2016 MAR. 03 CRÍTICA «Tenemos que hablar» Crisis, ¿qué crisis? Koldo LANDALUZE Cada vez que el cine del Estado español se embarca en vodeviles me echo a temblar. El vodevil como recurso de comedia es perfectamente válido pero cuando se aplica a un tema de cierta seriedad, los resultados suelen ser bastante desastrosos. Estoy de acuerdo en que cualquier tema, por muy doloroso que este sea, pueda ser inspirador de comedia pero precisamente en ello radica el principal error de muchos cineastas que siempre optan por los recursos del vodevil –siempre mucho más piadosos– a la hora de escenificar una historia que tal vez hubiese requerido de un toque mucho más ácido, provocador o reivindicativo. Ateniéndonos a su significado, en el vodevil impera el desorden sentimental desarrollado mediante enredos y equívocos más o menos inocentes y mucho de ello hay en la cuarta realización de un David Serrano que en complicidad con el guionista Diego San José, ha orquestado una comedia afable enmarcada en los tiempos actuales del desencanto motivado por la crisis económica. Carente de chispa y totalmente dependiente de varios gags puntuales, el filme circula por la pantalla sin excesivas estridencia y dejando bien a las claras que su intención es la de intentar hacer pasar al respetable un rato agradable sirviéndose de una historia que nace de una pequeña mentira que progresivamente adquirirá una proporción descomunal. Michelle Jenner, Hugo Silva, Verónica Forqué, Belén Cuesta, Óscar Ladoire y Ernesto Sevilla realizan unas interpretaciones asentadas en el tópico de unos personajes que hemos visto infinidad de veces y que se ven abocados a situaciones extremas que hubiesen requerido de un poquito más de mala leche. Es una lástima que el guion desaproveche uno de sus elementos más interesantes: lo rídiculo que suele ser «el qué dirán» o la importancia que se otorga a la fachada. Algo que ya fue tratado con mucho más acierto por Telmo Esnal y Asier Altuna en “Aupa Etxebeste!”