2015 URR. 31 David Gilmour, sutil recuerdo a Pink Floyd en «Rattle that lock» Pink Floyd es una de las grandes bandas de la historia del rock, del rock atmósférico, la sicodelia y el espectáculo. En 1967 debuta con el añorado «The piper at the gates of dawn». En los setenta vive su mejor momento con «The dark side of the moon» y «Wish you were here». «Rattle that lock» es el cuarto álbum en solitario de Gilmour tras negar la reunificación de Pink Floyd en numerosas ocasiones. El disco mezcla tibias atmósferas con luces previsibles. Pablo CABEZA BILBO Nueve años ha tardado el exguitarrista (en realidad multiinstrumentista) de Pink Floyd en animarse a grabar en solitario tras la edición del olvidado “On an island”. Gilmour no es un técnico del mástil, por lo que siempre ha recurrido a perpetuar una sonoridad derivada de la tecnología y, de paso, a caracterizar sus solos mediante trémolo y estiramientos de nota. Se le reconoce buen gusto, sentido de los silencios y búsqueda de una atmósfera peculiar. El abuso de la pedalería y demás efectos los ha ido dejando fuera de su ser paulatinamente. No así su tono, su estilo, inconfundible en freseo, rango tonal, brillo... Para el esperado y mediático «Rattle that lock» Gilmour utiliza numerosos colaboradores. Para diversos coros, herencia de su época en Pink Floyd, ha contado, entre otros, con Grahan Nash y David Crosby. El piano, presente a lo largo de todo el álbum, lo ha repartido entre Jools Holland (ex-Squeeze, Sting, Mark Knopler, George Harrison, Magazine, Clapton, Sting...), Phil Manzanera (ex-Roxy Music), también guitarra y coproductor del disco, Roger Eno (otro ex-Roxy Music y reconocido productor)... y Gabriel Gilmour, su hijo, debutante. Nombres flotantes entre una legión de cerca de treinta músicos, donde no falta su actual mujer, Polly Sampson, quien ayudó a escribir las letras. Al respecto, Gilmour sostuvo hace tiempo que uno de sus problemas con Roger Waters, exbajista de Pink Floyd, es que los largos textos de Waters no dejaban lugar al lucimiento instrumental, por lo que, en esta ocasión, la melodía vocal es, aparentemente, ese equilibrio que buscaba el guitarrista tras la marcha de Waters, un alivio para ambas partes, aunque los problemas con la propiedad del nombre les tuvieron a la gresca unos cuantos años. “5 A.M” abre disco con un colchón de teclados para dejar paso a la inconfundible guitarra de Gilmour. Es el primer dato que apunta hacia la continuación de una sonoridad, aquella que Gilmour consiguió hace muchos años entre guitarras preparadas, pedaleras especiales y unas yemas sutiles antes que veloces. En “Rattle that lock” la voz de Gilmour se carga de soul y blues. El blues no le es ajeno al guitarrista, ya que muchos de los solos de Pink Floyd contienen blues en primer plano. La guitarra solista toma protagonismo ante la tosca melodía vocal, aunque efectiva. Un corte pegadizo y eje de la promoción del álbum. “Faces of stone” se abre con piano, acústica en la prolongación. Melodía vocal que recuerda a muchos parajes de su tiempo en la banda, con el condicionante de que la voz no es la misma por el lógico deterioro de los años. Varía en ritmos, puede tener algo de vals, pero la singular guitarra retoma el tono blues. Aquí se pueden aportar otras de las características del disco, el frecuente uso del piano y los teclados como fondo coreográfico. Claves Con estas constantes al descubierto no es preciso desnudar más elementos de «Rattle that lock”, ya que el resto de minutaje sigue las pautas de los tres temas señalados, predominando la quietud sobre el ritmo de la “Rattle that rock”, más el añadido de algunos arreglos de cuerda más de ambiente que de presencia. Sin obviar algunos coros que lo emparentan a Pink Floyd. Para quienes adquieran la versión deluxe aún les queda escuchar “Rattle that lock”, en la versión extended mix, que no resulta inferior al original, la opción extended radio dub se va a los ocho minutos y sería bailable en cualquier club. La comparativa muestra cómo una misma canción puede ser vestida de diferente entorno según se mezcle y produzca. La revisión se convierte en una canción dinámica, de música ligera, muy de pista y hasta válida, pero no parece que