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LA CUESTIÓN MIGRATORIA

En busca de la paz que supone pasar página de un pasado dramático

Son 22 las personas africanas acogidas en este momento en el albergue Zuloaga Txiki de Tolosa. Son migrantes y han solicitado asilo, la protección internacional, en este caso en la Unión Europea (UE), tras un pasado reciente lleno de penurias del que quieren pasar página cuanto antes, en un ambiente en el que se recuperan muy poco a poco.


Alpha Mamdou Diallo, Ziko Likofo y Sidi Ethman Sidi Dghaoui no se conocían hasta que hace unas semanas se encontraron en Tolosa. Sus hasta ahora desdichadas vidas, originarias de Guinea Conakry, República Democrática del Congo y Sahara Occidental, respectivamente, han terminado uniéndose en el albergue Zuloaga Txiki de la localidad guipuzcoana.

Los tres son jóvenes africanos que han sufrido persecución bien por su origen étnico, por su orientación sexual o por el hambre. Les une la huida de la penuria y las ganas de trabajar para labrarse un futuro digno.

Se muestran sumamente amables a pesar de la desconfianza con la que reaccionan primeramente ante quien les hace muchas preguntas. Los interrogatorios son parte de un pasado demasiado reciente. Además, reconocen estar cansados y nadie lo diría por su buen aspecto físico, pero se trata de fatiga psicológica tras años huyendo sin tener muy claro hacia dónde. Que algunos casos es ahora cuando, por primera vez, empiezan a dormir varias horas seguidas. Ha sido demasiado tiempo despertándose asustados por cualquier ruido.

Represión étnica

Alpha tiene 24 años y nació en Guinea Conakry. De su casa huyó a Libia; de allí cruzó a la vecina Argelia y luego pasó a Marruecos, recorriendo el norte de África. El salto al Estado español lo hizo en una zodiac y, después, tras atravesar media Europa, llegó a Alemania con un marroquí con el que había cruzado el Estrecho de Gibraltar. Con esta misma persona viajó más tarde a Segovia y de allí a Madrid. A la capital española llegó en marzo de 2020 y pasó tiempo durmiendo en la calle, hasta que consiguió empezar un curso de castellano y, de esta forma, cuando se inició el confinamiento por la covid-19, logró una plaza para dormir en un polideportivo. Desde hace tres semanas está en Tolosa.

En su caso, la huida de su país se debió a motivos étnicos. «Mi novia era malinké y yo soy peul, dos etnias enfrentadas. Su padre no lo admitía y mandó a unos militares a que me mataran –muestra unas heridas de bala– y me dejaron malherido, casi muerto. Mi novia estaba embarazada y decidimos abortar para no poner otra vida más en peligro, aunque en mi país está totalmente prohibido».

Alpha y su pareja acudieron a una clínica en la que un médico le dio a ella unas píldoras abortivas. «Al día siguiente apareció muerta, no despertó. Antes de que me detuvieran me escapé a Libia con el dinero que me dejó mi madre».

Persecución sexual

Por su parte, Ziko Likofo nació hace 22 años en la República Democrática del Congo, un país en el que en su mayor parte su condición de homosexual es motivo de «persecución, cárcel y hasta la muerte», un problema extensible a la totalidad del continente africano.

«He estado más de tres años escapando. En 2017 pagué a unos traficantes de personas para que me sacaran del país y de Congo Brazaville me llevaron a Camerún y de allí pasé a Burkina Faso, Mali, Argelia y Marruecos». Países todos ellos en los que la homosexualidad se vive escondida. También cruzó el Estrecho en una zodiac, como Alpha, y llegó al puerto español de Almería.

Desde la ciudad andaluza le trasladaron al edificio de una ONG en Madrid y después se marchó voluntariamente al Estado francés a buscar trabajo.

Sin embargo, a finales de 2018 las autoridades francesas le devolvieron al Estado español, donde ha estado dando tumbos hasta la actualidad porque las autoridades le deniegan el asilo.

Es el más abierto de los tres y el que más claro tiene lo que quiere, que es trabajar en el mundo de la estética. Se aplica a fondo para ello y, de hecho, reconoció que nuestra visita de ayer al albergue le estaba sirviendo para desconectar un poco de los exámenes de castellano y matemáticas que tiene hoy.

