2016 UZT. 06 ¿Dónde está la casa de mi amigo Abbas? Uno de los datos fundamentales para comprender la obra de Kiarostami es que se inició en el cine educativo, por lo que la niñez le ha servido siempre de recurso alegórico para hablar de una sociedad donde la responsabilidad adulta está constreñida por la censura. En eso supo conectar a la perfección con nuestro Víctor Erice, mediante el intercambio de diez videocartas que titularon “Erice-Kiarostami. Correspondencia”. Del mismo modo que el iraní utilizaba un membrillo para homenajear a su amigo europeo, este le saludaba como al maestro que nos enseñó tanto sobre la vida en su etapa escolar con un cine-fórum infantil en torno a “¿Dónde está la casa de mi amigo?” (1987), película que abría la trilogía de Koker. El terremoto que asoló aquella región, más bien sus consecuencias, le servían para hablar de la dificultad de crecer, de iniciarse en un mundo tan inestable y sacudido por movimientos sísmicos de distinto alcance y distintas dimensiones. Y de ahí pasamos al Kiarostami viajero, el que recorría Irán por caminos polvorientos a bordo de un todoterreno, y cual moderno Rossellini del documental itinerante hizo su creación máxima con “El viento nos llevará” (1997). Seguramente hubiera preferido perderse por esos caminos, y no verse forzado en su etapa postrera al exilio al que tanto se resistió. Sabía muy bien que fuera de su país no podía dejar la misma huella, que sin pisar su tierra ya no iba a ser él, ni tampoco el niño al que debía en esencia toda su poesía cinematográfica.