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CRÍTICA «IL BUCO»

El mito de la caverna hecho cine


En estos tiempos de prisas la dedicación artesanal a cualquier oficio, también al cinematográfico, es un valor añadido. Como Michelangelo Frammmartino, que ha invertido once años en preparar y terminar su tercer largometraje en dos décadas. El anterior fue el magistral “Le quattro volte” (2010). Y si la buena cocina se hace a fuego lento, la culminación del concepto equivalente del “slow cinema” la alcanzó el alemán Philip Gröning, que dedicó toda su vida a la realización de “El gran silencio” (2006), obra referencial donde las haya del cine contemplativo. Creo que “Il buco” (2021), Premio Especial del Jurado en la Mostra de Venecia, no le va a la zaga, a pesar de que dura mucho menos, solamente hora y media. Claro que quienes entienden de espeleología afirman que en el interior de una cueva se pierde la noción del tiempo, al no percibir la luz diurna. Lo curioso es que el veteranísimo director de fotografía Renato Berta, superviviente de la Nouvelle Vague, no podía a su edad bajar con una cámara al agujero del título, por lo que seguía desde el exterior las evoluciones de quienes rodaban en el interior.

Frammartino juega más que nunca con las paradojas temporales en “Il buco” (2021), que es una docuficción, por así decirlo, que desafía al cine de época y su artificio. La película nos trasporta al año 1961 como si se tratara de un documental hecho con material de archivo de entonces, cuando en realidad no deja de ser una recreación histórica. La pureza visual y el naturalista sonido ambiental obran esa especie de teletransportación a otro lugar en el pasado. A la sensación de viaje espaciotemporal contribuye el diálogo norte-sur, entre la vida urbana futura y la tradición rural. El viejo pastor calabrés contempla al grupo de jóvenes espeleólogos piamonteses dispuestos a descender al Abismo de Bifurto, mientras en la televisión en blanco y negro del pueblo ven la Torre Pirelli de Milán que roza el cielo.