Honor y honra

Es muy entretenido y aleccionador consultar el diccionario como manera de afinar el tiro. Que el exsuegro de Urdangarin demande ante los tribunales al ínclito y recalcitrante Miguel Ángel Revilla por atentar contra su honor, es un nuevo paso en la historia de la infamia borbónica. El movimiento del Emérito es de un despropósito atómico: contrata a la abogada del novio de Ayuso, pide cincuenta mil euros y asegura que si los gana los donará a Cáritas. ¿Alguien ve algún resquicio?

Por eso hay que mirar la cantidad de afecciones que tiene la palabra honor y las posibilidades de unirlo a otros sustantivos o adjetivos, pero comparado con lo de la honra, la cosa se vuelve un tridente atmosférico inapelable. Para situarnos con urgencia, el teatro clásico español del autoproclamado siglo de oro se basaba, en términos primarios, en dios, patria y rey, y en conflictos de honor y de honra. Es decir, el resumen perfecto del sustrato que la caspa española ha mantenido en sus discursos fundacionales. Lo demás es filigrana retórica y traca de salves con pólvora del opus.

Marine Le Pen ha recibido el apoyo de toda la internacional de la extrema derecha mundial. Es una reacción lógica. Vista ahora la situación, las concomitancias con el proceso jurídico de Trump y su triunfo arrollador en las elecciones deben ser tenidas en cuenta, ya que se presenta como víctima del sistema y va a recorrer el camino para revertir la sentencia y mientras tanto va a dar una pelea mediática importante. Lo paradójico es que si no la dejan presentarse puede ganar su valido y ser nombrada Primera Ministra. ¡Voilà!