Ibai Azparren
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad
Elkarrizketa
María Celeste Maradiaga
Reportera

«Nos sostenemos con la valentía de querer contar Honduras»

Aunque una leve gripe la obliga a disculparse al inicio, María Celeste Maradiaga recibe a 7K con una sonrisa serena en un local de Tegucigalpa. La tarde es densa, y el calor de julio invita a servirse un vaso del dispensador de agua fría ubicado junto a la entrada. Con apenas 26 años, Maradiaga forma parte desde hace casi cuatro de «Contracorriente», uno de los pocos medios independientes que resisten en Honduras. 

(Rene Posada)

Fundado en 2017, este medio digital nació al calor de las protestas ciudadanas que estallaron tras el desfalco del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) por parte de funcionarios públicos y miembros de la élite económica del país. Un escándalo que dio origen al Movimiento de las Antorchas en 2015 como expresión masiva del hartazgo social frente a la corrupción gubernamental.

Eran los años posteriores al golpe que derrocó a Manuel Zelaya, y cuando Juan Orlando Hernández emergía entre los escombros institucionales para el impulso de un narcoestado en todas sus reglas. Tiempos en los que se asfaltaban caminos para abrir rutas a la cocaína, cuyos cargamentos eran protegidos por fuerzas de seguridad. Una década en la que la violencia se disparó hasta hacer de Honduras el país con la mayor tasa de homicidios. Pero, entre el miedo y el hartazgo, también surgieron movimientos y nuevas voces en el ecosistema mediático que aportaron algo de oxígeno a un país asfixiado.

«Queríamos contar lo que pasaba, pero no desde el mismo lugar de siempre, sino acercándonos a las comunidades, a las juventudes, al espacio digital, a la academia», detalla María Celeste Maradiaga. En la redacción de “Contracorriente”, compuesta por casi una veintena de personas, todos y todas hacen de todo: «Crónica, investigación, TikToks, cualquier contenido multimedia… porque no podemos quedarnos solo en investigaciones de quince páginas». La prioridad es llegar donde está la gente, aunque eso implique exponerse más: «Con plataformas como TikTok somos más visibles… y también más identificables».

El expresidente Hernández fue finalmente condenado por narcotráfico en EEUU, y el triunfo de la progresista Xiomara Castro y su partido Libre en noviembre de 2021 reconfiguró el tablero político, pero no aplacó las tensiones entre el poder y el periodismo. Maradiaga lo resume sin rodeos: «Muchísimas personas de la sociedad civil y activistas que eran aliados pasaron a ser poder, y creyeron que nosotros también nos íbamos a plegar. No fue así. Seguimos cuestionando y eso nos convirtió en incómodos. Estamos fichados por el periodismo que hacemos».

Honduras sigue golpeada por múltiples violencias que no cesan; desde las que golpean a comunidades rurales enfrentadas a megaproyectos, a las que arrasan con la vida de ambientalistas y defensores, y las que recaen de manera particular sobre las mujeres en un país con cifras alarmantes de feminicidios. Maradiaga indica que la hostilidad no se limita al terreno político o a los intereses económicos, también se expresa en forma de machismo y “adultocentrismo” que obliga a periodistas jóvenes como ella a hacer un esfuerzo extra para ser tomadas en serio.

«Contracorriente» se ha consolidado como uno de los pocos medios independientes en Honduras. ¿Cómo nace el proyecto, qué papel busca cumplir en ese escenario y cómo se inserta usted en ese trabajo colectivo? “Contracorriente” nace en 2017, después del desfalco del Seguro Social que motivó el Movimiento de las Antorchas, de los indignados. Fue un acontecimiento que movilizó a muchísima sociedad civil y periodistas. La idea fue plasmar lo que acontecía no desde el poder mediático de los medios tradicionales, sino acercándolo a la comunidad, a los barrios, al espacio digital, a las juventudes y a la Academia. Yo trabajo en el medio desde hace cuatro años casi; soy una periodista enfocada en medio ambiente, género y estructuras de poder, aunque en “Contracorriente” todos hacemos de todo un poco: escribimos crónica, investigación, hacemos TikTok y cualquier contenido multimedia que llegue a la mayor cantidad de personas. Creemos que no podemos crear investigaciones de quince páginas solamente, sino también formatos que lleguen a la mayor cantidad de personas. De hecho, ahora cubro también la Casa Presidencial, el Congreso Nacional... todo el acontecer político en un año electoral marcado por la desinformación y el caos.

