2020 MAR. 22 BRUCE DICKINSON, MULTIDISCIPLINAR MUCHO MÁS ALLÁ DE IRON MAIDEN Una montaña rusa de sensaciones. Así describe su vida el vocalista de la banda británica de heavy en la autobiografía «¿Para qué sirve este botón?», en la que hay dos temas por encima de todos los demás: la música y la aviación, sus dos principales ocupaciones. Imanol CARRILLO Sexo, drogas y rock&roll». Esas tres palabras solo son tres simples acciones entre las miles que ha desarrollado Iron Maiden a lo largo de su extensa carrera musical desde que naciera en 1975 y sufriera más de una vuelta de tuerca entre sus miembros. «Para prueba, un botón», como diría su vocalista Bruce Dickinson. No solo lo menciona, sino que lo ha escrito en una autobiografía de 397 páginas titulada “¿Para qué sirve este botón?” (Editorial: Harper Collins Non Fiction, 2018). Músico, locutor de radio, presentador radiofónico, escritor, empresario, guionista de cine, esgrimista, catador de la cerveza “Trooper” del grupo musical, piloto de avión y cómo no, vocalista de Iron Maiden, una de las bandas más grandes de la historia del heavy metal. Así es Paul Bruce Dickinson (Worksop, Inglaterra, 1958), un persona multidisciplinar, muy alejado del prototipo de músico o cantante actual salido de la adolescencia. Con un fino humor e ironía británicos de los que el autor hace gala –en ocasiones en exceso–, Dickinson relata al detalle parte de su vida personal, ligada siempre a la banda que lo encumbró en la música y la que le ayudó a partir en solitario grabando varios discos sin Steve Harris, Dave Murray, Adrian Smith, Janick Gers y Nicko McBrain, actuales miembros de La Dama de Hierro. En una primera parte descifra partes de su vida en la infancia, en la que sufrió bullying y no fue precisamente una época fácil. Vivió sus primeros cinco años junto a sus abuelos mientras sus padres viajaban por Europa buscando cómo ganarse la vida. Su abuelo le enseñó a defenderse y en su juventud comenzó sus gustos hacia la aviación. También comenzó a escuchar de manera compulsiva álbumes como “Made in Japan”, de Deep Purple, mientras en su mente se forjaba la idea de que quería dedicarse profesionalmente a la música… ¡siendo batería! «Soy un percusionista frustrado», señala. No sería hasta más tarde cuando sus compañeros de banda en el colegio le escucharon cantar. Luego sería su verdadera ocupación. Más adelante relata sus inicios en Samson, su primera banda, época en la que, recuerda burlón, conoció a Ian Gillan, vocalista de Deep Purple, en una circunstancia un poco extraña. Exactamente en los baños de una sala de grabación en los que Dickinson terminó vomitando a causa de «lo que había fumado junto con las cuatro pintas del Newman Arms». Desde entonces, Gillan siempre le toma el pelo con esta anécdota. Primer contacto con Iron Maiden Dickinson vio por primera vez a Maiden en Music Machine, en Camden. «Samson era el titular, pero la tribu de Maiden apareció y arrasó», señala. Eso sí, no tiene pelos en la lengua al afirmar que «tenían fama de despedir muchos músicos». El autor del libro presume de ciertos puntos de arrogancia, como cuando el representante Rod Smallwood le propuso una audición para Iron Maiden. «Antes que nada, ya sabes que conseguiré el trabajo, de lo contrario no me lo preguntarías (…) Puede que sea un grano en el culo (...). Si no estás de acuerdo, dímelo y me iré», le respondió Dickinson. Logró el puesto de vocalista y pasó a cobrar «la enorme suma de cien libras por semana». En el libro en ningún momento oculta sus desavenencias con el bajista Steve Harris pero, por ejemplo, sobre Nicko McBrain dice que «era la viva imagen de Animal, el de Los Teleñecos. Su cara se