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DE REOJO

Contar con los muertos


Cada día aparece puntual el mismo dilema, ¿de qué o de quién merece la pena escribir? Dura entre dieciséis segundo a varias horas, tras paseos circulares, recortes de prensa, apuntes ininteligibles, obcecaciones y ruido hasta la saciedad. Fui a dormir con dos imágenes móviles, la muerte de David Lynch con setenta y ocho años y la actuación estelar de Fernando Arrabal de noventa y dos en “La Revuelta”. Motivos más que suficientes para tener acceso restringido al sueño reparador en una primera instancia.

¿Quién mató a Laura Palmer? Es una pegunta que nadie ha querido responder, como nadie se atreve a contestar sin sentir pudor, ¿quién mata cada día a decenas de personas en sus travesías marítimas de África hacia un horizonte lejano? Por eso hay que contar con los muertos y hay que contarlos aritmética y filosóficamente. Mientras escribo parece existir vía libre para un alto el fuego en Gaza que se pondrá en marcha mañana domingo. En varias fases. ¿Quién cuenta con los muertos para planificar un tiempo de reforzamiento del sentimiento de humanidad y posibilidad de futuro?

Configuramos nuestro rostro a partir de la pubertad a base de ausencias enmarcadas en obituarios barrocos que se van archivando en alguna parte de nuestra inconsciencia protegida por el presentismo más radical. Pero todos los muertos a los que nadie ha contado ni siquiera en un reportaje generalista dejan una estela de desazón cósmica que puede provocar tormentas secas con silenciador moral que acaben inaugurando una nueva religión. O mutar en luciérnagas con puñetas.