Menciona que trabaja en medio ambiente, género, investigación... temas especialmente espinosos en Centroamérica. ¿Cómo es cubrir estos ámbitos en un país como Honduras, donde existen presiones de empresas, del Estado y también del crimen organizado? Es complejo. No solo vemos persecución en forma de intimidación, amenazas u hostigamiento de funcionarios, también en la creación de narrativas en el espacio digital. Hemos reporteado campañas coordinadas contra periodistas, organizaciones de sociedad civil y defensores del ambiente. En el Estado hay una Secretaría de Planificación Estratégica ideada para crear campañas, granjas de bots, que fomentan el discurso del Gobierno. Es propaganda que ya no se mueve en clips de televisión, en publicidad, sino en redes sociales.

En el terreno periodístico, la hostilidad siempre está en proyectos extractivos, como una hidroeléctrica. Allí siempre vamos a notar cierta hostilidad. Al final cubrimos territorios en disputa constante y los proyectos extractivos crean división en la comunidad para poder instalarse. Ahí no solo influye el político, sino los empresarios y una serie de actores hostiles, como todo lo que rodea la zona del Bajo Aguán. Si vas allí, siempre pasa algo. Es otro mundo casi inexplorado. Pero no solamente está esa hostilidad, también hay machismo o adultocentrismo. Toca hacer un esfuerzo extra para que te tomen en serio a la hora de hacer periodismo.

Ustedes surgieron con la voluntad de narrar el país desde las comunidades, desde los barrios y desde lo digital. En ese camino, ¿cómo perciben al resto de medios de comunicación hondureños, sobre todo a los más grandes? La tendencia de los medios tradicionales es plegarse a quien esté en el poder. Cuando desde el periodismo independiente hacemos descubrimientos -nosotros u otros-, tratan de invisibilizarnos: rara vez nos dan créditos o nos consultan como fuente. Actualmente, muchos se alinean con las políticas del Gobierno actual, pero hay mucho bagaje del golpe de Estado. Fue en 2009, pero personas que estaban al mando entonces están de vuelta. Es un país complejo de explicar. Por ejemplo, el Colegio de Periodistas u otros actores políticos se han conformado como oposición, pero no representan a los comunidades que no están plegadas al poder. Desde afuera parece que están contra las irregularidades del Gobierno, pero muchos de esos periodistas estuvieron muy plegados al poder de Juan Orlando Hernández. Hay mucha tela que cortar; el espacio cívico se ha ido cerrando.

¿Y cómo es la relación de «Contracorriente» con el actual Gobierno de Xiomara Castro, que llegó con tantas expectativas de cambio? No ha sido buena. Con el cambio de gobierno, ciertas personas de la sociedad civil que eran aliados a la hora de contar las cosas, pasaron a ser poder y creyeron que nosotros también íbamos a plegarnos al Gobierno de Xiomara Castro. No fue así; seguimos cuestionando y eso nos convirtió en incómodos. Además, plataformas como TikTok nos hicieron más visibles y hoy una piensa hasta dónde va a tomarse un café porque no sabe qué actor hostil se puede encontrar. Y ya ha pasado. A veces nos reconocen en la calle para bien, pero a veces se vuelve hostil. Y desde el Estado hacen comunicados criticando nuestras notas, diciendo que son falsas.

Esa hostilidad, ¿se ha traducido alguna vez en censura o en la necesidad de autocensurarse? A la hora de hacer periodismo, estamos muy en sintonía con lo que este requiere. Hay miedo por las cosas que hacemos, pero tratamos de sostenernos con la valentía de contar el país. A veces firmamos como “Contracorriente” por repercusiones legales. A nivel personal, hasta el momento no me he autocensurado, aunque todo puede cambiar. Realmente, no juzgo a colegas que sí lo han hecho porque el ambiente es complejo.

