2014 IRA. 26 Elkarrizketa Raúll de la Fuente Director «Queríamos mostrar un Haití fuerte y en lucha» Tras ganar un Goya al mejor cortometraje por «Minerita», Raúl de la Fuente presenta en Zinemira «I am Haití», una mirada optimista a la vida de los haitianos tras el terremoto de 2011. Para ello cuenta con la ayuda de la productora y guionista Amaia Remírez y del productor ejecutivo Alejandro Pacheco. Nagore BELASTEGI DONOSTIA Haiti sufrió su peor desastre en 2010, cuando un terremoto se llevó cientos de miles de vidas. El director navarro Raúl de la Fuente trae a Zinemaldia un Haití más amable, que a pesar del dolor sonríe y sigue adelante. Tras el terremoto, muchos haitianos lo perdieron todo, pero en el film más de uno dice que otros están peor. ¿Es el optimismo el tema principal? Has dado en el clavo. Esta película la hacemos para enseñar una situación diferente, no el Haití que sale siempre en los telediarios relacionado con las miserias. Queremos mostrar la dureza de la vida en Haití como punto de partida, pero ellos le dan la vuelta y viven con una alegría y una ilusión a la que aquí no estamos acostumbrados. Me imagino un terremoto en Euskal Herria en el que mueran 300.000, no sé yo si estaríamos tan animados. Me sorprendió su capacidad de vivir el presente y de superar el pasado. Tienen mucho que enseñar. ¿Qué importancia tiene el vudú en la película? Las supersticiones marcan la vida de los ciudadanos de Haití. Nuestros protagonistas, que son Oriental (un rapero callejero) y Mara (una chica que escapó de casa cuando murió su madre), tienen en común que han perdido a sus padres. Oriental y todo su barrio están convencidos de que su padre vino del más allá para llevarse a su madre, porque murió justo el mismo día del mismo mes, pero un año después. Mara cuenta que su madre murió por un mal de ojo. Celeur, que es el artista a través del cual contamos la película, dice que trabaja con el diablo y que su inspiración viene de oír hablar a alguien o de mirar, de más allá. Al final de la película apelan a sus raíces. Ellos consideran que son esclavos traídos a la fuerza desde África y que son el primer país negro que obtuvo la independencia. En medio de ese caos, Celeur consigue ganarse la vida con sus esculturas. Es un personaje poco representativo de los haitianos. Es un artista genuino e integral, y tiene la suerte de que gracias a su arte puede vivir a un nivel mucho más alto que el resto de sus compatriotas. Él es el catalizador de todo esto, mira desde el cielo a su gente y nos cuenta las historias. La mirada de Celeur era importante, porque es artística y va más allá de la del resto. ¿Cómo se encontraron Haití tras el terremoto? Lo primero que sentí es que estaba mucho mejor de lo que esperaba. Los procesos de reconstrucción, de recuperación, de limpieza de escombros y calles, estaban bastante avanzados. Ya antes del terremoto Puerto Príncipe era una ciudad muy caótica. A veces veía una calle y le comentaba a quien me acompañaba «cómo está esta calle, cómo ha quedado después del terremoto» y me contestaba, «esto ya estaba así antes del terremoto». Eso solo fue el agravante de una situación que ya de por sí era muy precaria. ¿Cuándo estuvieron por allí? Mayo y junio del año pasado. El rodaje transcurrió casi por completo en Puerto Príncipe porque queríamos contar historias urbanas. Puerto Príncipe es el epicentro, no del terremoto si no del país. Mucha gente se fue de provincias a ganarse la vida porque la ciudad crea una gran fascinación y consideran que tendrán más posibilidades si se van del pueblo y lo que sucede es que la gente tiene que agolparse cerca del río, que cuando llueve mucho se desborda. Quizas en las zonas rurales vivirían mejor. ¿Cómo se topó con esa gente tan optimista? Tuve la suerte de acompañarme de gente buena. Uno de los productores ejecutivos, el donostiarra Alejandro Pacheco, y David Klein, un ecuatoriano que lleva años en Puerto Príncipe, y algunas amigas de mi viaje anterior a Haití, nos ayudaron muchísimo. Nos abrieron las puertas para meternos en la cocina. Pudimos rodar en barrios en los que habitualmente no dejan rodar a los blancos, que muchas veces vamos a rodar miserias. Eso pasa siempre, como en «Nómada», «Minerita» o «Virgen Negra», si no tienes a nadie que te abra las puertas es complicado. Les dimos confianza al decirles que queríamos hacer una película para mostrar un Haití fuerte y en lucha. Fue un rodaje íntimo, incluso sensual. Algunas entrevistas fueron en la cama. Oriental estaba sin camisa porque hacía mucho calor, rozábamos nuestras piernas y brazos porque no cabíamos los dos, sudando... son formas de relacionarse con los protagonistas sin trampa ni cartón. Con Mara igual, le grabamos en la cama con su prima que estaba al lado. Su cine invita al espectador a mirar por la ventada de otras realidades. Sí, el primer curioso en mirar por la ventana soy yo. Tengo ganas de conocer otras culturas, otros conflictos, otros colores y otros olores, y otras vidas. Al final abro la mirilla para que miren todos. LIBERTAD. Szifrón opinó que «todos podemos llenar un avión con personajes que nos han perturbado. Llevé toda esa ira al terreno de la imaginación y di rienda suelta a los personajes; que hagan lo que quieran sin reprimirse, que es lo que solemos hacer nosotros ante estas situaciones».