GARA Euskal Herriko egunkaria
AZKEN PUNTUA

El último refugio


El jueves, un joven de veintiún años fue rescatado «tras caer al foso de la planta de biocompost de Gasteiz». El joven, sin papeles, sin nombre y sin historia para las instituciones y la prensa, se introdujo en un contenedor de basura para buscar comida y refugiarse del frío. Los trabajadores de la limpieza retiraron el contenedor y lo vaciaron en la planta de biocompost sin percatarse de su presencia. Gracias a un golpe de suerte, el joven fue salvado y trasladado a urgencias. En Gasteiz, el hambre, aunque la propaganda del «oasis vasco» se esfuerce en ocultarla, existe y se cobija cada noche en el último refugio de un contenedor. Lo mismo sucede con el maltrato policial e institucional hacia la migración más pobre, con el racismo latente que se esconde en la convivencia tolerante y con la compasión recurrente de ese progresismo de izquierdas que tanto recuerda a la caridad tradicional. Son verdades invisibles que dibujan otra ciudad, una ciudad donde las cosas no se hacen bien y sobra la soberbia del buenismo social. En una noche heladora, un joven, sin papeles, se metió en un contenedor de basura para buscar comida y aguantar el frío. El porqué es algo por lo que se les debería caer la cara de vergüenza a los responsables de políticas y servicios sociales de las administraciones local y autónoma. Para el resto, al menos, debería ser motivo de sonrojo social.