2019 MAI. 13 El laberinto blanco Paraje secreto de Jaizkibel gara, donostia Con esta sugerencia el lector podrá intimar con el litoral del monte Jaizkibel con una ruta circular cómoda y no larga y que le permitirá recorrer el “laberinto blanco”, el espacio que va desde punta “Turroia” hasta punta “Morkotx” sobre Labetxu, caminando por la repisa superior de “la playa roja”, la rasa mareal a pie de los acantilados más verticales del último eslabón de la costa guipuzcoana. Nace esta excursión en el aparcamiento del antiguo parador de la Diputación Foral de Gipuzkoa, situado en el Km 10,300 del puerto de Jaizkibel desde Lezo y a 1,5 km de la cima del alto. Remontando un par de centenares de mts hacia Donibane por la carretera, nace a la dcha una pista en descenso al lado de una borda y hacia el mar. En el momento que se encuentra con el “Talaia bidea” con sus marcas rojiblancas, que no se sigue, se toma el ramal que desciende directamente hacia la borda Lekueta (Leuta) que se divisa en las cercanías. La pista se convierte en camino y suavemente desciende hasta el litoral, donde el montañero se encontrará con las dos bandas blancas que le ayudarán a completar este itinerario que le descubrirá los más inimaginables y mágicos accidentes orográficos que la naturaleza ha fabricado producto de una modelación de millones de años. El primer ejemplo lo encontrará en la gran concha, “maskor zuria”, un modelo de erosión blanco diferente, y delante de otra geoforma que contrasta por su tono amarillo brillante y que se conoce como “la veta de oro”. Inicia aquí el visitante una ruta de espectáculo y fantasía difícil de olvidar en un espacio meteorizado. Tras la Concha y sus verticales farallones, con sus dos pequeñas ventanas naturales y su cercana cueva que merece visitarse, el explorador penetra en un escenario de sorprendente fantasía donde surgen numerosos bloques de piedra, que recuerdan a unos aerolitos que hayan podido caer del cielo con diferentes y extravagantes modelos de alineaciones, cavidades y oquedades en rocas con formas caprichosas erosionadas al sur, entre los que destacan los conocidos como “las gemelas–biziak” y la oreja-belarria. Se asemejan a altares y tiendas de campaña, con maravillas de filigranas y encajes de bolillos, obras maestras de la naturaleza. En este sector que se conoce popularmente como el “laberinto blanco”, o “la pequeña Capadocia”, por su relativa semejanza en miniatura con la región turca. Existe una formación “ventana” u “ojo”, obra maestra, con escamas, única y nunca vista. El sendero serpentea entre los bloques, arte al aire libre, de nominaciones populares, al borde de la muralla, pudiendo el senderista variar su itinerario entre el caótico relieve si quiere fraternizar con otras diferentes y originales estructuras. Es otra de las joyas del litoral, que el visitante recorrerá asomándose al vertical paredón de Morkotx-Turroia con el océano, que en días brillantes es un espectáculo sin parangón, y donde, en la rasa mareal, en la playa roja, según la época anidan o reposan centenares de aves que rompen la paz del lugar con sus cantos infinitos. Entre abril y mayo se pueden contemplar centenares de ejemplares de “armerias euscadiensis”, la flor endémica de Euskal Herria, muy protegida. La siguiente escena es el balcón sobre Labetxu, “el valle de los colores”, donde la roca es espectáculo y fantasía, el paraíso de colores, blancos, amarillos, rojos, anaranjados, rosados y ocres, en discos, pilares, láminas, rosetas, concavidades, alveolos, panales de abejas y otras formas que no dejan a nadie indiferente. Una maravilla que en este paraíso de delicias visuales disfrutaremos desde el alto de este acantilado en la vertiente oriental de la quebrada. Por el filo de la misma, sin bajar al valle, se continúa ascendiendo sobre senda bien pisada hasta encontrar dentro del bosque la más secreta ventana u ojo, ”el huevo hueco-Arrautza hutsa” otro escenario de fábula junto a un muro pastoril. Desde allí se pierde altura, hasta que el montañero se coloque al pie de la barra, vuelve a subir, pasa junto a varias cavidades con geoformas blancas, dos rediles de ganado, siendo el 2º más relevante, apoyado en la muralla y alcanza pocos minutos después el ancho camino que horas antes ha conducido al explorador al litoral. No queda más que seguirlo hacia el alto, hacia la carretera, superar Lekueta y finalizar en la explanada del antiguo parador de la DFG, mirador circular del litoral y montañas, donde se tiene aparcado el automóvil, tras una increíble, incomparable e inolvidable excursión.