2015 UZT. 05 CRÍTICA «El padre» La diáspora armenia tras las matanzas turcas de 1915 Mikel INSAUSTI Esta es la historia de una familia rota a causa del genocidio que sufrió el pueblo armenio a manos del imperio otomano, en su alianza con Alemania durante la Gran Guerra. A finales de 1915 comenzó lo que se conoce como el holocausto turco, y que provocó la diáspora armenia, principalmente con destino a América. El cineasta turco-germano Fatih Akin ha sentido la necesidad de hacer una denuncia histórica de unos hechos nunca reconocidos en Turquía, y de ahí que simbolice esa ley del silencio haciendo que el protagonista sobreviva al degüello turco, pero con un corte en su garganta que le impide hablar. A tenor de ello resulta muy oportuna la secuencia en la que por primera vez acude a una sesión de cine mudo, viendo un corto de Charlot en el que ya muestra el humor paternal que el Chaplin maduro plasmaría después en su obra maestra “El chico” (1921). El viaje del superviviente que busca a sus hijas le lleva a enrolarse en un barco rumbo a Cuba, desde donde entrará en los EEUU por Florida, para acabar finalmente en Dakota del Sur. Esa odisea es contada por Fatih Akin con el sentido de la aventura solitaria de un Werner Herzog, por lo que las mejores escenas son aquellas en que el protagonista se enfrenta a los elementos contando únicamente consigo mismo, y con la fuerza obsesiva que le guía en su desesperada búsqueda, sobre todo la que describe su particular travesía del desierto. Una localización propicia para los espejismos, y que servirá de introducción a los sueños de un hombre que siente junto a él la presencia anímica de los seres queridos a los que ha perdido. En ese territorio íntimo Akin nunca deja de hacer una película personal, pero se nota que el cine de aventuras épicas y con gran presupuesto (16 millones de euros) no es lo suyo, y le cuesta desenvolverse en la dirección de figurantes cuando el guion pide espectacularidad o movimientos de masas.