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ZILAN VEJIN Y ZILAN TANYA
DIRIGENTES KURDAS DE IRÁN

«Queremos el modelo de Rojava en Irán»

Desde su bastión en las montañas kurdas, las dos mujeres más prominentes de la resistencia kurdoiraní diseccionan la compleja coyuntura persa y su papel en la «Tercera Guerra Mundial» que se libra en Oriente Medio. La alternativa, dicen, ya está en marcha en el noreste de Siria.


Hace casi dos horas que el asfalto desapareció bajo las ruedas de este 4X4. Maniobramos con dificultad por algún lugar de la frontera entre Irak e Irán, y entre pistas de barro que las lluvias torrenciales de los últimos días han dejado casi impracticables. Tanto el conductor como su acompañante son miembros del PJAK (Partido para una Vida Libre en Kurdistán), un grupo guerrillero formado principalmente por kurdos de Irán. En realidad, su casa no queda muy lejos de donde estamos.

«La frontera está justo detrás de esas montañas. Diría que es una hora a pie», dice el copiloto, señalando unos picos nevados. Diez minutos más tarde, media docena de combatientes, hombres y mujeres a partes iguales, nos dan la bienvenida desde un puñado de sencillas construcciones convenientemente protegidas de la vista de los drones por la espesura del bosque.

La cúpula de la guerrilla kurdoiraní ha aceptado este encuentro con GARA con la única condición de que evitemos fotografiar a los milicianos, así como referencias espaciales que aporten pistas sobre su localización.

Dos mujeres en la treintena nos invitan a tomar asiento alrededor de una mesa en una estancia humilde pero impecablemente limpia. Zilan Vejin y Zilan Tanya se presentan como colíderes del PJAK y KODAR (organización paraguas de la resistencia kurdoiraní) respectivamente. La paridad en la jerarquía de mando es una de las marcas del movimiento de liberación kurdo que reivindica la figura de Abdullah Öcalan, su líder encarcelado en 1999. Tras el té, la entrevista arranca con una reflexión en torno al reciente 40 aniversario de la revolución islámica en Irán.

«Durante cuatro décadas, la gente ha sido privada de su derecho a protestar o expresar una opinión que no guste al régimen. Es un estado monolítico basado en una religión, el islam chií, y una sola etnia, la persa, y en el que la igualdad de género es una quimera» dice Tanya, kurda de Howraman (valle fronterizo con Irak), que asegura llevar veinte años en la guerrilla «Los kurdos, entre otros pueblos, sufrimos represión a todos los niveles: desde la exclusión del mundo laboral hasta la persecución de todo aquel que reivindique nuestros derechos más básicos».

El testimonio de Tanya es corroborado por el de numerosas organizaciones internacionales como Amnistía Internacional, que han denunciado las dificultades de la minorías étnicas, como kurdos, baluches o árabes, para acceder a la educación, al empleo o a la vivienda. Además de la discriminación socioeconómica de las minorías, las mujeres de cualquier etnia parecen haberse convertido en uno de los objetivos del Gobierno teocrático. En su último informe sobre el país, HRW denuncia la marginación de la mitad de la población en asuntos como el matrimonio, el divorcio, herencias y custodia de los hijos. Según la ONG, las iraníes no pueden obtener el pasaporte o viajar al extranjero sin el permiso escrito de sus maridos, quienes también les podrían prohibir desempeñar trabajos considerados «ajenos a los valores familiares».

«Occidente habla de una falta de democracia en Irán pero lo que realmente ocurre es que se trata de una inmensa prisión», acota Tanya.

Atomización

La vida para los kurdos no fue mucho mejor durante el mandato de los Pahlevi, por lo que varias de sus organizaciones apoyaron el levantamiento de 1978 contra el sha. Sin embargo, el nuevo régimen teocrático no abordó los problemas de los kurdos, que seguirían perseguidos por su diferencia nacional así como por supuestas alianzas con potencias extranjeras. La declaración de Jomeini de hacer la «guerra santa» contra los kurdos desembocó en una guerra a gran escala en la que se encadenaron los asesinatos en masa por todo Kurdistán Occidental. Cuatro décadas después de la llegada de la teocracia chií al poder, los problemas ya no son exclusivos de las minorías

«La crisis económica en el país es tan grave que las líneas entre etnias se están diluyendo; ya no es cosa de persas, kurdos o baluches, sino del pueblo contra las élites», dice Vejin, una kurda de Urmia (localidad cercana a la frontera turca) que se unió a la guerrilla hace 18 años.

Si bien la retirada del tratado de Washington del tratado nuclear (en mayo de 2018) y las sanciones estadounidenses a Teherán se ven como los principales factores tras la brutal devaluación de la moneda persa –ha perdido dos tercios de su valor en los últimos seis meses– numerosos analistas también apuntan a una debilidad estructural inherente al sistema agravada por una corrupción rampante y, por supuesto, al coste añadido de mantener milicias chiíes por todo Oriente Medio: desde Líbano hasta Yemen. El pasado enero, en un discurso televisado durante uno de los actos por el 40 aniversario de la revolución, era el propio Presidente iraní, Hassan Rouhani, quien admitía que el país se enfrentaba a su «mayor desafío económico» desde el ascenso de Jomeini al poder.

