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DE REOJO

Con o sin distancia


Ando convocando a los vestigios de la memoria más selectiva porque recibo mensajes en los que se asegura desde distintos puntos de emisión y de vista que atravesamos uno de los momentos más críticos de nuestra historia reciente. La comparación a partir de residuos emocionales es tarea imposible. La edad, las circunstancias, el clima y hasta la latitud en la que se encuentre cada una de las personas que participan en este debate secreto hace variar el diagnóstico.

Me aventuro por la vía del expediente urgente, pero con sordina. Es indudable que el juicio al criminal Dominique Pélicot, que confiesa sin ambages que es un violador, nos coloca ante una barbaridad de violencia de género en ambiente de pequeña burguesía establecida que es algo imposible de asimilar. Las intervenciones de las defensas de los violadores producen laceraciones. Si encadenamos este caso con otros casos de manadas, cuadrillas y demás comportamientos colectivos podemos asegurar, desde una distancia prudencial de edad y pertenencia, que estamos bastante peor. El conflicto de Oriente medio y sus alrededores, la cosa no puede ser más peligrosa y provocar más náuseas. La ascendencia de las extremas derechas en todas sus versiones por todos los lugares del mundo es otro síntoma irrevocable. Todas las guerras abiertas nos hacen entrar en territorio baldío para que crezca la esperanza. Dentro de esta tendencia hacia las orillas de lo razonable con los derechos humanos y los conceptos democráticos, la verbena de las derechas centralistas y periféricas nos ponen en alerta amarilla