Nagore Belastegi
detrás del telón

Tras el kimono de Cio-Cio-San

Una aparente calma precede a la tempestad; en este caso, la ópera «Madama Butterfly», uno de los títulos más populares y aclamados de la historia, que ha traído Japón a Bilbo. Las butacas, vacías, esperan a que el público las ocupe, mientras músicos y cantantes calientan instrumentos y voz. Todavía no está todo en orden, faltan piezas del puzzle por encajar, pero el espectáculo echa a andar como una máquina bien engrasada.

Frente al teatro, el cine o cualquier otro género musical, se puede decir que la ópera continúa siendo la gran desconocida para el gran público. Quizás, porque durante años parecía un privilegio exclusivo de las clases altas. Hoy, las cosas han cambiado, la ópera es accesible a todos, pero queda darla a conocer a la gran masa que todavía la sigue viendo como algo elitista. La Asociación Bilbaina de Amigos de la Ópera ABAO-OLBE, consciente de esta dificultad, puso en marcha hace años la iniciativa Ópera Berri, con la que pretende acercar este género musical a nuevos públicos. El proyecto ofrece la posibilidad de asistir a la representación de algunos de los títulos programados en cada temporada con entradas que rondan el 50% de su precio habitual. Precisamente, este año la función de Ópera Berri de “Madama Butetterfly” colgó el cartel de «no hay entradas». El tenor y la soprano no eran los mismos que en la representación oficial, pero sí el resto del elenco, al igual que la orquesta y el director, la puesta en escena… y, en definitiva, la ópera y la emoción de escuchar la conmovedora “Un bel di vendremo”. ABAO lleva décadas acercando a la sociedad los títulos más emblemáticos del género operístico. Esta temporada, tras “Attila” (Giuseppe Verdi), “Werther” (Jules Massenet) y “Madama Butterfly” (Giacomo Puccini), llegarán “Cavalleria Rusticana” (Pietro Mascagni), “Pagliacci” (Ruggero Leoncavallo) y “Otello” (Giuseppe Verdi).

Antes de que el público llene las butacas aún vacías, antes de que suba el telón, entre bastidores hay todo un equipo que trabaja para que todo esté perfecto. 7K estuvo en el Palacio Euskalduna de Bilbo el pasado 10 de febrero, coincidiendo con el ensayo general previo al estreno de “Madama Butterfly”, de Giacomo Puccini, una de las óperas más famosas y mejor valoradas de la historia. Narra la historia de una joven japonesa de 15 años, Cio-Cio-San, y sus amores con el teniente Pinkerton, un marinero estadounidense. Cio-Cio-San cree que será un amor para toda la vida, pero él tiene claro desde el principio que este matrimonio solo es un divertimento, porque volverá a su país y se casará con otra mujer. Cuando Pinkerton regresa a EEUU todos advierten a la joven que su marido no volverá, pero Cio-Cio-San mantiene la esperanza. La historia se torna en tragedia cuando el marinero vuelve a Japón con su nueva esposa para hacerse cargo del hijo que –acaba de enterarse– tuvo Cio-Cio-San.

Entre farolillos y sombrillas, nos topamos con Alberto Sedano, responsable de figuración de ABAO. «El atrezzo está alquilado y viene de Italia. Hay veces en que nuestros atrezzistas se encargan de esta labor, y si está deteriorado lo arreglan o, si falta algo, lo fabrican. Esta producción no tiene demasiado atrezzo», reconoce. Su trabajo consiste en elegir a las personas que, no siendo parte del elenco, aparecen puntualmente en escena. En este caso, una de las dificultades con las que se encontró es que necesitaban un niño pequeño: «Es lo más complicado a la hora de controlar, porque tiene que estar quieto y callado». En cuanto a los figurantes, el director de escena, en este caso, pedía que tuvieran experiencia previa sobre el escenario. Así, lo que buscó eran personas que fueran capaces de seguir las instrucciones de un maestro del teatro kabuki que acudió expresamente a Bilbo. «Les está enseñando algunos movimientos para que tanto el coro como la figuración sean un poco más japoneses».

Los maquinistas, entre tanto, montan el escenario. Están de suerte, porque no tendrán que desmontarlo al final del ensayo, ya que al día siguiente el Euskalduna está libre. «Lo alquilamos para el ensayo también, así que si mañana hubiera habido otro alquiler tendríamos que desmontarlo y volver a montarlo todo otra vez», explica Sedano. “Madama Butterfly” no cuenta con un montaje demasiado complicado, porque prevalecen los paneles. Sin embargo, hay ocasiones en las que la cosa se complica. «Hay que cerrar el telón y, aunque musicalmente estemos rompiendo la armonía, es necesario cambiar la escena. A veces, aunque no queramos, hay que hacer una pausa, y eso requiere entre 20 y 25 minutos».

