2022 AZA. 05 ENCUENTRO ENTRE DOS VÍCTIMAS DE ETA Y DOS SUPERVIVIENTES DE LA TORTURA CUATRO VÍCTIMAS distintas, el MISMO DOLOR inspirador Dos personas víctimas de atentados de ETA (Rosa Lluch y Carmen Hernando) y dos víctimas de la tortura de las FSE (Mikel Soto y Alberto Goñi) desnudaron ayer sus sufrimientos y sentimientos para seguir llenando de contenido la convivencia y la resolución. Fue en el Parlamento navarro, seis años después de una primera sesión similar pionera. Ramón SOLA Ayer se cumplían justo seis años de una sesión pionera. Siete víctimas de los «dos lados», en el salón de plenos del Parlamento navarro, abrieron en canal sus dolores para ayudar a cerrar una herida colectiva. Fue una tarde de muchas lágrimas y notable impacto político. A aquellas siete les tomaron el relevo ayer, en el mismo sitio pero en una situación más avanzada, estas cuatro: Rosa Lluch y Carmen Hernando, a cuyo padre y marido respectivamente mató ETA, y Mikel Soto y Alberto Goñi, ambos víctimas de la tortura. Entre 2016 y 2022, como apuntó en la introducción Fernando Armendariz (Foro Social), han ido cediendo algunos muros y acortándose las distancias entre unas y otras víctimas, aunque obviamente no entre todas. Ha sido en parte gracias a estas sesiones -22 ya- que dejan un legado: «Si estas víctimas pueden dialogar, ¿cómo no vamos a hacerlo el resto?». Rosa Lluch, hija del exministro Ernest Lluch al que ETA mató en el año 2000, resumió este deshielo en una frase, tras declararse impactada con la descripción del «infierno» en los calabozos hecha por Soto: «Las víctimas de la violencia somos víctimas de violencia, tenga el origen que tenga. Ninguna violencia es justificable ni tendría que existir, ni por motivos políticos ni por cualquier otro». Y añadió, sobre los otros dos casos expuestos, que «el acoso a Carmen y el acoso a Alberto son más parecidos que distintos». Carmen Hernando es la viuda de Jesús Mari Pedrosa, concejal del PP al que mataron en Durango aquel mismo año. No ocultó ni maquilló su padecimiento, pero admitió también el de los familiares de las personas presas, porque «en los pueblos lo hemos vivido». El crecimiento de la empatía mutua es una evidencia, pero siguen faltando «garantías de no-repetición» y también reconocimiento de la violencia estatal porque «este dolor no se puede quedar enquistado», puso sobre la mesa Mikel Soto tras recordar el negacionismo vigente. «Verdad, justicia, reconocimiento y reparación... todas reclamamos lo mismo en el fondo, ya ha habido suficiente sufrimiento en esta sociedad», dijo Hernando a continuación. Soto habló del efecto únicamente bumerán que tiene el odio; Hernando añadió que «engendra odio»; y Lluch fue más allá aseverando que «la felicidad es un deber, para nosotros y para la sociedad». «¿Cómo no voy a entender el dolor de Mari Carmen si yo sé bien qué es el dolor?», fue la confesión de Goñi. «No solo merece la pena vivir, sino que merece la pena convivir», remarcó como colofón. Cuatro sufrimientos Antes que nada retumbaron los crudos testimonios, la brutal realidad. Mikel Soto fue el primero: «Yo estuve once días incomunicado, que es el máximo en Turquía. Pasé tres días en Tres Cantos y una semana hospitalizado. Explicar la tortura es muy difícil, como cuando la Iglesia intentaba explicar qué era el infierno; son dolores que conoces pero que toman otra dimensión, porque tú sabes qué es un golpe en la cabeza con un libro, pero cuando son 160 en dos minutos, eso es otra cosa. Yo destaco la asfixia: el pánico es tal que el cerebro quiere huir de ahí y hacerlo en todas las direcciones a la vez, pero no tiene adónde escapar». Soto intuyó su estado físico al ver la reacción de los policías, asustados de su situación tras sacarlo de la incomunicación. Luego llegarían dos años en la cárcel por un delito que no