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TEMPLOS CINÉFILOS BERLINALE

Tara emocional y mental


Ahí está. Una vez más. Lo mismo de siempre. Vuelta a empezar. Cuando por fin parecía que estabas a punto de alcanzar la estabilidad laboral y sentimental que tanto andabas buscando (lo que en el extremo oriente se conoce como “nirvana”), va y esa otra persona aparece en tu vida. Adiós. A la mierda los propósitos de año nuevo... y estamos aún a febrero. La carne, efectivamente, es débil. Para muestra, una escena. Una vaca avanza alegremente por un pasillo hasta que su cabeza queda perfectamente encajada en una estructura metálica. Que conste en acta que el animal se ha puesto ahí por su propia voluntad, es decir, por pura inconsciencia. El desenlace a dicha secuencia es tan previsible como impactante. Se oye un violento golpe seco de fondo y la res cae a plomo. Carne somos, ya lo decíamos, y en bistec nos convertimos.

Después del paso en semi-falso de ayer con “Django” (película de apertura, sí, pero presentada igualmente a Competición, no lo olvidemos), la Berlinale ha abierto las puertas del Palast, dando así el verdadero pistoletazo de salida para la carrera por el Oso de Oro. No es solo un acto simbólico, sino una declaración de intenciones plasmada desde el sitio que más importa, esto es, la pantalla de cine. En ella vemos el nuevo trabajo de la directora Ildikó Enyedi, quien conquistara, con “Mi siglo XX”, la Cámara de Oro en Cannes, premio que dicho certamen otorga a la mejor ópera prima. De esto hace ya casi treinta años... y del último largo en su CV, prácticamente una década. Pues bien, si la dirección cinematográfica es un arte que se pule con la práctica, la ausencia de esta no parece haber afectado en nada a Enyedi. “On Body and Soul”, que así se titula su nuevo trabajo, es una película perfectamente ejecutada (más desde la realización que desde el guion) que viene a demostrar, por enésima vez, que en Europa del Este hace tiempo que se dejó de creer en la separación de géneros (en el cine) o en los tempos predeterminados. Bendita anomalía. La película en cuestión, atractiva a la vista, es ciertamente estimulante en lo que a juego fílmico se refiere. Es una cinta romántica, sí, pero con pinceladas de policíaco y, por qué no, de fantástico. Y todo queda muy bien ensamblado. Cuerpo y alma se funden en un imprevisible y a ratos fascinante estudio sobre la tara, la disfuncionalidad y la invalidez (todo ello a nivel emocional) como factor de unión entre los seres humanos. Unos tarados, todos ellos.

Y como de locos va el asunto, el segundo contendiente de hoy es el desquiciante (en el buen y el mal sentido) Oren Moverman. “The Dinner” junta en una mesa a Richard Gere, Rebecca Hall, Laura Linney y Steve Coogan. Planteamiento similar al del “Dios salvaje” de Polanski y Reza, pero aquí todo en un tono más grave, más trágico, más cafre. El handicap ahora es mental. Un Moverman pasado de rosca; violentamente brusco a la hora de encadenar espacios, tiempos y tramas. Como siempre, al filo del desastre... y genial retratando una era contaminada por el ruido de la información. Y así estamos. Tarados.