En noviembre están previstas las elecciones generales. ¿Qué lectura hacen de este proceso? Son el 30 de noviembre y todo empezó mal desde las primarias del 9 de marzo. Una de las mayores irregularidades que se dio fue que el material electoral se trasladó en buses de transporte público. Sin embargo, la ciudadanía jugó un papel crucial porque, aunque algunos centros de votación no tenían el material a la hora, mucha gente llegó a votar casi de noche. Esas irregularidades han dejado el proceso atropellado. Sobre todo porque el Consejo Nacional Electoral lo integran tres comisionados, los tres partidos mayoritarios y, por tanto, no premia la independencia sino la negociación entre partidos. El comisionado del partido de gobierno dijo que se quieren boicotear las elecciones, como fue en 2017 y 2012. Como él ha dicho esto, ha generado un clima de boicot y fraude. Mucha gente piensa que no serán como en 2021, cuando Xiomara Castro ganó con participación histórica. Huele a que no va a ser un proceso electoral ordinario, hay zozobra e incertidumbre.

Usted lo menciona, el Consejo está formado por cuotas partidarias. ¿Puede generar confianza entre la ciudadanía un órgano con esa composición? Yo diría que no. El Consejo lo integran representantes de partidos, no representa la voluntad ciudadana. Además, no solo obedecen a los partidos políticos, sino a los caciques de estas formaciones.

Más allá del plano electoral, Honduras vive una violencia constante hacia quienes defienden el medio ambiente. En fechas recientes, la muerte de Juan López, figura clave en el Bajo Aguán, ha sacudido a quienes luchan por el territorio. ¿Cómo ha impactado esto en ustedes y en su labor periodística? Ha sido devastador. No me parece correcto apelar ahora a que conocíamos a esas personas, pero he de decir que era así. Juan López era un referente, era quien te conectaba y te decía cómo estaban las cosas. Escribía diarios, columnas, las mandaba por WhatsApp. Su asesinato no ha sido investigado con la rigurosidad que esperábamos y mandó un mensaje claro: si una persona tan vocal y tan expuesta cae, cualquiera está exento de que eso le suceda en el país. El mecanismo de protección no funciona; está desarticulado. Aparte de la falta de investigación, los defensores no tienen algo que garantice sus derechos. De hecho, Honduras no ha ratificado el Acuerdo de Escazú para garantizar esos derechos.

El Gobierno mantiene un estado de excepción y parece imitar a Bukele. ¿Ha cambiado algo en la seguridad ciudadana? Estamos en un estado de excepción que trata de burlar a Bukele, pero no funciona. Hemos mostrado cómo el Estado ha inflado capturas incluyendo violencia doméstica o feminicidios, y estos no se han detenido. No hay avance ni solución. Y con el Estatus de Protección Temporal (TPS) cancelado hace poco, aumenta la incertidumbre: ¿qué pasará con los migrantes retornados si no hay respuesta aquí? El desplazamiento forzado por violencia es una de las principales causas de migración.

En este contexto hostil, ¿cómo se sostiene económicamente un medio independiente como «Contracorriente»? Recibimos donaciones de filantropía. Además, tuvimos que cancelar proyectos por lo que pasó con USAID. Si bien este no era un donante permanente, si había muchísimos proyectos de enseñanza, por ejemplo, que llevábamos a cabo con USAID. El panorama es complicado respecto a la recaudación de fondos. Con todo lo que está pasando a nivel regional, hay zozobra sobre qué podría ocurrir.

El exilio se ha convertido en destino obligado para muchos periodistas en Centroamérica. ¿Cómo lo viven ustedes en la redacción? En “Contracorriente” ya hemos hecho salidas preventivas; así como salimos, regresamos. Una vez nos preguntaron: «Si van al exilio y no pueden hacer periodismo, ¿qué van a hacer?». Nos quedamos en shock porque no sabemos. No quiero romantizar el periodismo, pero le hemos dedicado tanto, hemos ido a tantos lugares y tratado con tantas fuentes, que esa pregunta no puedo contestarla ahora. El exilio sería algo terrorífico para mí. Si pasase, espero que no, tendríamos que buscar la forma de seguir haciendo periodismo, en honor a los colegas que continúan haciéndolo.