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KATHERINE GUN Y MARTIN BRIGHT
PROTAGONISTA Y DIRECTOR DE «SECRETOS DE ESTADO»

«No tenía idea de lo que estaba haciendo, quería preservar mi anonimato»

«Secretos de Estado», filme protagonizado por Keira Knightley, narra la verdadera historia de Katherine Gun, una mujer de 27 años que estuvo a punto de detener la invasión en Irak en 2003. Pero falló. Durante años Gun recibió muchas ofertas para llevar al cine su historia. No lo quiso. Hasta que le concedió un voto de confianza a Gavin Hood (director y co-guionista). Está en cartelera.


Cuando en 2003 las primeras bombas cayeron sobre Irak, se vio con asombro a través de la televisión lo que sería el inicio de una guerra que cobraría millones de vidas. Aún en shock por los ataques terroristas en Nueva York y en Washington en 2001, apenas se empezaba a desmantelar las redes de funcionamiento de Al Qaeda. El “eje del mal”, encabezado por Saddan Hussein, era el enemigo.

La transmisión en tiempo real a través de CNN de los bombardeos de las tropas de la coalición estadounidenses y británicas emulaba un videojuego, con columnas de humo que se producían después de las ráfagas de luces que destellaban en la oscuridad sobre la ciudad de Bagdad. Katherine Gun cuenta que apagó el televisor. Había fracasado en su intento de detener la guerra.

Quince años después, la película “Secretos de Estado” (Official Secrets) relata cómo una intérprete de mandarín que trabajaba en el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno (GCHQ), filtró un comunicado interno proveniente de la agencia de inteligencia estadounidense, a través del cual se instaba a los trabajadores de ambos organismos a recabar información sensible de ciertos diplomáticos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para influir en el voto de la resolución de una posible invasión en Irak.

Durante muchos años a Katherine Gun se le acercaron diferentes directores y productores para llevar al cine su historia, ofrecimientos que rechazó repetidas veces. Finalmente a Gavin Hood (director y co-guionista) le concedió un voto de confianza. Keira Knightley (Gun), Matt Smith (como el periodista Martin Bright) y Ralph Fiennes (como Ben Emmerson, abogado especializado en derecho internacional) protagonizan esta película cuyo estreno europeo se llevó a cabo en el Festival de Zurich, donde los verdaderos Katherine Gun y Martin Bright, recuerdan aquellos meses de impotencia, sinsabores e incertidumbre.

Aunque la acción de Gun no detuvo la avanzada de las tropas en Irak en la búsqueda de armas de destrucción masiva, la traductora que para aquel entonces tenía 27 años, salió de su anonimato al ser acusada de romper la Ley de Secretos Oficiales, poniendo así en peligro la seguridad de Gran Bretaña.

En la pantalla, Knightley embutida en la piel de Gun, argumenta el por qué se convirtió en informante: «Yo trabajo para el pueblo británico. No recopilo información de inteligencia para que el gobierno pueda mentirle a los ciudadanos».

Figurar en los titulares de los medios de comunicación no estaba entre sus deseos. «Cuando te unes a la GCHQ (agencia de inteligencia), nos inculcan que la prensa es malvada», recuerda Gun, quien durante mucho tiempo sospechó –para mal– de los periodistas, un sentimiento que se fortaleció al constatar la manera como la prensa «estaba simplemente parloteando de lo que salía del número 10 de la Downing Street (residencia del Primer Ministro británico)». De allí su decisión de no entregar a la prensa el memorándum que llegó a ella en forma de email, sino a una organización pacifista.

«No tenía idea de lo que estaba haciendo», sostenía Katherine Gun en Zurich, «yo quería preservar mi anonimato, por eso mi intención era arreglarlo de forma anónima y luego desaparecer para continuar con mi vida». Pero no fue así. Literalmente a Katherine Gun le estalló una bomba en las manos.

Una escena de “Secretos de Estado” que se desarrolla en la redacción del diario “The Observer” pone en evidencia a la prensa británica de esa época, que salvo contadas excepciones fungía como el equipo de relaciones públicas de Tony Blair (el Primer Ministro británico en aquel entonces), tal como se expone en el filme. Uno de los periodistas de ese periódico, Martin Bright, sin saber quién era Katherine Gun, publicó en 2003 –dos semanas antes de la intervención– un reportaje titulado “Revealed: US dirty tricks to win vote on Iraq war” (Revelado: los trucos sucios de EEUU para ganar el voto en la guerra de Irak), apoyándose en el memorándum secreto filtrado por Gun.

En el presente, Bright entiende perfectamente los recelos de Katherine Gun hacia la prensa, admitiendo que había muchos en el seno de los medios de comunicación que apoyaban la intervención.

«Los periodistas deben asumir cierto grado de responsabilidad por no investigar adecuadamente, por no cuestionar la línea del gobierno», sostiene Bright, agregando que actualmente se tiene conocimiento de que dentro de los servicios de inteligencia, a ambos lados del Atlántico, había personas que compartían con Katherine el mismo sentimiento de descontento.

“Secretos de Estado” permite revisar el pasado cuando George W. Bush (presidente de EEUU en 2003) y Tony Blair, monopolizaban los telediarios argumentando la imperiosa necesidad de invasión para dar con las armas de destrucción masiva que nunca se encontraron. Bright, quien durante todos estos años ha estado inmerso en este tema, investigando sus consecuencias, es un testigo en primera línea de un hecho irrefutable: la escandalosa cantidad de información que le fue escondida a la opinión pública en aras de proteger la vergüenza de ciertas personas. Con ese conocimiento del pasado, nos situamos en el contexto actual, que tampoco es tan alentador. «Ya sea en Estados Unidos o en el Reino Unido, ha habido reacciones violentas para atacar a los equivalentes modernos de Katherine, porque se han dado cuenta de lo que puede suceder cuando la información se pone realmente a disposición», afirmaba el periodista.

Katherine Gun pasará a la historia como la mujer que estuvo muy cerca de detener una guerra sin fin, que se ha ramificado y permeado en nuestras sociedades. Dan Ellsberg, el legendario garganta profunda que filtró los Papeles del Pentágono develando que el gobierno de EEUU tenía conocimiento de que no había posibilidad de ganar la guerra en Vietnam, en muchas oportunidades ha alabado la hazaña de la traductora.

A los ojos de Katherine Gun, los cumplidos de Ellsberg, cuya historia ha sido llevada a la gran pantalla varias veces, son una exageración. «Dan Ellsberg estuvo trabajando en ese ambiente (el del servicio secreto) durante mucho tiempo», explica Gun, «es un pensador profundo, que conoce a gente de alto nivel en el gobierno, por lo que para él ir en contra de todo eso fue quizás más duro que para alguien como yo que solamente llevaba trabajando dos años en el GCHQ».

Sin embargo, su experiencia durante y después de los hechos que se narran en Secretos de Estados, le dejó muchos sinsabores. Abandonó Gran Bretaña, ya que su esposo de origen turco-kurdo fue deportado, para asentarse en Turquía.

A Gun le cambió la vida al tratar de detener la invasión en Irak, pero a diferencia de antaño, convertirse en “una garganta profunda” hoy en día es definitivamente menos solitario. «Existe una red de personas que te rodeará de inmediato», afirma, «se trata de gente organizada en redes sociales o grupos que se esforzarán en apoyarte y encontrar las maneras de ayudarte. Eso es algo bueno».