Sobre el escenario a medio montar, supervisa el ensayo Cesidio Niño, director artístico y de producción. A él le corresponde elaborar los calendarios de ensayos, programar cuándo descargan los camiones, cuándo empieza el montaje, cuándo las pruebas de vestuario… hasta que llega al área artística, de la que también se encarga: «Lo que también hago es contratar a los cantantes, buscar la producción, al director que dirija la orquesta, al director de escena… y hacer que todos se sientan lo más cómodos posible». En cuanto a los cantantes, una vez decididas las producciones, generalmente ya suele tener en mente a los más adecuados para cada papel, aunque «luego puede que no estén disponibles». Por ABAO han pasado «los mejores cantantes del momento», enfatiza, entre los que cita a Renata Tebaldi, Luciano Pavarotti, Alfredo Kraus, Montserrat Caballé, Placido Domingo, Mirella Freni… y Cesidio Niño espera que en el futuro siga siendo así. Es necesario programar las producciones con mucha antelación para que «todas las piezas del puzzle encajen». Así, ya tiene cerrada la agenda hasta mayo de 2017, aunque la cosa no acaba ahí: ya ha comenzado a apuntar qué óperas se pueden representar hasta 2020.

Aitziber Aretxederra es la encargada de los sobretítulos, tan necesarios para entender lo que se canta en escena. Aretxederra pasa la traducción en euskara y castellano a medida que van cantando. «En todos los teatros del mundo hay que hacerlo en directo, porque hay que esperar a que el cantante vaya entonando determinadas notas para poner las frases, que previamente están grabadas en una presentación powerpoint. Yo voy leyendo la partitura de canto-piano y cada dos o tres compases tengo una marca que me indica que tengo que pasar a la siguiente diapositiva. Para alguien que sabe leer música es un sistema bastante sencillo, pero que requiere mucha atención», afirma. También está a su cargo el programa didáctico con el que quieren desmitificar el mundo de la ópera y acercarlo a los escolares. «Nos encontrábamos con que, cuando íbamos a hablar a los colegios sobre la ópera, decían que ‘¡qué rollo!’. Así que vienen y se la vamos acercando contando anécdotas, entrando en el backstage… Les acercamos ese mundo oculto que a ellos sí les va a interesar», asegura. Ese mismo día, 120 escolares han acudido al Euskalduna para ver qué se cuece tras el telón.

De occidentales a orientales. En las plantas superiores se encuentran los camerinos. Si los montadores se ocupan de “maquillar” el escenario, Alicia Suárez, experta en maquillaje y posticería, trata de «orientalizar a los personajes, aportar a sus rostros la dulzura que falta en muchas ocasiones», algo que, reconoce, es lo que más dificultades le crea en el caso de esta producción operística. Además, las mujeres llevan pelucas de geisha y los hombres, una combinación entre pelo y calva. «Era signo de religiosidad llevar la cabeza medio calva», explica la maquilladora, que no para de trabajar. Además de eso, «hay que cubrir cejas y abombar los párpados, todo en un tiempo límite». Mientras caracterizan a los personajes a contrarreloj, se va formando la cola para pasar a la sala de maquillaje. Cada uno tiene adjudicada su peluca, su esponja de maquillaje y hasta su propio paquete de toallitas desmaquillantes.

En la pared cuelga un patrón de maquillaje, tanto para hombres como para mujeres. «Cada profesional tiene que acoplarlo al modelo que tengan, pero hay veces que es más difícil porque tienen el párpado más caído o la ceja muy ancha…». Además, maquillar para el teatro no es lo mismo que para, pongamos, lucir en un evento: hay que exagerarlo, teatralizarlo, para que los espectadores lo vean desde el patio de butacas. «Entre la distancia y la luz se pierden completamente los rasgos. Yo siempre digo que en el teatro el defecto hace el efecto».

Para completar el estilismo japonés, ¿qué más necesitamos? Un kimono, evidentemente. De eso se encargan Paquita de Prado y su equipo de sastrería. A veces, realizan ellos mismos los trajes y otras, como es el caso de “Madama Butterfly”, ya vienen confeccionados. Eso no significa que no tengan trabajo, puesto que deben adecuarlos a cada personaje. «Hay algunos trajes que tenemos que adaptarlos hoy mismo para la cantante del segundo cast [Ópera Berri], y esta noche preparamos algunos más para mañana, que tenemos otra cantante», comenta atareada. El problema que tienen los kimonos es que hay que ponerlos bien, para que queden como deben. «Estamos acostumbrados a cruzar siempre para el lado derecho, y el kimono siempre hay que cruzarlo para el lado izquierdo. Ahí siempre perdemos tiempo, porque nos liamos. Parece ser que los japoneses solo cruzan el kimono para el lado derecho después de muertos», cuenta como curiosidad.

