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LINA TUR BONET
VIOLINISTA

«Mi amor por la música está por encima del interés en mi propia carrera»

La ibicenca Lina Tur Bonet se ha convertido en un referente del violín en la península. Activa como solista, como músico de cámara y como concertino en orquestas, su amplísimo repertorio, que abarca desde el Barroco a la música contemporánea, la hace única entre los violinistas españoles.


Lina Tur Bonet realizó sus estudios de violín con grandes nombres del instrumento como Chumachenco y Kurosaki, y atendió los consejos de Tibor Varga, Augustin Dumay y Maria Joao Pires, entre otros. Tras ganar premios como el de la Fundación Alexander von Humboldt, comenzó una carrera internacional que la ha llevado a trabajar como concertino con orquestas como Concerto Köln, Les Arts Florissants o Mahler Chamber Orchestra, junto a directores como Claudio Abbado, Daniel Harding, Marc Minkowski o William Christie. Consagrada también como solista, Tur Bonet ofrecerá esta tarde un recital junto a la pianista donostiarra Judith Jáuregui en el claustro del Museo de San Telmo. El dúo defenderá un programa con obras de Debussy, Ravel, Granados y Falla.

 

Su currículum es inabarcable, no solo por la cantidad de orquestas con las que ha actuado sino por los repertorios y géneros tan diversos, desde la música antigua hasta la contemporánea y desde la música de cámara al teatro musical y las marionetas. ¿De dónde proviene esta amplitud de intereses?

Me viene de familia, fue mi padre quien me introdujo en la música y quien me enseñó a tener una mirada amplia. Siempre he tenido una inquietud por todas las artes, de hecho empecé con la danza y la primera vez que me subí a un escenario, con tres años, fue para bailar. El violín llegó relativamente tarde, pero me enamoró completamente y, como al final no te puedes dedicar a todo, decidí centrarme por completo en él. Pero eso no elimina mi interés por el resto de las artes, así que siempre que puedo intento juntarme con artistas para realizar experiencias transdisciplinares. Veo el arte, en su totalidad, como una forma de vida, y mi amor por la música está por encima del desarrollo de mi propia carrera.

 

Empezó a estudiar música con su padre pero cursó los estudios de violín en Friburgo y Viena. Hasta hace unos años, los conservatorios españoles no tenían la fama de ser el mejor lugar para estudiar violín. ¿Ha mejorado la enseñanza del instrumento?

Quizá no sea la mejor persona para contestar a eso, porque empecé con el violín en provincias, bastante tarde, y luego me fui al extranjero. Lo que está claro es que cada vez hay más medios y oportunidades en España para los jóvenes músicos. Por ejemplo, las orquesta de jovenes; yo misma soy “víctima” de la Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia, que fue la primera de este tipo que hubo en España. Allí tuvimos la ocasión de reunirnos unos cuantos locos por la música, tocar juntos y viajar. No diría que España ha sido un desierto de violinistas, los ha habido y muy buenos, pero es cierto que no hicieron carrera en el extranjero, quizá por la situación del país dentro del circuito de la música clásica. Las nuevas generaciones no solo somos más, sino que hemos tenido mayores oportunidades para formarnos y movernos.

También te diré que, en mi caso, las dificultades se convierten en alicientes. Por ejemplo, el hecho de que aquí casi no hubiera becas de estudio para músicos, a mí motivó a sacar la fuerza para ir al extranjero, una deseo, que si todo hubiera sido más fácil aquí, igual no hubiera despertado. Cuando sabes que los recursos son limitados los aprovechas mejor. Acabo de estar en Bolivia dando clases y mis alumnos, con cualquier pequeño consejo, mejoraban muchísimo. Como no lo tienen fácil, su voluntad se multiplica.

 

Su carrera, en sus inicios, estuvo marcada por la música antigua. ¿Cómo derivó hacia ella?

El de la música antigua fue uno de los descubrimientos clave en mi vida. Recuerdo que, durante mis clases con el violín moderno, alguien me explicó que podía tocar Bach de otra manera. Como soy tan curiosa, cogí un violín barroco y de repente se abrieron ante mí 150 años de música apasionante. También se me presentó un dilema: no quería abandonar lo que ya estaba haciendo, no podía dejar de lado a Bartók, Messiaen o Nono, pero tampoco quería estudiar el violín barroco a medias, adoptando solo el arco y nada más, para mí una falta de respeto. Así que, aunque ya había ganado algunos concursos, dejé de lado durante unos años el violín moderno. Dejé también de dar conciertos y me sumergí por completo en el violín barroco, y solo cuando ya tuve muy claras las diferencias técnicas y sicológicas entre ambos instrumentos, comencé poco a poco a retomar el violín moderno. No fue un proceso fácil, pero ahora tengo la suerte de poder tocar ambos y tener a mi disposición un repertorio amplísimo.

 

Son mundos muy diferentes. ¿No le cuesta saltar de uno al otro?

