2016 URT. 28 CRÍTICA «La gran apuesta» Los que supieron ver y lo aprovecharon Koldo LANDALUZE Cuando alguien pretende adentrarse en esa jungla tan desmedida en todos los sentidos como es la economía en su faceta de capitalismo más salvaje, quizás no queda otra opción más que esbozar una sonrisa tan maquiavélica e interminable como la de Joker o subir el sonido thrash metal que atruena en nuestros auriculares como hace Christian Bale mientras observa el interminable desfile de números en su ordenador. Algo así debió pensar el cineasta Adam Mckay cuando decidió trasladar a la gran pantalla el best-seller de Michael Lewis en el que se basa este implacable retrato que apuesta por explicar al detalle y como si estuviéramos en una enloquecida variante de “Barrio Sésamo bursátil”, todo aquello que derivó en la crisis económica mundial de 2008. Dicen que cuando Wall Street estornuda el mundo padece una pulmonía y algo de ello hay en esta metódica ópera bufa desarrollada a través de la perspectiva de un variopinto grupo de personajes, cuya principal cualidad radicó en detectar la catástrofe que se avecinaba y sacar el mayor rédito posible a una de las mayores mentiras económicas de la historia moderna. Tal y como revela ante la cámara el personaje encarnado por Ryan Gosling, aquí no se trata de saber quién es el bueno o el malo, sino dar a conocer las claves de la catarsis que provocó la mecánica de las hipotecas que se repartían como churros y la monumental burbuja inmobiliaria cuya eclosión todavía resuena en nuestros tímpanos. Emparentada con la no menos endiablada “El lobo de Wall Street” de Scorsese, “La gran apuesta” es un retrato coral bien engarzado y reforzado por unas excelentes interpretaciones que aciertan a plasmar el espíritu de quienes se autoproclamaron Robin Hood en beneficio propio y fueron objeto de burla en primera instancia por quienes canjearon su alma a Mefistófeles a cambio de una cuenta corriente tan infinita como despreciable.