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DE REOJO

Leyes, togas, injusticia


Siendo lego activo y pasivo, mirar las escaleras de los juzgados, sus pasillos, el amontonamiento de legajos desde el subsuelo hasta las glorias, un simple repaso superficial a los millones de considerandos que nos aturden, las sentencias que siempre favorece a unas castas, jerarquías sociales, estirpes más que a otras, nos colocan individual y colectivamente en una inquietud aceleradora de miedos. La inseguridad ciudadana es un espantajo usado de manera reiterada. Nuestras calles son campos de concentración audiovisuales. Hagamos lo que hagamos, son muy pocos los centímetros que no están vigilados por cámaras de toda índole. Las colocadas por las policías y las que en teoría protegen establecimientos, pero que en ojo mecánico abarcan más de la propiedad que las coloca, a ellas hay que añadir que por alguna casualidad cuántica siempre hay alguien que con la cámara de su teléfono está dispuesto a grabar cualquier incidente.

Con todo este tinglado, estos datos, se encarama al primer plano social de manera interesada los robos de menudeo, carteristas, teléfonos portátiles, relojes caros, joyas y se crea un alarma porque son multireincidentes quienes los cometen. Eso moviliza recursos, cambia leyes. Pero el latrocinio de cantidades inconmensurables que se pergeñan en despachos de abogados, banqueros y organizaciones multinacionales, a esos las leyes interpretadas por togas bien ideologizadas tampoco les afectan, y algunos son muy reincidentes y peligrosos. ¿No estaremos asistiendo a la privatización de la justicia? O algo parecido.