habían cometido y se les acabó condenando por algo surrealista, «tentativa de colaboración con banda armada». Lluch indicó que «el sufrimiento es personal, y va cambiando. No es lo mismo el primer momento, el del impacto, que el de después. Yo cada vez recuerdo más a mi padre por cómo era como padre que por la muerte que tuvo. Hay que celebrar su vida, no su muerte, y recordar lo que dejó». «Yo sigo adelante, digo ‘me habéis puesto una piedra inmensa en el camino, pero yo sigo andando’. Hay que intentar que esto no condicione tu vida», concluyó la catalana. Carmen Hernando empezó narrando cómo se enteró por la radio de la muerte de su marido, para después detallar tres años anteriores de presión. «Las manifestaciones siempre acababan bajo nuestra casa. Vas sintiendo miedo. Y te sientes huérfana cuando las instituciones no hacen nada. ‘Pedrosa, tú serás el próximo’, escribían, aunque la verdad es que yo nunca pensé que lo fueran a matar». Tras el atentado mortal, una de sus hijas decidió marcharse de Euskal Herria; en parte se sentía especialmente dolida porque no se hablaba con su padre. «No ha sido capaz todavía de volver a tocar el piano, pese a que tenía hechos los ocho cursos. Yo también he necesitado tiempo para volver a hacer las cosas que me hacían sentirme bien; voluntariado en una ONG...» Alberto Goñi rememoró primero el «palizón tremendo» que recibió de la Policía en 1979, solo con 14 años, en una manifestación en la Txantrea. Apenas cuatro años después lo detuvo la Guardia Civil: «Salí en libertad, pero vigilada, la Guardia Civil me acosó durante meses, mi teléfono estaba intervenido... Al final vinieron a mi casa en 1985 y ahí suscribo lo que ha dicho Mikel: el dolor supera todo raciocinio». «Añadiría una cosa más: te pegan tanto que yo creo que te entumeces, acabas no sintiendo nada, pero la sensación de abandono te la meten en el alma y te la envenena, porque sabes que pase lo que pase no les va a ocurrir nada, estás absolutamente desprotegido y eso se te queda para toda la vida. No he podido llorar durante 30 años. Y la sensación de que van a volver te retuerce las tripas; cualquier ruido, cualquier coche que pasa, te hace revivir todo otra vez», prosiguió. Salió de comisaría con una fractura en el cráneo y mechones de pelo y barba arrancados. Otra fase El Foro Social Permanente da por concluida esta dinámica tras esa sesión coorganizada por el Parlamento navarro y de la que los asistentes no perdieron detalle desde los habituales escaños de los parlamentarios. Lo hace porque cree que «ha llegado el momento de que esta dura carga deje de apoyarse exclusivamente en las espaldas de estas víctimas», a las que les «provoca mucho sufrimiento» esta aportación (los testimonios anteriores resultan bien elocuentes). Armendariz destacó la «responsabilidad» de todas ellas para poner su granito de arena en este proceso. Y Lluch le respondió así: «Gracias por contar conmigo hoy, pero también gracias por dejar de contar con nosotras». «Cada vez recuerdo más a mi padre por cómo era, no por cómo lo mataron. Hay que celebrar su vida»Rosa LLUCHHija de Ernest Lluch «Hay que reconocer, el dolor no puede quedar enquistado y mil son muchos casos en una comunidad pequeña»Mikel SOTOTorturado y encarcelado «Mi conclusión es que no solamente merece la pena vivir, sino que merece la pena convivir»Alberto GOÑITorturado y encarcelado Lluch se declaró conmovida por el «infierno» relatado por Soto y convencida de que «el acoso a Carmen y el acoso a Alberto son más parecidos que distintos» «Verdad, justicia, reconocimiento, reparación... En el fondo todas reivindicamos lo mismo»Carmen HERNANDOViuda de Jesús Mari Pedrosa Que la empatía mutua crece es evidente, pero faltan cosas: reconocimiento de violencia estatal y también, apuntó Mikel Soto, «garantías de no-repetición»