sea lo que el oyente espera de Gilmour. La apuesta radio edit es anecdótica, un machaque más. “Rattle that lock” es la canción más pegadiza. La única pegadiza. Quizá la que más méritos acumula, aunque sea por desdibujos del resto. Pero no, no es “Another brick in the wall”. Se añade “The girl in the yelow dress” en versión orquestal que no supera el anterior arreglo. Como guitarra usa en el disco tres Stratocasters, un par de Telecaster, una Les Paul, una Gretsch y una acústica Ovation. Dave Gilmour es un excelente músico y solvente guitarra, pero lo que se fue no siempre repercute en lo que eres, y “Rattle that lock” se debate entre la condescendencia y la gratitud de una sonoridad y una guitarra que siempre suena excitante mientras juega con los ambientes. “Rattle that lock” gustará si no se le pide superación a un histórico acomodado y a su sonido. Regreso Pink Floyd «Ya he terminado con Pink Floyd. He estado 48 años en la banda, un buen número de ellos con Roger Waters», declaraba hace unos meses Gilmour, quien añadía que los años que él considera como el apogeo de los Floyd fueron «un 95 por ciento musicalmente satisfactorios, alegres y llenos de diversión y risas. Y no quiero dejar que el otro cinco por ciento empañe mi visión de lo que fue un largo y fantástico tiempo juntos. Además, hacerlo sin Rick [Richard Wright, teclista fallecido en 2008]. Soy libre de hacer exactamente lo que quiero hacer y como quiera hacerlo». Declaraciones que suenan ya a regulares, en especial si se tiene en cuenta que su “enemigo”, Roger Waters, exbajista de Pink Floyd y artífice en gran parte del significativo “The wall”, sigue de vez en cuando apuntando tal posibilidad, como anunció recientemente. De syd barrett a david gilmour, las dudas David Gilmour entra en Pink Floyd en 1968, con la curiosidad de que previamente pasa una época tocando como músico fijo en un club de Marbella, para trasladarse después a vivir al Estado francés. De vuelta a Gran Bretaña con una pobre experiencia sumada a su Fender, decide no regresar a Cambridge, donde nace en marzo del 46. Se queda en Londres, donde consigue ser el guitarra sustituto de Syd Barrett (a quien Gilmour le había enseñado a tocar los primeros acordes) tras pasar una audición exigida por la compañía discográfica. Barrett, guitarra, compositor y voz fue una pieza clave en el álbum debut de Pink Floyd, “The piper at the gates of dawn”, pero sus problemas con las drogas, especialmente con el LSD, derivan en la marcha del grupo. En solitario graba los apreciados “The madcap laughs” y “Barrett”, ambos producidos, en parte, por el propio Gilmour, quien ya se había hecho con buena parte del sonido de los Floyd por ese año, 1970. Barrett, con serios problemas mentales durante el resto de su vida, fallece en 2006 a causa de un tumor. Mientras tanto, David Gilmour se convierte en el eje del sonido Pink Floyd, para consternación de los incondicionales de Barrett, que siempre le vieron como un intruso, lejos de las aportaciones creativas de la torturada mente de Barrett. Gilmour cambia el sonido del grupo. No es un guitarrista como Beck, Hendrix o Clapton, pero sus pequeñas limitaciones las solventa con estilo, sonido propio y excelentes paisajes oníricos. Tras la publicación de “The dark side of the moon” y “Wish you were here”, Gilmour debería tener más peso en el grupo; sin embargo, es Waters quien toma el control de la banda y compone la mayoría del material de “Animals” y “The wall”. Gilmour y Waters comienzan a ser incompatibles. Finalmente, en 1985, Waters anuncia que deja Pink Floyd porque la banda había abandonado su espíritu. Gilmour asume la jefatura y deja morir paulatinamente la leyenda Pink Floyd. P.C. TEXTOSLas letras de «Rattle that lock» están escritas, en su mayoría, por Polly Samson, pareja de Gilmour y periodista. Se casó con ella en 1994 y tiene cuatro hijos. En 1975 se casó con la modelo Virginia Hasenbein, con la que también tuvo cuatro hijos. SONIDOGilmour continúa en «Rattle that lock» mimando el sonido y aplicando la sonoridad conocida por su trabajo en Pink Floyd. El trémolo sigue siendo parte fundamental de su estética solista, así como el sentido del tiempo y la nota precisa, sin agitaciones.