2016 AZA. 21 «Loquor, ergo sum» Iñaki LEKUONA Periodista La cuestión de las lenguas minorizadas, que los monolingües franceses denominan con menosprecio regionales, vuelve al Parlamento francés en forma de proposición de ley socialista. La verdad, la iniciativa no viene a proponer gran cosa que no se haga ya, que es bien poco. De ratificar la Carta Europea de las Lenguas Minorizadas, nada de nada, porque eso llevaría a equiparar al corso, al bretón, al alsaciano, al occitano o al propio euskara con el francés, la única lengua de República reconocida por la Constitución. Y eso no se pone en duda en el país de Descartes. Ya lo lamentó el año pasado el lingüista Nicolas Tournadre, quien a pesar de comprender una veintena de lenguas sigue sin entender cómo «este extraordinario tesoro que es el euskara» sigue siendo «invisible e inaudible en Francia». Hace ahora un año, este investigador francés —que nos visita estos días en el marco de unas jornadas en Uztaritze— se preguntaba por las razones que empujaron a Francia «a reprimir tan fuertemente este idioma tras la Primera Guerra Mundial». Cien años después, ésta y otras preguntas siguen sin respuesta. Afortunadamente, mucho antes de que Descartes aprendiera a balbucear francés, aquí, sin saber ni de filosofía ni de latín ni de propuestas parlamentarias, miles de lenguas enunciaban a diario loquor, ergo sum. Hablo, luego existo. Ésa es la cuestión.