Pocos días después de aquel discurso, Estados Unidos organizó una cumbre de dos días en Polonia sobre «estabilidad y paz» de Oriente Medio que culminó con un llamamiento abierto a la guerra contra Irán como única solución para la estabilidad regional. Vejin se muestra escéptica: «Lo hicieron en Irak y ahí tiene los resultados. La solución llegará desde dentro; será el pueblo iraní el que consiga provocar el cambio porque el Gobierno ya no la puede controlar. En realidad, lo insostenible de la situación ha convertido a la gente en el mayor enemigo del régimen», asegura tajante la colíder del PJAK.

La guerra no ha llegado a la potencia persa, pero lo cierto es que toda la región de Oriente Medio está en llamas. En palabras de Tanya, Kurdistán se encuentra en el «epicentro de una tercera guerra mundial en la que participan rusos, europeos, americanos así como las potencias del Golfo». Turquía, añade, es un «ariete» contra su pueblo: «Somos una piedra en el zapato para la política neo-otomana de Erdogan; sabe que no puede seguir con sus planes si no destruye antes a los kurdos y no descansará hasta conseguirlo», lamenta la kurda, recordando las amenazas de Ankara de invadir el territorio kurdosirio tras el anuncio de Trump de retirar sus tropas.

Precisamente es el noreste sirio, al que los kurdos llaman «Rojava», uno de lo lugares más referenciales hoy día para Vejin y los suyos. Tras el comienzo de la guerra en Siria, los kurdos del país se desmarcaron tanto del Gobierno como de la oposición armada, ejecutando sobre el terreno lo que se conoce como «confederalismo democrático». Ya desde principios de los 90, el propio Öcalan había descartado la idea de un Estado propio como solución a la cuestión kurda para acabar virando hacia un Estado descentralizado: no se desafía la territorialidad de Oriente Medio, pero se apuesta por una atomización de los poderes tradicionalmente monolíticos de la región como el turco, el persa o el sirio.

«Es una democracia construida de abajo arriba, y en la que es la gente la que toma y ejecuta sus propias decisiones», resume Tanya. «Eso es lo que está en marcha ahora en el noreste de Siria, y eso mismo es lo que queremos en Irán».

 

Variada insurgencia en Irán

Activo desde 2004, el PJAK es una organización «hermana» del PKK hoy englobada en el KODAR, un movimiento paraguas para organizaciones militares, políticas o sociales. Estas últimas incluyen desde asociaciones de mujeres a grupos ecologistas de Irán. Lo más parecido al KODAR dentro del amplio movimiento de liberación kurdo sería el Tev Dem de Rojava, que reúne al aparato político (PYD), al militar (YPG y YPJ) así como al resto de la sociedad civil surgida al calor de la guerra en Siria. La última gran operación del PJAK se produjo el pasado verano con un atentado contra una base de la Guardia Revolucionaria próxima a la frontera con Irak que se saldó con quince agentes iraníes muertos. En cualquier caso, el PJAK no es el único grupo kurdo que desarrolla una actividad insurgente en Irán. Pocas semanas antes de la operación del PJAK era el PDKI (Partido Democrático del Kurdistán Iraní), el que reivindicaba un atentado contra la Guardia Revolucionaria en el que perdieron la vida más de una veintena de soldados. Irán respondió en el mes de septiembre bombardeando las presuntas bases en Kurdistán Sur de esta organización cercana al PDK, el partido de Massud Barzani, presidente kurdoiraquí. Un tercer grupo insurgente kurdoiraní es el PAK (Partido de la Libertad en Kurdistán), a quien se ha visto recientemente luchando contra el ISIS en Kurdistán Sur. A la insurgencia de los kurdos de Irán se le suma la de los baluches del sureste del país. Fue el pasado mes de febrero cuando Jaish ul Adl (Ejército de la Justicia) reivindicaba un atentado suicida que se saldó con la vida de entre 27 y 41 soldados iraníes, según se trate de fuentes oficiales o del propio grupo. Establecido en 2012, el Ejército de la Justicia fue presuntamente fundado por antiguos miembros de Jundallah, un grupo armado que lideraba el clan baluche de los Riggi, y que fue literalmente descabezado tras la ejecución de sus dirigentes a finales de las pasada década. A día de hoy, todos los objetivos del Ejército de la Justicia ha sido miembros del aparato de seguridad persa, no así los del ISIS, que ya suman dos atentados en Irán, ambos durante el pasado año. El primero se produjo en junio, con sendos ataques en Teherán al mausoleo de Joemini y al edificio del Parlamento; el pasado mes de setiembre, los yihadistas volvían a atacar en Ahvaz, al suroeste del país: 25 personas perdieron la vida tras el ataque de un comando contra un desfile militar que conmemoraba el inicio de la guerra entre Irak e Irán (1980-1988). Se ha especulado mucho sobre si la represaliada minoría árabe de Irán ofrece hoy cobertura a los islamistas. Si bien se han dado casos de conversiones al sunismo entre esta castigada comunidad, lo cierto es que hablamos de una minoría étnica que sigue siendo mayoritariamente chií.