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CRÍTICA «Omega»

La fusión del flamenco-rock de nuevo a debate


La fusión entre el flamenco y el rock, tal como la entiendo yo, es algo viejo que cada cierto tiempo se quiere vender como una moda renovable. Todo viene del rock andaluz iniciado en los años 60 con el grupo Smash y Gualberto García, luego definido como movimiento por Gonzalo García Pelayo a través de su sello discográfico Gong. Cierto es que el primer cantaor en electrificarse fue Camarón de la Isla, con su atemporal disco “La leyenda del tiempo” (1979), por lo tanto el muy posterior experimento llevado a cabo por Enrique Morente con “Omega” (1996) resulta algo tardío, por más que se haya rodeado a su grabación de una aureola mítica. Si llamó tanto la atención en su momento fue debido a que hacía una traducción aflamencada de las canciones de un cantautor anglosajón como el recién fallecido Leonard Cohen, pero basándose en el nexo común aportado por los versos de Federico García Lorca en su obra “Un poeta en Nueva York”.

Siendo el resultado musical discutible y a considerar como un fenómeno aislado, no deja de ser la máxima expresión del arte de un provocador nato, que fue capaz de poner en su contra a todos los puristas del cante, con tal de sacarlos de su inmovilismo. Pero eso parece ya historia viendo la película, que es un homenaje en toda regla a Morente sin Morente. Falta precisamente el sentido de la provocación que le mantenía vivo, dentro de un trabajo de montaje convencional sobre una creación que se supone que no lo era.

Conviene recalcar lo de “sin Morente”, porque su ausencia no es obstáculo para que Antonio Arias, del grupo Lagartija Nick, haya organizado una gira del veinte aniversario de la publicación de aquel disco autoproducido, que también coincide con su reedición por parte de Universal y el estreno del documental con el respaldo de Mediaset. El material que en su día nadie quiso, ahora está siendo asimilado sin ningún problema.