija y Yoko desplegó su originalidad con recurrentes obras como el corto “Culos”, sucesión de primeros planos de traseros. En 1966 fue la única mujer invitada al “Simposio de la destrucción en el arte”, celebrado en Londres.
Atrapada por el encanto del swinging London y cada vez más distanciada de su marido, expuso su obra en la galería de moda Indica, ambiente en el que se movían músicos de moda y donde apareció John Lennon, a quien la muestra le enganchó. Ambos no tenían ni idea de la existencia del otro. El rockero de Liverpool, siete años menor que ella, reconocería tiempo después que «quedó fascinado por la ligereza y el ingenio de las obras de Yoko» y que la pureza de su arte era «el mismo motivo por el que Van Gogh fue ninguneado en vida, porque su autenticidad resultaba hiriente».
Había surgido el flechazo que cambió su vida y organizaron de inmediato la exposiciónconjunta “John Lennon and Yoko Ono: Four Thoughts”. Lennon dio un cambio radical a su vida de perdido en el cosmos para participar con su pareja en protestas y campañas. La unidad afectiva, creativa y activista de la pareja se extendió durante la década larga en la que convivieron. Gran parte de la nueva biografía se centra en esa relación, aunque solo represente catorce de los 92 años que Ono ha vivido hasta hoy.


DOS VÍRGENES
¿Fue Ono una razón de peso en la disolución de los Beatles? Los diferentes estudios parecen confirmar que, para cuando entró en escena, el cuarteto estaba resquebrajado por dentro. Puede entonces que no fuera la causa directa de la ruptura del grupo, pero incordió lo suyo. John la invitó desde 1968 al estudio de grabación, donde se sentó, casi siempre abstraída en sus cosas, en las sesiones de los LPs “The Beatles” (“White Album”), “Let It Be” y “Abbey Road”.
Según la biografía, «fue tachada de intrusa por interferir en la magia de los Beatles, cuando la realidad es que solo iba porque John la quería a su lado». Paul McCartney confesaría que «era como: ¿y esta quién es?, ¿qué hace sentada sobre mi amplificador?». En paralelo, la nueva pareja comenzó a protagonizar actividades artísticas a dúo y se estrenó musicalmente con el nada fácil álbum “Unfinished Music No. 1: Two Virgins”, con ambos desnudos en portada y contraportada.
El rechazo social fue casi histérico y se repitió con la exposición de Lennon en Londres de litografías de desnudos. Con los Beatles grabando aún sus últimas canciones, Ono y Lennon publicaron nuevos discos: “Live Peace in Toronto” y “Wedding Album”. La serie documental “The Beatles: Get Back”, de Peter Jackson, documentó los últimos tiempos de los Fab Four, incluida la despedida en directo en la azotea de sus estudios de grabación, en enero de 1970, y mostró la intromisión de aquella particular mujer en la intimidad creativa del cuarteto.