Entre los arreglos que más se repiten en la producción de Puccini están los de los cinturones. «Tienen que ser altos y hay problemas si tienen mucho o poco pecho, los cinturones se bajan y hay que asegurarlos… La experiencia de años nos ha enseñado cómo poner el cinturón para que no se escape». Al igual que en el aspecto de maquillaje y peluquería, cada uno tiene su ropa y sus accesorios, etiquetados incluso en los calcetines. «En este trabajo puede ir mejor o peor cosido, con puntada más o menos pequeña, pero sobre todo tiene que haber mucho orden», asegura de Prado.

Pero el trabajo de sastrería no termina ahí. Cuando baja el telón, esperan a que los cantantes se duchen y, después, pasan a recoger los trajes por sus camerinos; tienen que dejarlo todo listo para la función del día siguiente. Todas las noches ponen lavadoras y, si hace falta, utilizan sprays desinfectantes con vodka rebajado en agua. En mayo, la ABAO acogerá “Otello”, de Verdi, y entonces las empleadas de sastrería trabajarán junto al diseñador Lorenzo Caprile creando el vestuario.

Las voces, los músculos de los cantantes. Entre instrumentos que comienzan a sonar, se distinguen las voces de las primeras figuras. Están calentando. Abordamos a Eduardo Aladren justo antes de que entre a maquillarse; él es el tenor principal e interpreta al teniente Pinkerton en el segundo cast. «El teniente Pinkerton es el que va a enamorar a Madama Butterfly y va a desencadenar toda la tragedia. Me ha tocado hacer de malo esta vez. En realidad, es un inconsciente, no es malo… es un vividor y quiere vivir la vida, aprovechar su juventud. Es el típico marinero que tiene una novia en cada puerto, pero al final se arrepiente, algo es algo», resume. A mediados de marzo estará en Gijón interpretando de nuevo a Pinkerton, y después viajará a Palma de Mallorca, donde hará “Eugene Onegin”, de Tchaikovsky. «Vamos de un lado para otro, la vida del nómada. ¡La vida del teniente Pinkerton!», bromea.

Preparar cada personaje puede llevarle un mes, aunque todo depende de la duración de la ópera y del idioma en que esté escrita. Antes de entrar en escena, calienta la voz. «La voz es como un músculo para los deportistas. A esos ejercicios les llamamos vocalizaciones. Yo suelo hacerlas poco a poco, al menos una hora antes de que empiece la función para no salir frío», explica.

Tras dejar al cantante para que termine de prepararse, solo nos falta hablar con la protagonista, Cio-Cio-San, o Madama Butterfly, en este caso interpretada por María Ruiz, la soprano del segundo cast. «Es uno de los personajes más complejos y complicados de la historia de la ópera, tanto vocalmente como actoralmente. Es un personaje lleno de matices. Es una niña de 15 años, pero puesta en la cultura oriental, que se transforma en una mujer y en una madre abandonada. Acaba suicidándose porque ve que ha perdido todo y prefiere renunciar a su hijo para que viva bien. Es víctima de su propio destino», explica. A María Ruiz, Cio-Cio-San se le hace aún más interesante porque todavía no ha sido madre. «Me llama mucho la atención el tema del abandono del niño a favor del bienestar de este. Es interesante meterse en la piel de ese personaje, de esa pureza de espíritu, que vive la vida no siendo consciente de sus circunstancias; es decir, que ha venido un americano y la está utilizando. Ella vive pensando en la vida que quiere vivir, no a la que está condenada. Profundizar en eso tiene mucha riqueza», reflexiona.

Es una historia tan intensa y triste que no deja indiferente a nadie. La soprano recuerda a una espectadora que acudió con su hija adolescente, que no dejaba de llorar. «Es con el personaje que más veces me ha venido gente después a decirme que se ha emocionado. Creo que es un título adecuado para que la gente se acerque por primera vez a la ópera. Y para los que ya son grandes aficionados, encuentran en ella un referente en el que volver a encontrar matices en los nuevos cantantes».

«Buenas tardes, faltan treinta minutos para comenzar», se anuncia por megafonía. Ha llegado el momento de dejar al equipo concentrarse.