IñIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Conquistar el horizonte

Amenudo, cuando se habla de geometría o de matemática, se entienden estas disciplinas como representaciones simplificadas del mundo que nos rodea. Parecería que estos campos de la ciencia se alejan de la naturaleza para, desde los extremos más importantes de esta, estudiar maquetas o modelos reducidos que nos ayuden a comprender el medio natural que habitamos.

Pero, por el contrario, es fácil comprobar cómo el rigor geométrico, por muy abstracto que pueda parecer, se encuentra en la misma esencia de la naturaleza. Hexágonos, octógonos o geometrías puras forman, por ejemplo, las estructuras de las alas de las libélulas o las estructuras de basalto que brotan de los volcanes islandeses. Los cristales de hielo o el horizonte son muestras de la existencia interna de una lógica matemática y geométrica en lo natural. Esta mezcla entre la fuerza desmedida e incontrolable de la naturaleza y su genética abstracta, presente en su génesis, la hace tremendamente atractiva y la convierte en un espectáculo, en objeto de deseo para el ser humano, capaz de realizar largos viajes para disfrutar de los paisajes naturales más extremos.

Cuando los visitantes pasean por la costa de Lincolnshire (Inglaterra), una escultura abstracta llama su atención y les invita a entrar en su interior. En ese momento, esa estructura se inclina lentamente hacia delante, recortando una imagen de la playa cercana enfrentada al horizonte, construyendo así una postal visible a través de un par de ranuras horizontales enfrentadas al rostro del visitante.

La torre fue desarrollada por los estudios de arquitectura londinenses Rudo y MSA en respuesta a un concurso organizado por el Consejo del Condado de Lincolnshire y el Centro de Arte local, artsNK, que invitaron a artistas y diseñadores para proponer una serie de intervenciones destinadas a promover el compromiso con el paisaje costero de la zona.

Los arquitectos diseñaron una estructura que anima a los visitantes a entrar en su cámara interna y que, mediante unos contrapesos, se inclina hacia el mar, aislando mediante ese movimiento al espectador de su contexto previo y ofreciéndole uno nuevo formado únicamente por el paisaje. Además, mediante la pérdida del contexto, este movimiento provoca una amplificación de las vistas y sonidos del paisaje, así como de la brisa del mar.

El proyecto se inspira, según sus propios autores, en los recuerdos de la infancia, cuando, como un juego, uno se inclinaba hacia el viento en la playa, intentando flotar y explorando así el ambiente extremo del lugar, del punto en el que la tierra, el mar y el viento, siempre cambiante, construyen el paisaje marino dominado por la línea geométricamente pura del horizonte.

La torre se eleva por encima de un banco de hierba artificial que se extiende a lo largo de la parte superior de la playa. Su forma angulosa y pintada de azul crea un hito vertical en el paisaje horizontal costero. Una escalera de acero galvanizado asciende desde la duna hacia una pequeña entrada ubicada en la parte trasera de la torre. Pisar el suelo amarillo del interior de la estructura hace que se incline lentamente hacia abajo.

Al acercarse a la entrada de la torre, se pierde la visión directa al mar y solo una pequeña cantidad de luz que se filtra a través de su ranura horizontal es visible para el visitante. A medida que el área de visualización de color amarillo se inclina hacia adelante, esta abertura se alinea con una abertura idéntica en el volumen exterior para proporcionar una vista panorámica de la arena que se extiende hacia el mar y un parque eólico marino en la distancia, ordenado por la radicalidad de la línea del horizonte.

Al inclinarse hacia delante para observar la vista, también las rejillas metálicas del techo se alinean con las aberturas de la base y del extremo superior de la torre, por lo que las ráfagas de viento marino recorren el interior, de forma que el visitante experimente la sensación del aire sobre su cuerpo y del sonido amplificado a medida que este pasa a través del interior cónico de la estructura. El movimiento de la plataforma activa también un martillo unido a un mecanismo de polea que golpea el interior de la estructura metálica, produciendo una nota resonante que está destinada a evocar el sonido de las boyas flotantes en el océano. Cuando el visitante sale del área de visualización, el contrapeso hace que la plataforma vuelva a su posición original, permitiéndole a aquel volver a la playa.

La torre está anclada en la duna mediante unas cimentaciones helicoidales, que, a modo de grandes tornillos, crean un fuerte agarre sin requerir extensos movimientos de tierra que deterioren el ecosistema del suelo. Un marco de acero galvanizado fijado a esas bases sirve de apoyo a los dos elementos metálicos pintados. Toda la estructura fue prefabricada en un taller y ensamblada en el lugar en un solo día.

La torre forma parte de un programa de proyectos que coloca arquitecturas a lo largo de la costa cerca de la ciudad de Mablethorpe y que tienen como objetivo atraer a los visitantes a explorar la región y su reserva natural. De este modo tendrán la posibilidad de capturar el paisaje e intentarlo con el horizonte, ya que este y su abstracción geométrica se alejarán de ellos cada vez que se acerquen.