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DESDE LA GATERA DEL CALLEJÓN

Cizallas, cámaras... y todo lo que no nos estarán contando


No hay edición sanferminera sin su sicosis correspondiente, desde aquellas alertas de llegada masiva de «pies negros» que nunca se cumplieron en los 80 a los operativos antiyihadistas con que nos torturaron las vísperas del pasado año. Este 2018 la sicosis oficial tiene una nueva raíz; el movimiento animalista.

Después de que a principios de junio se le diera fuego a una máquina en los corralillos del Gas, acción reivindicada por el Frente de Liberación Animal, no solo allí se ha incrementado la vigilancia, sino también en el recorrido del encierro. Anteayer las cámaras de televisión descubrieron en Estafeta a un agente de paisano con una cizalla para cortar metales, lo que denota el temor a que algún activista pueda encadenarse en el recorrido. Jesús Bariain, portavoz de la Policía Municipal, afirma que todo está previsto ante cualquier hipótesis. Y ha añadido otro dato: entre Santo Domingo y la Plaza de Toros hay hasta 60 cámaras de vigilancia en esas calles. O sea, una cada catorce metros.

De la otra amenaza de estos tiempos no se había hablado esta vez hasta ayer, cuando un inspector policial dejó entrar a TVE a la revisión del subsuelo de Iruñea. Aprovechó para recordar que las alcantarillas tienen un sellado especial en sanfermines y que esas galerías se revisan a diario debido a que «seguimos en nivel 4 de alerta antiterrorista». Tanto el mensaje como el escenario eran de lo más tenebroso.

Sumemos a todo ello los dispositivos, no todos públicos, existentes frente a cualquier contingencia derivada de la carrera. El año pasado trascendió por ejemplo que hay agentes especiales de la Policía Foral armados por si hubiera que abatir a algún toro porque se fuga, es imposible llevarlo a corrales... En 2012 en Villafranca ya acabaron con un morlaco de cuatro años que se había escapado del recorrido.

Y todo lo que no nos estarán contando...