La gente que me escucha tocar ambos violines dice que me transformo en dos personas diferentes. Es verdad que te enfrentas a técnicas completamente distintas, por eso hay que entenderlas bien y sistematizarlas para luego poder cambiar sin problemas. Este verano doy unos veinte conciertos, la mitad con el violín moderno y la otra mitad con el barroco, algo imposible si no tienes muy claras las diferencias. Al final, los músicos tenemos que seguir aprendiendo siempre. La música es un work in progress y, si no continuas investigando y profundizando en tu instrumento, te estancas fácilmente.

 

Ha actuado mucho como concertino. ¿Qué aprendizaje extrae de esta experiencia?

Para empezar el conocimiento de un repertorio que de otra manera no habría hecho. Los grandes compositores dieron lo mejor de sí en el repertorio sinfónico y poder trabajar esas músicas con grandes directores es una oportunidad que me llevo a la tumba. Ahora, cuando toco una pieza de Schumann, siempre me acuerdo de Gardiner, o de Claudio Abbado cuando toco a Schubert. Además, como concertino eres el intermediario entre el director y la sección de cuerdas, y el sonido de la orquesta depende mucho de tu influencia. Es como hacer música de cámara dentro de la orquesta, debes tener la mentalidad adecuada para transmitir entre personas, para liderar, para entender el sonido en cada momento y encajar los cambios de tempo. Esa experiencia luego es muy útil cuando tocas música de cámara, aunque solo sea un dúo, o para entender qué ocurre a tus espaldas cuando eres solista junto a una orquesta.

Los autores desconocidos y la música contemporánea son otras de sus pasiones. Esto no es muy habitual entre los violinistas, que a menudo tienen suficiente con el gran repertorio ya existente para el instrumento.

Para mí todo parte del sentido que doy a mi trabajo. Yo no soy creadora, soy intérprete, y aunque recreamos muchos en nuestras versiones, no somos como los Rolling Stones que tocan su propia música. Nuestra misión, como intérpretes, es enseñarle el cuadro a los demás, ser el cuentacuentos que transmite la historia al oyente de la forma más bonita posible. Para aceptar esto, sin embargo, hay que dejar de lado el ego y eso puede ser duro.

Si eres capaz de aceptar esto, lo otro es una consecuencia lógica. Hay mucha música maravillosa que está injustamente olvidada y ahí estamos los intérpretes para que la gente la conozca. Hace poco estuve tocando un trío de Robert Fuchs y el público se sorprendió de descubrir a un compositor de esa talla, que no es más conocido simplemente porque no tuvo la suerte que sí tuvo Brahms. Es una responsabilidad de los intérpretes el dar salida a esas músicas desconocidas o a las de nueva creación, aunque siempre debes tener una afinidad con ella, no puedes tocar algo que no te guste. Hoy en día se repiten sin cesar un número limitado de obras, pero esas no son más que la punta del iceberg de la historia muscal. Es responsabilidad nuestra sacar a flote ese legado, no puede ser que solo usemos un número limitado de piezas para nuestro propio brillo.

 

En Donostia van a defender junto a Judith Jáuregui un programa de música española y francesa.

Sí, es un programa que nos gusta mucho a las dos y con el que hemos podido encontrar una conexión entre ambas. Haremos dos de las sonatas para violín y piano más importantes y complejas del repertorio, las de Debussy y Ravel. La primera la abordamos con una líneas más clara de lo habitual, pues Debussy siempre decía que él no era impresionista sino simbolista, y he querido darle ese sentido a la interpretación. En cuanto a la sonata de Ravel, además de bella es divertida. Es francesa pero con corazón, con elementos del blues y del foxtrot que la relacionan con su momento histórico. Ravel es, para mí, uno de los grandes compositores de todos los tiempos.

Habrá también dos pequeñas piezas relacionadas con los mitos, que es el tema del ciclo en San Telmo. Por un lado Orfeo, con un fragmento de la opera de Gluck transcrito por Kreizler, y también “Euterpe” de Joaquín Turina. A estos les seguirá la “Sonata para violín y piano” de Granados, una de las más bellas del repertorio español. Es en un solo movimiento y no muy conocida, pero cuando la he tocado la gente se ha quedado entusiasmada, porque es una página llena de sentimiento y emoción. Por último, ofreceremos las canciones populares de Falla en el arreglo para violín y piano. Es una de las obras españolas por antonomasia, con muchos movimientos muy variados y canciones populares con las que la gente se identificará. En su conjunto, se trata de una selección de música que se dirige tanto al corazón como a la imaginación.

 

No es la primera vez que trabaja con Judith Jáuregui. ¿Se entienden bien?

Es la tercera que tocamos juntas. Vivimos las dos en Madrid y ella vino a verme a un recital junto a Josep Colom. Tenemos maneras bastante diferentes de abordar la música, pero encontramos un interés común en este repertorio y decidimos que podíamos hacer algo juntas. El entendimiento es muy bueno y es un placer trabajar con ella, más aún en Donostia, porque Judith es de aquí y será un concierto especial para ella.