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DE REOJO

En riguroso diferido


La vida política parlamentaria española atraviesa uno de los momentos más cafres desde la instauración del régimen del 78. La angustia vital del hombre menguante que grita e insulta lo lleva a la desesperación y a mostrar su lado más impresentable. Sabe que le queda una única oportunidad y, como no la cumpla, volverá a sus negocios con sus amigos gallegos. Cada día cae de manera más gravitacional en sus propias miserias, su incapacidad política, su retórica balbuciente desprovista de contenido reseñable. Es un líder de papel arrugado. Sus asesores son de lo más inepto que se ha visto, la reacción de sus diputados cuando introdujo lo de los prostíbulos del suegro de Sánchez es lo más lamentable e infame visto últimamente, aunque algunos después se dieron cuenta de que acababa de perder los pocos enteros que tenía en su carrera hacia la nada.

Por eso y por muchas otras circunstancias, todo se debe vivir en riguroso diferido porque las cosas pasan y no pasan a la vez. El presente se vuelve pasado sin ser nunca futuro, y lo que está claro es que la extrema derecha española bicéfala con escaño es un error traumático para los nostálgicos. Por eso deben apurar mucho más las policías patrióticas y las togas porque son la única y fiable oposición al Gobierno actual. Sin querer, uno escribe algo que se diría que es un ejercicio predictatorial o pregolpista, porque los no elegidos mandan más que los electos. Y existe un comando mediático que se convierte en infantería y vanguardia. O sea, hay que mirar a ambos lados de la calle cuando salgas de casa. No sea que venga una manada de cornúpetas.