2015 ABU. 07 UN BLUSA SIN CUADRILLA Zoco árabe para poder huir del poteo mañanero Zele ODOM GASTEIZ Nos vamos acercando hacia la Plaza Juan de Ayala, despues de pasar por la Virgen Blanca por si acaso se cuece algo. Según atravesamos la Plaza del Conde de Peñaflorida suena la canción “Sutan gaude”, de Gose, que no puede describir mejor la mañana que llevamos. El sol no da tregua, y alguno está sudando por los poros las cañas de la noche anterior. Pero la mayoría hemos sido formales y nos hemos marchado a tiempo para disfrutar del día. Para disfrutar o para trabajar, ya que ¡ojo! aquí solo es festivo el día 5. Por fin llegamos a nuestro destino, donde alfombras y pañuelos colgados a lo alto de las calles anuncian el Zoco Árabe. De entrada, la diferencia está en la música. Lejos del estilo triki-techno-rock de Alde Zaharra, melodías arabes llegan a nuestros oídos. Mucho más placenteros para afrontar un día de relax. Puestos decorados al detalle y vendedores con ganas de hablar nos esperan. El primero anuncia infusiones, aceites, miel... Dice que no vende como años atrás. Será que la gente se ha cansado de curas milagrosas y tira mas por el vino de antes de comer. Nos cuenta que lleva 24 años visitando ferias medievales, y casualidad hoy, dice entre risas que se le ha olvidado lavarse la cara. Seguimos adelante. Kebabs, cous-cous, y un montón de variedades de té, que no sabíamos ni que existían. Aunque la resaca se pasa con unas cañas más, eso ya está muy aprendido. Pero bueno, nos metemos en el ambiente y como no nos gusta hablar ni nada, pues preguntamos de todo. En un puesto que se define como “Pastelería turca” hemos conocido a Cheima Yahi, una joven que viene de Valencia, aunque deja claro que es argelina. Según cuenta, visita nuestra ciudad todos los años, y aunque le gustan las ferias, dice que andar de un sitio a otro cansa, y más aún con el calor que hace. Yousef Hamid llega desde Marruecos y nos ofrece una lámina con nuestro nombre en caligrafía árabe. La verdad que preferimos que nos cuente cómo le va la vida. Con su hijo al lado, confiesa que le encantan las ferias. Con ese buen sabor de boca nos vamos, pero esperando volver el año que viene.