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DESTINO FINAL: LAZOS DE SANGRE

Cuando la fórmula se refina


Han pasado más de veinte años desde que la Muerte decidió organizar su agenda y empezar a perseguir adolescentes. A estas alturas, pocos esperábamos que la saga “Destino final” tuviera algo nuevo que decir, por eso, “Destino final: Lazos de sangre” resulta una grata sorpresa: una película que, sin traicionar las bases del universo que la sustenta, logra revitalizar la franquicia con un enfoque más contenido, atmosférico y narrativamente sólido. En su sexta entrega, los guionistas parecen haber encontrado una bolsa de oxígeno narrativa e intentan inyectar sangre fresca -sí, el chiste se cuenta solo- a una fórmula que empezaba a parecerse más a una parodia. ¿La gran novedad? El ‘‘legado familiar’’ y una narrativa más introspectiva.

La película se permite reflexionar sobre su propia mitología. Sin caer en la autocomplacencia de “Scream VI” o en los guiños forzados de “Halloween Kills”, incorpora referencias al pasado de la saga de manera orgánica.

Donde la película intenta distinguirse es precisamente en esa subtrama genealógica: uno de los protagonistas es descendiente de un sobreviviente del primer filme de la saga. No obstante, el guion no logra desarrollar de manera consistente esta idea de herencia maldita; las alusiones que se hacen al pasado funcionan más como guiños para los fanáticos.

Es un intento honesto -y muy entretenido- de renovar una franquicia que ha vivido tanto del mismo esquema que uno pensaría que la Muerte debería cobrarle derechos de autor. Es fan service, sí, pero del bueno: del que se disfruta sin sentirse manipulado. Eso sí, sigue sin atreverse a romper del todo con la fórmula.