TERESA MOLERES
SORBURUA

El escarabajo rojo

Siempre he creído que los estilos de las columnas griegas eran tres, hasta llegar a la costa de Tarragona y ver asombrada las palmeras de sus avenidas cercanas al mar convertidas en unas esbeltas columnas coronadas por capiteles estilo alcachofas gigantescas. El acanto de la corintia se ha convertido en alcachofa, dejando las palmeras sin sombra y sin palmas. Más tarde leo en un periódico local que la moda de esta poda se debe al ataque devastador del morrut roig o escarabajo rojo. Su ataque ya es visible en la costa levantina y en Baleares.

El escarabajo rojo es un depredador de palmeras de hasta cinco centímetros y de un rojo escarlata que no pasa desapercibido. Originario de Asia, llegó a la costa mediterránea a través de Egipto. Ataca a las palmeras en general, con especial predilección por la canaria y la datilera, aunque no desdeña a la wellingtoniana. Después de un vuelo de cinco kilómetros, deposita sus larvas en la copa, donde hace galerías hasta aplanarla y dejar la palmera convertida en palmas y tronco seco.

Como medida de precaución para evitar el contagio, se recomienda examinar la palmera en el momento de su compra. Si las palmas de arriba de la corona son más largas, mala señal, ya que el escarabajo está trabajando en su interior.

Las autoridades locales han dado orden de podar las palmeras hasta dejarlas alcachofadas en las primeras fases del ataque y aportar tratamientos mensuales durante los meses de calor, de marzo a octubre. Cuando el ataque está muy avanzado, hay que quemarlas o enterrarlas a tres metros de profundidad. También se emplean agentes biológicos, inocuos para el medio ambiente, como el hongo Beauweria bassiana. El problema surge en las palmeras de los jardines particulares, donde los propietarios no pueden hacer frente a los costes de la poda con maquinaria especializada, ni del tratamiento fitosanitario. Así que esperan la ayuda de la Administración para poder destruir correctamente las palmeras atacadas.

Mientras, las palmeras esperan al “morrut” del verano cuando, debido al calor, su ataque es especialmente virulento y la mortalidad más alta, hasta dejar un paisaje desolado.