2015 API. 06 FALTA DE RIGOR EN LA JUSTICIA ESPAñOLA DE LA ORQUESTA MONDRAGÓN AL MANUAL DE «TERRORISTAS» EL SUPUESTO MANUAL SOBRE «CÓMO FABRICAR UN TERRORISTA» INCAUTADO EN LA REDADA CONTRA EL APOYO A LOS PRESOS TERMINÓ SIENDO UN DOCUMENTAL CHECO. NO ES EL ÚNICO CASO EN EL QUE LAS GANAS DE BUSCAR UN TITULAR CRIMINALIZADOR O LAS FILTRACIONES INTERESADAS HAN DERIVADO EN UN ESPERPENTO QUE EN RARA OCASIÓN SE DESMIENTE. Alberto PRADILLA Apenas transcurrieron unas horas desde que el juez Eloy Velasco emitió un auto en el que aseguraba que la Guardia Civil había incautado un supuesto «manual para fabricar terroristas» en el domicilio de Nagore López de Luzuriaga hasta que se desveló que este fantasmagórico documento era en realidad una película documental realizada por estudiantes checos. Ni los agentes del instituto armado, ni el magistrado ni los diversos medios que repitieron esta versión (llevándola incluso a portada) repararon en una obviedad: nadie que sea acusado de «terrorismo» se considera a sí mismo «terrorista». Menos creíble aún es que disponga de un manual que especifique, literalmente, cómo fabricar a semejantes, si es que eso es científicamente posible más allá de los cauces naturales. Bastaba con acudir a Google para subsanar el error. Sin embargo, tuvo que ser Pavel Hech, decano de la escuela de cine de Praga, quien explicase que la cinta era, simplemente, una película. La nece- sidad criminalizadora de agentes y magistrados, la mente calenturienta y acrítica de cierta prensa y la facilidad con la que el papel ha aguantado cualquier despropósito si este tiene que ver con el conflicto vasco están en el origen de este tipo de esperpentos. Ya lo decía el plan ZEN empleado en la década de 1980 por el PSOE: «basta que la información sea creíble para que pueda ser explotada». Echando la vista atrás, la cinta de la Orquesta Mondragón que se encontró en la Renault Kangoo que la Policía vinculó con los atentados del 11M, en 2004, constituye uno de los dislates más célebres. La obsesión del PP y sus medios satélites por relacionar a ETA con la mayor masacre ocurrida en el Estado español les llevó a lanzarse al más absurdo de los ridículos. Un casette de la conocida Orquesta Mondragón se convirtió, por arte de birlibirloque, en una tarjeta del Grupo Mondragón. De este modo, las cooperativas pasa- ban a ser la más rocambolesca de las pruebas que buscaban ligar la matanza a la organización armada vasca, que había reiterado por activa y por pasiva que nada tenía que ver. Sin las connotaciones trágicas pero con similar nivel de disparate está el caso del «esqueleto humano» hallado en el gaztetxe de Bilbo en 1992. El osario, prueba irrefutable de los «akelarres (una palabra demodé pero que tuvo su auge a finales del siglo pasado) que se perpetraban en el local juvenil, fue denunciado por José María Calleja, entonces presentador de Teleberri, al anunciar el desalojo del centro. Nada más lejos de la realidad. El esqueleto terminó siendo un muñeco de plástico y las risas por el ridículo del presentador se escucharon hasta en Sedlec, un municipio checo conocido por su capilla medieval decorada con huesos (estos, de verdad). cintas y trabajos de clase Casos similares al de la semana pasada, con efectos completamente inofensivos que se convierten en pruebas de cargo tras pasar por las manos de policías y jueces son innumerables y, lo que es peor, pueden acarrear graves consecuencias. En 2010, tras una redada, Interior se apresuró a afirmar que se había incautado de un manual sobre cómo confeccionar «cloratita». En la práctica, lo único que los agentes habían hallado eran sendos CD de música del grupo vizcaino que comparte nombre con el explosivo. En la misma línea, la Audiencia Nacional terminó absolviendo en 2010 a un joven arrestado dos años antes a quien los policías imputaban un documento sobre «pólvora y dinamita» que terminó siendo un trabajo para la ikastola, tal y como señaló su profesora. Las teorías de Baltasar Garzón sobre la «limpieza étnica» que se explicaría por el número de personas que decían ser originarios de Bilbo pese a nacer en el hospital de Barakaldo (y que el juez explicaba por el «estigma» de venir al mundo en una localidad «poco euskaldun») o la «trinidad de ETA (en lugar de Gaeta, del texto original) que solo escuchó Aurora Intxausti en la obra de teatro de Alfonso Sastre de 1992 son muestras de que el esperpento no tiene límites. Darían ganas de reír si los posibles efectos no fuesen tan graves. Ya lo decía el plan ZEN empleado en la década de 1980 por el PSOE: «basta que la información sea creíble para que pueda ser explotada»