2015 ABU. 06 CRÍTICA «Ghadi» Cómo transformar una maldición en una bendición Mikel INSAUSTI En la tradición árabe de “Los cuentos de las mil y una noches”, la ópera prima del libanés Amin Dora reune un sinfín de personajes y anécdotas en una película que mantiene al espectador con los cinco sentidos durante toda la proyección. Y aunque hay que poner atención se sigue fácil, porque “Ghadi” es una colorista y amable fábula costumbrista apegada al realismo mágico. Fue seleccionada por su país para los Óscar y la autoría habría que adjudicársela al guionista y actor principal Georges Khabbaz, encargado de conducir la narración y evitar que el caos se apodere de ella, gracias a su presencia calma delante de la cámara y a una voz en off que va con su papel de profesor de música, ya que tiene un tono melodioso. Esa misma voz será muy importante en el devenir argumental, porque convenientemente amplificada servirá para escenificar un milagro a la manera de “El mago de Oz”. La puesta en escena del prodigio en cuestión recuerda mucho en su impronta satírica al clásico de Berlanga “Los jueves milagro” (1957), dado que también se pone en solfa la superchería popular y el contagioso grado de sugestión colectiva que se alcanza en las pequeñas y cerradas comunidades. La acción se sitúa por entero en el barrio de Mshakkal, perteneciente a la población costera libanesa de Matroun. Khabbaz describe dicho enclave humano de forma atemporal, porque sus habitantes son tan inmutables como sus viejas calles y con ellas forman un todo. Los personajes no envejecen para el narrador, que los contempla exactamente igual en la etapa de la niñez que en la de la madurez, y es así como llega a conocerlos tan bien, a cada cual con sus defectos particulares. No guardan secretos para él, lo que le vendrá muy bien cuando tenga que defender a su hijo con síndrome de Down de las habladurías que le califican de maldito, transformándolo en un ángel a los ojos de los demás.