iluminaba cuando comenzaba a tocar, y cada tambor recibía su propio estímulo vocal». También se atreve a hacer una comparación entre Adrian Smith y Dave Murray: «Dave solía fusionar torrentes de notas en cascada sobre las secciones de solo, mientras que Adrian siempre sonaba como si sus solos estuvieran al borde de un precipicio, verdaderos acantilados». Por su parte, el guitarrista de Deep Purple o Rainbow influyó mucho en el estilo de Janick Gers –posee el título de Licenciado en Sociología–, en particular «en las espectaculares sentadillas que sacudían sus rodillas y que interrumpían su payasa danza». Sobre Rod Smallwood menciona una graciosa anécdota cuando fue nombrado “Representante del Año”. Odiaba actos como este al ejecutivo de la música le llegó a decir que «yo no estoy en el negocio de la música. Estoy en el puñetero negocio de Iron Maiden». «El secreto de su éxito fue centrarse por completo en la banda, desatendiendo el bienestar de cualquier otra criatura de la tierra, salvo su familia», añade al respecto. Dedicatoria a Donostia Aunque muchas veces, entre concierto y concierto, la banda no ha tenido el tiempo necesario para el ocio o la vida social –como jugar al golf, practicar la pesca o la esgrima, un deporte que Dickinson practicó con ahínco y lo explica en el libro–, sí que pueden decir que han volado de un continente a otro, dando la vuelta al mundo hasta en tres ocasiones en la misma gira. Eso ocurrió cuando el cantante propuso desplazarse en el “Ed Force One”, un avión Boeing 747-400 conducido por él, durante una de sus giras. En Euskal Herria también han tenido sus paradas: 14 actuaciones han ofrecido, nueve en Donostia (1982, 1983, 1984, 1990, 1992, 1993, 1998, 2000 y 2003), tres en Bilbo (2006, 2013 y 2014) y dos más en Iruñea (1988 y 1995). En su autobiografía, aunque sea muy pequeña, Dickinson hace una mención especial a nuestra tierra. Exactamente se refiere a Donostia cuando habla sobre la contratación de McBrain en lugar de Clive Burr como batería y su peculiar manera de tocar ese instrumento. «Unos meses después de incorporarse Nick, me despertó un alboroto fuera de la ventana de mi hotel en San Sebastián, en España, donde Maiden estaba realizando los ensayos de prepoducción. El técnico de batería de Nicko estaba sentado en una fuente, con un ladrillo en la mano, gritando: ‘Mátenme. Mátenme ahora’. (…) Por lo demás, fue una tarde de domingo muy agradable en la plaza del pueblo». Primera etapa en Iron Maiden Respecto a las grabaciones, en “The Number of the Beast” (1982) define la canción que da título al disco como «uno de los mejores temas de metal de todos los tiempos», mientras que “Piece of Mind” (1983) primero se iba a llamar “Food for Thought” («alimento para el pensamiento»), pero finalmente pasó a llamarse así con otro juego de palabras entre «give a piece of one’s mind («decir lo que uno piensa») y «peace of mind» («serenidad», «paz mental»). Por su parte, “Seventh Son of a Seventh Son” (1988) es «uno de los mejores» discos y un «álbum conceptual» en el que «Steve y yo reavivamos nuestra asociación compositiva» y “Fear of the Dark” (1992) «fue una oportunidad para avanzar en un mundo que cambiaba rápidamente» tras la marcha de Adrian Smith y la llegada de Janick Gers. Sobre Eddie, la mascota de Iron Maiden, dice que es «monstruo, alter ego, llámalo como quieras. En parte sobrenatural, en parte primario, en parte adolescente agresivo, Eddie es un superantihéroe sin historia de fondo. (…) Eddie hace que las estrellas de rock parezcan anticuadas». El adiós y otras ocupaciones Dickinson también se centra en su ‘hasta luego’ a Maiden y en todo en lo que estuvo ocupado durante ese periodo: