TERESA MOLERES
SORBURUA

Chocolate y vainilla

El cacao para fabricar el chocolate procede de la cultura maya del Yucatán, donde vivía el dios Quetzalcoalt, jardinero del Universo que, para satisfacer la glotonería de los mayas, les dio el árbol del cacao. Con sus semillas machacadas y mezcladas con sal, pimienta, especies, quinquina e incluso patatas y harina de girasol, hacían una bebida que tenía virtudes afrodisíacas para mujeres y hombres. Mayas y aztecas consumían el cacao como una sopa espesa y fuerte.

Al tener conocimiento de sus cualidades, los españoles trajeron el cacao a la península, pero su gusto no era de su agrado, así que llamaron a las monjas reposteras que, con su talento culinario, reemplazaron las especies por miel, vainilla o crema, dando lugar al chocolate que conocemos.

La vainilla también era un afrodisíaco, en este caso para los aztecas. Dos dedos de tequila perfumada con tres vainas de vainilla volvían a los mexicanos a los 20 años. Hernán Cortés probó la mezcla cuando el emperador Moctezuma le dio en una taza de oro chocolate perfumado a la vainilla, aunque, según cuenta la historia pequeña, el conquistador solo vio la taza. A partir de ese momento, las carabelas españolas, además de los tesoros de los que todos hemos oído hablar, traían cargamentos de cacao y vainilla.

El cacao convertido en chocolate no llegó a las gentes comunes hasta el siglo XIX gracias a fabricantes como Suchard o Menier, y desde entonces su consumo ha crecido de una manera vertiginosa. Más ahora que, según los últimos estudios, las sustancias estimulantes que contiene, de esto algo sabían los mexicanos, son buenas para el sistema nervioso, además de ser un antidepresivo, porque provoca la secreción de endorfinas.

La vainilla encontró en su cultivo muchos problemas, porque esta orquídea necesita de una abeja especial para fecundarse o en su defecto, la mano del cultivador. En cuanto se descubrió este método de fecundación artificial en la isla Reunión, su producción no ha dejado de crecer.

Con cuidados especiales se pueden cultivar las dos plantas, pero dadas su exigencia y su dificultad, mejor que optemos por las recetas aztecas para preparar una taza de chocolate con vainilla, aunque no dispongamos de la taza de oro.