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CRÍTICA «En el sótano»

La zona más oscura e inaccesible del hogar austriaco


El lunes Kresala Zinekluba estrena la última realización del cineasta austriaco Ulrich Seidl, conocido por su trilogía “Paraíso”, que le ha hecho ganarse fuera de su país ya casi tantas adhesiones como las que pueda tener su compatriota Michael Haneke. Se está convirtiendo en el cronista no oficial de la inmundicia humana, partiendo del modelo centroeuropeo que tan bien conoce, mediante una cuidada y coherente estética feísta. Es un consumado experto en la mostración de la otra cara de la sociedad del desarrollo, ese lado oscuro que nadie más parece querer exhibir en público, y por eso llama tanto la atención con sus desnudos de cuerpos nada esbeltos debido a la acumulación de grasa. Hay quien le tacha de simple provocador, pero en ese punto no estoy de acuerdo, porque deja al espectador una total libertad para escandalizarse o no. Particularmente, su sentido el morbo no solo no me resulta repulsivo, sino que me es atractivo. Dada mi fascinación por el cine de Ulrich Seidl, defiendo el tratamiento de falso documental que ha escogido para “En el sótano”. La labor previa de investigación que exige el documentalismo no dio los frutos apetecidos, así que el cineasta y su colaboradora Veronika Frank optaron por forzar las situaciones que querían retratar, algo que ha sido criticado o entendido como una manipulación de la realidad. Creo que el concepto que ambos quieren transmitir exige una obligada teatralidad, teniendo en cuenta que parten de la consideración del sótano como un espacio simbólico donde todo es posible.

Los grotescos personajes que pueblan la película son antes que nada monstruos cotidianos, en la medida en que sus inconfesables aficiones subterráneas pertenecen de lleno a nuestro tipo de relación social basada en la hipocresía. Las miradas a cámara de estas personas son sinceras, porque ahí abajo son ellos mismos, y seguramente al salir al exterior la forma que adoptan no deja de