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WINCHESTER

Los fantasmas generados por las armas


En su trabajo previo “Saw VIII” (2017) los germanoaustralianos The Spierig Brothers podían alegar haber estado sujetos a las exigencias de una franquicia que no permite muchas licencias autorales o creativas, pero con “Winchester” han perdido la oportunidad de demostrar que poseen ideas originales. Les ha salido una película de género muy convencional, cuando su temática se prestaba a romper moldes, porque siguen estando más preocupados por provocar sustos en la audiencia mediante los consabidos golpes de la banda sonora que de desarrollar una historia con una entidad propia y un sello distintivo.

El único aspecto en el que exhiben cierto discurso es el político, al posicionarse en contra del uso indiscriminado de armas en los EEUU, aportando su particular perspectiva histórica a un tema de por sí candente. Aprovechan el personaje de la heredera del imperio del famoso fabricante de armas para ilustrar la locura que genera la violencia armada, porque la protagonista se siente en su locura y mala conciencia perseguida por las almas de los muertos causados por los rifles con la marca del título.

La acción de la película se sitúa en la terrorífica localización de la mansión Winchester, construida por Sarah Winchester, a la que encarna en la ficción la veterana actriz británica Helen Mirren. La enlutada viuda nunca vio terminadas las obras de su residencia californiana de San José, porque su obsesión por convertirla en un laberinto arquitectónico a salvo de las presencias del más allá le llevó a hacer obras y reformas constantemente, para levantar muros y pasillos infinitos que no conducían a ninguna parte. Es, precisamente, el potencial visual de semejante escenario el que desperdician los Spierig.