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DE REOJO

Doña Ruperta


Durante muchos años, una calabaza animada se convirtió en una cita para millones de telespectadores las noches de los viernes. Era uno de esos programas que nadie decía que veía, pero que daba unos resultados de audiencia que significaba que muchos mentían, o que se sentían impelidos a decir que no veían el “Un , dos, tres…” de Chicho Ibáñez Serrador, ese inventor de historias, narraciones y programas que acaba de fallecer consumido por una enfermedad degenerativa. 

No existe biografía más extensa y fructífera que la de este hombre de escenario, porque antes de lograr este fenómeno absoluto de entretenimiento familiar, por donde pasaron los cómicos de la época, que colocó a Torrevieja en el mapa turístico al regalar apartamentos en esa localidad alicantina, nos había dado unas “Historias para no dormir”, que lograron instaurar el género del terror en televisión en tiempos suficientemente oscuros como para entender que esa  imaginación demoledora sobre la realidad era una manera de entender ese miedo estructural que la dictadura ejercía de manera silenciosa sobre todos. Y otro espacio suyo, “Historias de la frivolidad”, hizo reír a los espectadores en blanco y negro con la grisura censora. Todo ello sin contar con sus obras de teatro que escribía, dirigía e interpretaba, o sus pocas películas que se recuerdan. Quienes trabajaron con Chicho aseguran que era muy exigente, palabra que encubre una cierta tendencia al autoritarismo, al control minucioso de todos los engranajes de un tipo de producción tan compleja.

Con la calabaza Ruperta y todos los personajes que intervenían en su concurso logró datos de audiencia imposibles de conseguir ahora e importante económicamente por ingresos de publicidad. Televisión que llevaba personajes y frases a la vida cotidiana.