2016 MAR. 01 Generalizar Josu MONTERO Crítico literario Tenemos tendencia a generalizar porque el lenguaje es una generalización. Por eso decimos bosque o árbol, aunque sabemos que no hay dos árboles iguales. Por eso decimos silla o cielo o café, y nos sirven uno intragable. Y el asunto se complica de verdad cuando pasamos al orden de las cosas intangibles, de los sustantivos abstractos, del tipo libertad, deseo, democracia, justicia o felicidad. Ya me entienden ustedes. Esas palabras se estiran hasta el infinito y cada quisque las utiliza como quiere. La publicidad, los medios comunicativos o las nuevas tecnologías -siempre el poder- han contribuido lo suyo a dar de sí esta rampante ausencia de sentido lingüístico; pero la verdad es que es algo que está inscrito en la propia naturaleza del lenguaje. Sin el lenguaje no podemos comunicarnos, pero con el lenguaje tampoco. Todos hemos experimentado muchas veces cómo casi cualquier discusión acaba siendo una cuestión, no del asunto de que se trate, sino de palabras, de no entenderse, de hablar lenguajes diferentes. Y es que aunque, más o menos, usemos el mismo léxico y la misma sintaxis y la misma gramática, hablamos lenguas distintas. El lenguaje parece vincularnos a los otros, pero también nos aísla. Seguramente el empeño de la literatura, el de los escritores, el de los poetas, consista precisamente en combatir esa naturaleza generalizadora del lenguaje, conseguir a veces que hable de lo concreto,