Escapar de la pobreza

En el caso de Sidi Ethman Sidi Dghaoui el motivo que le ha traído a Europa es pura y llanamente la pobreza. Nació en Sahara Occidental y, en su calidad de saharaui, podía haber tratado de utilizar el conflicto con Marruecos y la persecución policial para tantear la posibilidad de un atajo para el asilo; pero no, se considera apátrida.

Insiste en que lo único de lo que huye es de la pobreza, de la penuria en que ha vivido siempre. De hecho, del Sahara cruzó a Mauritania. En el vecino país africano se coló en un barco que le llevó hasta Canarias.

En las islas estuvo viviendo en la calle porque no se atrevió a acudir a ninguna ONG y mucho menos a la Policía española.

Encontró a una persona que le ayudó a cruzar hasta la península y luego la fue recorriendo desde el sur hasta el norte, hasta llegar a Bilbo. Reconoce que no sabe ni los nombres de ciudades y pueblos por los que ha cruzado en este periplo, que concluyó, por ahora, el 21 de mayo cuando llegó a Tolosa.

No habla ni una palabra de castellano y chapurrea un poco de inglés, pero no se siente nada seguro en ese idioma, por lo que pide ayuda a Zieb El Choabi, una colaboradora de Zuloaga Txiki de origen marroquí que lleva desde los 14 años en Euskal Herria y que nos hace de traductora de árabe.

Son una marroquí y un saharaui que se han hecho amigos escapando de la necesidad.

El Gobierno de Lakua reclama a la UE una estrategia de asilo común

La consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, considera que «hay que trabajar con decisión y eficacia para lograr la libertad de circulación y de residencia a escala global». Como ya hiciera en Irun con motivo de la muerte de un joven migrante que trató de cruzar a nado el río Bidasoa, declaró ayer que «un marco de gobernanza común ha de hacer posibles tránsitos seguros en situaciones de crisis humanitaria y de forma ordinaria, a nivel global y, desde luego, en las fronteras de la Unión Europea y en los tránsitos internos».

Tras insistir en la necesidad de lograr la «libertad de circulación y de residencia a escala global», Artolazabal recordó que a nuestra tierra llegan quienes han logrado cruzar el mar Mediterráneo, al que ha calificado como «la frontera más mortífera del mundo». Un lugar en el que trabaja el buque “Aita Mari”, de la ONG vasca Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), rescatando migrantes.

La consejera realizó estas declaraciones con motivo de su visita al albergue Zuloaga Txiki de Tolosa, gestionado por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), donde actualmente residen 22 solicitantes de protección internacional, un acto que tuvo lugar en una semana que concluirá este domingo con la celebración del Día Internacional de las Personas Refugiadas, que en la CAV vivirá un encuentro entre familias sirias y vascas.

Según explicó la directora de CEAR-Euskadi, Patricia Bárcena, el de Tolosa es uno de los tres centros que hay en la CAV junto al de Berriz y el de Oñati y destacó la importancia de estas residencias para que las personas que viven en ellas sean «atendidas, arropadas y cobijadas después de soportar una travesía física y vital cargada de una dureza y crudeza extremas».

Resaltó que Zuloaga Txiki es «una herramienta de modelo de acogida flexible», que desde su apertura ha permitido a 110 personas «descansar, recomponerse de la violencia sufrida y aportar sus habilidades y saberes a un pueblo que se ha mostrado solidario y comprometido», en relación a la acogida ofrecida por Tolosa. Aunque Bárcena también insistió en el trabajo que queda por hacer diciendo que «aún tenemos grandes retos por delante, en todos los niveles, para lograr una verdadera transformación que haga innecesaria nuestra presencia».

Además de la consejera de Lakua y de la directora de CEAR-Euskadi, también participó en la visita la alcaldesa de Tolosa, Olatz Peon, quien dijo que, además de este albergue, el municipio ha puesto a disposición de CEAR pisos tutelados. Resaltó la «gran aportación» que hacen los migrantes y refugiados a una localidad que ha calificado de «plural». «Es enriquecedor contar con personas de diferentes culturas y procedencias, porque todos formamos parte de la misma comunidad», añadió.I. T.