PAREJA DE ACTIVISTAS
Lennon confesó al biógrafo Sheff en 1980: «El famoso, el que debería saberlo todo soy yo, pero es ella la maestra. Todo lo que sé me lo ha enseñado ella». La nueva realidad del músico se hizo viral cuando en 1969 devolvió a la reina la medalla del Imperio Británico con la que se había condecorado a los Beatles en 1965. Durante la luna de miel de 1969, la pareja protagonizó en hoteles sus sonadas “encamadas por la paz”.
Liberado de su abstracción beatle y para contactar con la realidad, John buscó relacionarse con la vanguardia revolucionaria londinense y en 1971 mantuvo encuentros con el destacado militante Tariq Alí y otros miembros del trotskista International Marxist Group. Alí los relataría en su libro “Street Fighting Years” con un Lennon muy lúcido en sus reflexiones sobre el poder capitalista y la respuesta de la clase trabajadora, su defensa de la liberación femenina, vía Yoko, y su odio general por el sistema, la policía y el ejército.
De aquellos encuentros son las conocidas fotos de la pareja manifestándose empuñando el periódico “The Red Mole” (El Topo Rojo) con portadas a favor del IRA y exigiendo la retirada del Ejército británico del Norte de Irlanda. Lennon, en estrecha colaboración con Ono con su experimento Plastic Ono Band, tenía ya la combativa canción “A Working Class Heroe” o la pacifista “Give Peace A Chance”.
Por entonces nació la emblemática “Imagine”, ideada por Yoko, pero registrada solo a nombre de su marido; algo de lo que Lennon se arrepintió y excusó con el tiempo. En verano de 1971 se trasladaron a Nueva York, donde siguieron participando en el movimiento contra la guerra en Vietnam y popularizaron el villancico “Happy Xmas (War Is Over)”. Fueron pacifistas y humanitarios, fueron vigilados y fichados por el FBI por “subversivos” y la administración de EEUU intentó deportar a John.
DOLOR Y RESURRECCIÓN
La relación pasó por altibajos y una larga separación, pero la biografía señala que, «tras el nacimiento en 1975 del primer hijo, Sean Taro Ono Lennon, ella vivió los cinco años de mayor felicidad de su vida». John se encargó de la crianza de su “Beautiful Boy”, mientras Yoko se ocupaba de los múltiples negocios: editoriales, participaciones en la discográfica Apple, asuntos jurídicos, inversiones en arte, antigüedades o propiedades inmobiliarias. En 1980 ese equilibrio familiar se hizo patente con la edición en otoño del álbum conjunto “Double Fantasy”.
Pero todo saltó por los aires el 8 de diciembre cuando Mark Chapman mató a Lennon a tiros en presencia de su pareja. Dice la biografía que, para Ono, «ese trágico suceso fue solo el principio de su infierno» y detalla que pasó después por «traiciones, robos, extorsiones y amenazas de muerte». Un tiempo en el que se sintió «tan frágil como un cristal a punto de hacerse añicos».
Pero superó la dura prueba, aunque tuvo que luchar contra situaciones de inseguridad y vivir siempre rodeada de guardaespaldas, además de batallar contra la publicación de oportunistas libros sobre Lennon. Se emparejó con Sam Havadtoy, decorador de las mansiones de la pareja, con quien convivió hasta pasado el año 2000.
Convertida en heredera del legado de su marido, gestionó la edición de una veintena de discos, pero no dejó de crear sus propios álbumes acumulando también unas veinte obras de estudio. En el campo cinematográfico posee también unas veinticinco filmaciones. Y, por fin, una amplia representación de artistas, músicos, críticos e historiadores del arte la han ido reivindicando como pionera. Ha expuesto en los museos más importantes, fue León de Oro en la Bienal de Venecia de 2009 y la galería londinense Tate Modern reunió el año pasado su retrospectiva más completa.


PODER FEMENINO
En el campo musical, y casi octogenaria, colaboró con B-52’, Sonic Youth o el rapero RZA, de los Wu-Tang Clan. Nombres como Patti Smith, Laurie Anderson, David Byrne, Cindy Lauper, Lady Gaga… han reivindicado su legado. El veterano Pete Townshend, de The Who, ha opinado que «fue una de las primeras terroristas del arte, capaz de combinar una profunda moralidad con la confrontación y el impacto». Kim Gordon, de Sonic Youth, dijo que «sigue siendo una de las figuras más radicales de la música, una adelantada a su tiempo».
Ha conocido también un reconocimiento de las músicas de club con trece canciones en el número uno de la lista de éxitos Dance Club de la publicación “Billboard”. El periódico “The New York Times” la nombró “reina del neo-disco”. Hay al menos cinco discos de homenajes colectivos a sus canciones. La explosión de las redes sociales le pilló mayor, pero se adaptó hábilmente tras haber afirmado en 2009 que «el ordenador es mi invento favorito». Se unió a Twitter en 2008 y el año pasado contaba con mas de 4,4 millones de seguidores.
Títulos como “Sisters, O Sisters”, “Angry Young Woman” o “Woman Power” han sido reivindicados como feministas y su influencia se ha reflejado en el punk-rock femenino radical. Tobi Vail, la batería de Bikini Kill, influyente grupo de la onda riot grrrl, la nombró «primera cantante punk rock de la historia» y escribió que «la juventud feminista de hoy abraza a Yoko Ono». Courtney Love le cantó con su grupo Hole “20 Years in the Dakota” y defendió que las riot grrrl están «siempre en deuda con ella».
UN GRANO DE ARROZ
En 2014, se expuso en el Museo Guggenheim de Bilbo “Yoko Ono. Half-A-Wind Show-Retrospectiva”, hecho que se recuerda en la reciente biografía, citando al crítico de arte Jonathan Jones que se preguntaba, «¿existe algún estilo artístico contemporáneo en que Ono no haya sido pionera?». La creadora estuvo presente en la muestra y visitó también Donostia, dejando constancia en las redes sociales de su paso por un conocido restaurante del monte Ulia. Años después, el diseñador Xabi Zirikiain abrió unos metros más abajo el espacio Asociación Guipuzcoana de Amigas de Yoko Ono.
Cuando se pregunta a Lennon en el nuevo documental cómo desearía que fueran recordados, responde: «simplemente como dos amantes». Superados los noventa años de edad, desde hace tiempo en silla de ruedas y residiendo entre su amplia granja y el enorme apartamento en Manhattan, la particular creadora podría ser recordada por humildes confesiones como «me gusta ser pequeñita, como un grano de arroz... ser prescindible como una hoja de papel».
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