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CRÍTICA «Silvio (y los otros)»

¿Adiós al macho?


El propio Paolo Sorrentino señaló ante los medios de comunicación que su díptico -”Loro 1” y Loro 2” –que en su variante internacional lleva el título original de “Loro: international Cut”– no pretendía atacar a Silvio Berlusconi lo cual queda plenamente demostrado tras visionar el montaje internacional que suma la nada desdeñable cifra de 150 minutos, un metraje orquestado a mayor gloria de los excesos de un macho en constante estado de celo. Un mensaje muy peligroso ya que empaña en todo momento la  trastienda del magnate mediático que encontró en la política una prolongación para su ego desmedido. “Silvio (y los otros”) (título elegido por la distribuidora para el montaje internacional) sigue la estela de ese tipo de producciones que tan bien conocemos por estos lares, aquellas en las que, por ejemplo, se utiliza la comedia guiñolesca para ridiculizar a personajes tan temibles como Franco. La risa, servida como remedio contra el horror, acaba por confundir al respetable ya que difumina por completo la figura del personaje caricaturizado. Lo que Sorrentino nos plantea no es más que una borrachera visual acaparado por múltiples odaliscas o “velinas” que caen rendidas a los pies de un Berlusconi sátiro y crepuscular. El cineasta imprime a todo el conjunto su habitual discurso visual y sonoro explosivo y delega todo el peso en un Toni Servillo encargado de meterse en la estirada piel del exmandatario italiano. Lo que pretende ser una sátira acaba siendo una oda a los placeres terrenales y muy sexuales de un Berlusconi que, tan solo en la recta final del filme, deja entrever, sin sonrisas seductora, su discurso político más inquietante. La barroca e hipnótica concepción que el autor de filmes tan relevantes como “La gran belleza”, en plena complicidad con su actor fetiche, hacen que esta película haya transitado por una ruta que, tal vez, tan solo pretendía guiarnos hasta un circo gobernado por un bufón.