GARA Euskal Herriko egunkaria
CRÍTICA «LA BRIGADA DE LA COCINA»

La recuperación de un oficio integrador


Sean bienvenidas todas las películas destinadas a la recuperación de la cocina como un oficio para la integración social, y “La brigada de la cocina” (2022) es el ejemplo ideal de ello. Baste con decir que la chef protagonista trabaja en un restaurante de lujo, del que se despide por preservar su autoría en los platos. Pero una vez fuera de la élite por decisión propia, conocerá la realidad crítica que vive la hostelería. Confirmando la teoría positivista de quienes defienden que detrás de cada derrota hay una nueva oportunidad, encontrará un puesto que le cambiará la vida con el paso del tiempo. Al principio no, ya que trabajar en la cocina de un centro de menores inmigrantes no le parece una ventana abierta al éxito profesional, aunque le permitirá descubrir otros valores más importantes que están en la esencia misma del hecho de preparar buena comida.

La chef no tardará en hacer un par de importantes hallazgos, el primero constatar que un humilde comedor social puede sacar adelante buenas preparaciones gastronómicas más allá del fácil recurso del abrelatas y, el segundo, todavía de mayor importancia vital, que los internos no son sujetos pasivos destinados a ser meros comensales, y pueden entrar en las cocinas como ayudantes dispuestos a salir del albergue con conocimientos culinarios y un futuro laboral.

“La brigada de la cocina” (2022) es ante todo una obra coral, en la que el alma son los jóvenes actores no profesionales de origen africano. Sin embargo, Audrey Lamy posee sobrado carisma para asumir el papel de conductora, gracias a la duplicidad que le permite pasar de ser una mujer de fuerte carácter y con dotes de mando a mostrarse empática, tanto con los chicos, como con François Cluzet.