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CRÍTICA «La chica danesa»

¿Dónde está Lili Elbe?


En las entrañas de la crónica real que compartieron la pareja de artistas formada por el matrimonio Einar y Gerda Wegener se intuye mucho más de lo que asoma finalmente en esta adaptación de la novela de David Ebershoff. La contención con la que el cineasta Tom Hooper asume este proyecto figura descaradamente en su intento por llegar al mayor número posible de espectadores y seducir a los miembros de la Academia de Hollywood que no verían con muy buenos ojos una intencionalidad más atrevida en un engranaje argumental que flaquea en su constante empeño por dotar de empaque dramático una historia que requería de mayor insurgencia narrativa. Diálogos, escenografía y el efecto transexual se diluyen rápidamente y el interés del filme decrece a medida que el autor de “El discurso del rey” se adentra por unos parámetros íntimos muy encorsetados que diluyen el sentido final con el que el autor del original literario afrontó la particular metamorfosis y autodescubrimiento experimentados por el pintor Einar Wegener cuando su esposa, Gerda Gottlieb, le invitó a que posara con unas ropas de mujer que ya, para siempre, quiso hacer suyas. Ese progresivo descubrimiento de Wegener deriva en la novela en un encadenado de cambios en su entorno que en la versión cinematográfica queda un tanto difusa, lo que provoca que el empeño del actor Eddie Redmayne quede a medio camino de las posibilidades que le aportaba este papel suculento. Otro tanto podría decirse de una Alicia Vikander cuya gran labor se ve entorpecida por la ruta diseñada por el cineasta y, de no ser por el calor y personalidad que la actriz otorga a su personaje, con toda seguridad el resultado hubiese sido muy inferior. “La chica danesa” entra de lleno en ese tipo de filmes que hubiese requerido de una perspectiva mucho más abierta y alejada de los cánones esteticistas, lo cual resulta muy negativo en los Óscar.