cinco discos en solitario, a la vez que continuaba con el proyecto que iba retomando a lo largo de los años de guionizar y producir una película de nombre “The Chemical Wedding” o sus clases de vuelo y sus peligros a los mandos. También habla del proyecto “Los Tres Tenores” que en un inicio iban a ser él, Rob Halford (Judas Priest) y Ronnie James Dio (Rainbow, Black Sabbath…). Sobre su regreso a Maiden, con su reunión con el líder Steve Harris incluida, también habla largo y tendido. El cantante se muestra muy orgulloso del 12º disco, “Brave New World” (2000), llamado así por la novela de Aldous Huxley, con el que se pretendía llamar la atención de los más jóvenes. «Maiden lo había clavado. No era un simple título de álbum, era ya nuestra propia existencia», subraya al respecto. La segunda canción del disco, “Ghost of the Navigator”, está inspirada en el arte de navegación. Otro guiño a su hobby por la aviación. En cambio, no se muestra tan orgulloso de “Dance of Death” (2003), al que considera el fruto de «una resaca artística», además de hablar de desastre de portada, un trabajo inacabado. Eso sí, destaca el tema “Paschendale”, compuesta por Adrian Smith, que regresó a la banda junto con Dickinson. Sí está muy contento con “A Matter of Life and Death” (2006) y sobre “The Final Frontier” (2010) dice que «fue una deliciosa broma y una referencia para los forofos de Star Trek de todas partes». Por último, “The Book of Souls” (2015) supuso poner al vocalista delante del piano para tocar “Death or Glory” y “Empire of the Clouds”, «mi obra épica a dos dedos al piano». La fase de mezcla de esta canción finalizó el 25 de noviembre de 2014. Sin embargo, el 12 de diciembre le diagnosticaron cáncer de cabeza y cuello, «y el mundo se detuvo en seco». Sarajevo y «el puto cáncer» De manera desgarradora el autor dedica dos de los capítulos más largos del libro a dos de los acontecimientos que más han marcado su vida. El primero, su estancia en Sarajevo durante la guerra. El 6 de abril de 2019, el vocalista fue declarado ciudadano de honor de la capital de Bosnia-Herzegovina. Recibió el premio por su visita durante el asedio de la ciudad con la ayuda de las tropas de la ONU en diciembre de 1994 y su concierto en el Centro Cultural. En 2016, dos décadas después, regresó a la capital bosnia para grabar el documental “Scream For Me Sarajevo”. Lo hizo en una de las etapas más difíciles de su ya de por sí montaña rusa de vida: en pleno tratamiento contra el cáncer de cabeza y cuello. Y lo cuenta con todo tipo de detalles: desde la diagnosis, el tratamiento, lo doloroso de cualquier actividad común como hablar, tragar y no digamos comer –literalmente dice que «las natillas me salvaron la vida»–, su decaimiento en cuanto a pérdida de energía y pelo, hasta su posterior recuperación y cómo tuvo que volver a aprender a cantar. Desde el mismo momento del diagnóstico, tenía claro que «mi único plan es librarme de esto. Si no funciona, tendré que pensar en un nuevo plan». No necesitó ningún otro, porque a día de hoy está curado del cáncer e incluso comenzó su ‘adiestramiento’ para pilotar el Boeing 747. «En algún lugar, mi abuelo Austin estará bebiendo una cerveza con mi padrino, el sargento de vuelo John Booker, y probablemente estén contando la cantidad de dinero que gastaron en aviones de plástico para mí», hace referencia el autor a las diferentes réplicas que le compraron sus abuelos en la infancia. Y es que, como Bruce Dickinson repite por enésima vez en su imparable autobiografía, «nada de lo que sucede en la infancia es en vano». Si lo ven en un avión de camino a sus vacaciones, no duden en preguntarle: «¿Para qué sirve este botón?».