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Pelota

La pelota como mejor herencia

Los dos finalistas de la jaula, Oinatz y Jokin, forman parte de dos de las dinastías más importantes, los Bengoetxea y los Altuna.


A pesar de que con esto de la modernización y la mercantilización del deporte, su influencia no sea ya tan grande, la tradición es una parte muy importante de la pelota. Dinastías como la de los Atano o los Retegi aportan solera a este deporte y en esa eterna pregunta sobre si pelotari ¿se nace o se hace?, nadie puede poner en duda el trabajo que ambos delanteros han realizado en su formación, pero también tenían una predisposición genética, con gran acervo pelotazale en sus venas.

Curiosamente, tanto en el caso del de Leitza como en el de Amezketa, la transmisión no llega directa de sus padres, ninguno de ellos destacó en este deporte, sino que viene por parte de sus tíos, paterno en el caso de la saga navarra y maternos en el de los guipuzcoanos.

Bengoetxea es un apellido exitoso en el mundo de la pelota, pero como sus tíos Juan Mari (Bengoetxea III) y Mikel (Bengoetxea IV), Oinatz tampoco ha sido capaz de hacerse con la txapela del acotado, la única que se les resiste. La volea ofensiva fue el fuerte del tercero de la saga, un gran manomanista que se caló las txapelas de 1978 y 1979, ambas conseguidas ante García Ariño IV –otro miembro de una familia con pedigrí pelotazale–, la primera en el Ogeta y la segunda en el Atano III. También logró calarse la txapela del Parejas, completando un doble en 1979 con Iñaki Gorostiza como zaguero. Una ciática le impidió mantenerse en la cúspide de la pelota y con el tiempo tuvo que retirarse. Por cierto, la final de Gasteiz guarda una de las anécdotas más curiosas de la historia de la pelota, ya que ambos finalistas la disputaron con crespones negros porque alguien dio por buena la noticia del fallecimiento de Salvador Ruiz de Anduiza, más conocido como Txo de Bermeo, que realmente se produjo casi 33 años más tarde.

Una larga tradición

Su hermano Mikel no se desenvolvió tan bien en las peleas individuales, pero por contra suma dos txapelas en el Parejas, las de 1983 y 1984, con Antton Maiz como escudero. En una familia de 10 hermanos, la pasión por la pelota no enganchó a Joaquín Bengoetxea, el padre de Oinatz, que prefirió la dantza.

Dos primos de Oinatz, Aitor, Bengoetxea V, hijo de Juan Mari, e Ibai, el VII, hijo de Mikel, que jugó durante algún tiempo en las filas de Frontis, dieron continuidad a la saga, aunque el primero de ellos rompió la tradición de delanteros, ya que fue el único en jugar como zaguero.

El I y el II de los Bengoetxea no tienen vinculación con esta familia de leitzarras con origen en Ezkurra. De momento no hay noticias de la posibilidad de que haya un Bengoetxea VIII, pero no es el único vínculo familiar de Oinatz con la pelota.

Y es que, por parte materna, el apellido Berasategi –sus madres son hermanas– le une a Asier García, el primo que le ha ayudado como botillero en todos los triunfos, desde que se estrenara en el Manomanista de 2008, el de su primer título.

A Jokin Altuna la tradición le viene de los Altuna, pero no por parte del padre como pudiera pensarse debido a su primer apellido, sin ningún antecedente pelotari, sino por vía materna, también Altuna, algo muy común a las faldas del Txindoki o Larrunarri, nombre del frontón principal de la localidad. También existe otro, en el barrio de Ergoiena, conocido como el Altuna anaiak que, ese sí tiene relación directa con el pelotari que puede convertirse en pelotari más joven en calarse la txapela del Cuatro y Medio.

Garikoitz e Imanol, remontistas profesionales, son los antecedentes pelotaris más cercanos al manista de Aspe. No son pocas las horas que el aspirante a la txapela del acotado pasó viéndoles jugar en Galarreta y el Euskal, uno de los motivos que han hecho que el amezketarra conozca tan bien los secretos del frontón. Su admiración hacia ellos es enorme y, de hecho, el III que acompaña a su apellido en la camiseta azul que lucirá mañana en Gasteiz es un homenaje hacia ellos. «Creo que era algo que debía hacer, porque su trayectoria no debe caer en el olvido. Fueron grandes pelotaris, el remonte no tiene el reconocimiento de la pelota y creí que que era el mejor modo de visivilizar que fueron grandes», reconoció en la entrevista ofrecida esta semana a GARA.

Para ello solicitó el permiso correspondiente a Iñigo Altuna, pelotari de Berrobi sin ninguna vinculación familiar, al que le correspondería ese III, por su debut en las filas de Frontis en 2004. No encontró ninguna oposición y el nombre deportivo de Altuna III adorna su espalda desde su debut el día de San Juan de 2014, cuando se enfrentó a Titín III.

Pero las raíces pelotazales de los Altuna se remontan mucho más atrás. Dicen que la pelota es cosa de sagas en Amezketa y la de los Altuna es junto a los Galarza o los Tolosa, una de las más importantes. El abuelo de Jokin, Joxe, jugó a mano durante tiempo y su padre, Joaquín, nació encima del kontzejupe de Amezketa, uno de esos recintos donde se han forjado los mayores artistas de la mano y el primogénito de los Altuna no fue una excepción, por mucho que fuera también un gran aficionado del remonte.

Así pues, no es de extrañar que la pelota haya ocupado y ocupe horas y horas de sobremesa en Saturain, la casa de los Altuna, que mañana, como gran parte de Amezketa, estará vacía a eso de las seis de la tarde, hora en la que todas sus miradas están puestas en el Ogeta.